Para defender a las audiencias hay que defender a quienes hacen periodismo profesional de interés público.
Fernando Ruiz
Lo último que necesita Perfil hoy es un Defensor de los Lectores. Le cuesta pagar los sueldos. Existe una mano invisible que evita que le paguen las deudas antiguas de la publicidad oficial, mientras Arca lo embarga por deudas previsionales. Adepa (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas) ya expresó en un comunicado el 30 de mayo de este año que “Perfil no fue incluida entre los medios a los que se les cancelaron deudas contraídas con anterioridad al 10 de diciembre de 2023”. Además, el mismo comunicado dice que Perfil fue excluida de la “contratación de publicidad de empresas con participación estatal mayoritaria, como YPF, Aerolíneas Argentinas y Banco Nación”. Nada cambió desde ese comunicado. El presidente Javier Milei, en Neura, le dijo a Alejandro Fantino, con alegría no contenida, que Perfil “está camino a la quiebra”. Perfil le inició un juicio que seguro ganará. Pero seguro que tarde. Desde la recuperación democrática, Perfil les ganó juicios a Menem y a los Kirchner, pero cuando salen las sentencias los gobiernos ya pasaron, por lo que sus consecuencias son intrascendentes. Con esa costumbre judicial, tendremos una sana doctrina jurídica en la biblioteca pero no justicia en la calle.
Por eso, este Defensor de los Lectores tiene que hacerles una confesión: en estos momentos es más necesario defender a los medios y a los periodistas que a sus audiencias. O mejor dicho: para defender a las audiencias hay que defender a quienes hacen periodismo profesional de interés público.
Y eso no es un interés corporativo, sino social. Los medios no son solo la expresión de sus directivos y periodistas. Gran parte de los sectores sociales y el pluralismo de ideas se hacen visibles a través de cada medio. Por eso, cuando un medio desaparece es muy posible que sectores de la comunidad pierdan sus voces. La operación asfixia es un problema público, no privado.
El orgullo tiene una versión alfa en la cual el periodista es un soberbio (o soberbia) y considera que su opinión vale solo por salir de su boca. Algo de eso podemos estar pagando hoy. El orgullo que amontonó la profesión en los años noventa fue expandiendo una ola inflacionaria de opinión periodística, en la que los periodistas se convirtieron en pastores dando sermones 7 x 24. Pero no es lo mismo una opinión que una opinión profesional, por lo que los periodistas no son libres de opinar lo que quieran, sino solo lo que su información les permite. Justamente por ser periodista, se tiene la opinión muy restringida si se quiere mantener credibilidad y reputación.
La segunda versión del orgullo es más humilde y, por lo tanto, más positiva. Consiste en hacer las cosas bien, un orgullo orientado al logro, dicen los psicólogos. Y de ese tipo de orgullo tuvimos esta semana una exposición en Buenos Aires. Se hizo la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación (Colpin), junto con el congreso de Fopea (Foro de Periodismo Argentino). Es impresionante ver todos juntos los principales trabajos periodísticos realizados en la región además de los consagrados por el premio Fopea. Es inevitable acumular así orgullo profesional orientado al logro.
Vamos a analizar sus cuatro impactos fundamentales:
1. Hay un impacto sobre la sociedad. Sobre todo un impacto cognitivo, la sociedad aprende y recuerda. Estas investigaciones se incorporan a las narrativas de las sociedades.
2. Hay un impacto sobre los gobiernos. Los gobiernos en la región están acostumbrados a vivir crisis provocadas por investigaciones periodísticas. En Ecuador, el gobierno de Guillermo Lasso finalmente se acortó en gran medida por el impacto de un trabajo periodístico que describe una red de corrupción. Y en Chile, el medio Ciper destapó el caso Hermosilla, que sacudió al poder. Pablo Secchi, director ejecutivo de Poder Ciudadano, afirmó que “la lucha contra la corrupción en Argentina no existiría sin el trabajo de los periodistas”.
3. Hay un impacto sobre los actores judiciales. Un resultado frecuente de estos trabajos es iniciar investigaciones judiciales, o espabilarlas después de que habían entrado en una fase de muerte lenta. También está creciendo la cantidad de trabajos que les están subiendo el costo de reputación a las malas praxis de los actores judiciales, antes más alejados de la lupa periodística. Se produjeron investigaciones en Paraguay y México que llevaron a la renovación de las respectivas cortes supremas de justicia. También en Estados Unidos, el sitio ProPublica impactó con una investigación sobre las diferentes prebendas que recibían los jueces de la corte de ese país.
4. Están creciendo los impactos sobre la burocracia a nivel de calle. Es aquel personal público que está en relación directa con la provisión o no de los derechos a la ciudadanía. Es el personal sanitario, educativo, de seguridad, de las diversas agencias públicas, que todos los días se relaciona y toma decisiones sobre la atención a cada ciudadano concreto. Los ministros pueden definir políticas de largo y mediano plazo pero, en el día a día, son las burocracias a nivel de calle las que hacen realidad o no la calidad de esas políticas públicas. Y al periodismo le cuesta mucho impactar en ese nivel decisivo. Está más acostumbrado a impactar ministros, pero ese no es el nivel que más impacta a los ciudadanos. Se han presentado investigaciones en estos años que lograron un alto impacto en las burocracias de salud de Brasil y Ecuador, mejorando los procesos de compra de medicamentos, bajándoles el precio y asegurando más rápido su provisión. La ganadora del premio anual en esta conferencia fue una investigación sobre la corrupción en el Instituto de Seguridad Social en Brasil, que les provee la asistencia a los pensionistas y jubilados. También se hicieron investigaciones en Perú para describir los abusos policiales y militares durante una ola de protestas reciente.
Con estos cuatro tipos de impacto, el periodismo puede recolectar orgullo profesional orientado al logro. Y esto se replica en forma permanente: hace unos días también se dieron los premios Adepa (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas), que incluyen trabajos extraordinarios y muestran el liderazgo nacional que tiene la redacción de La Nación en la producción de periodismo de calidad. Esta labor de centenares de periodistas ayuda a la sociedad a mejorar la calidad democrática. Por eso, este Defensor alerta: si tienen éxito esta y otras operaciones asfixia, no pierde solo Perfil, perdemos todos.
(*) Perfil



