La ausencia de la crisis climática en la agenda política

Por Marina Aizen (*)

Cualquier político que diga que le importa el futuro debería empezar mirando lo que hoy ya sucede a su alrededor. Argentina tiene estrés hídrico en casi todas sus provincias. Hace apenas un par de años, sin embargo, pasaba todo lo contrario: había inundaciones en prácticamente todo el territorio. Estos violentos cambios del ciclo del agua, que están reescribiendo nuestra propia geografía de manera tajante, tienen un eje en común: el cambio climático. Pero, ¿por qué nadie habló de eso en la campaña electoral?

La crisis planetaria debería cruzar cada área de gobierno, de la misma manera que una avenida está atravesada por calles. No se puede hablar en abstracto sobre el clima, desgarrarse las vestiduras de manera simbólica, sin trazar una estrategia seria de transición energética, ni abordar cuestiones como la producción agropecuaria, la construcción de viviendas, el desarrollo del transporte, la planificación del territorio, el financiamiento estratégico del Estado, el desarrollo de empleos, la política del Banco Central y el endeudamiento, el combate a la pobreza, la educación y la visión de géneros. Se trata de un debate netamente político. Otra vez: ¿por qué está ausente?

Se sabe hace más de 30 años que la acumulación en la atmósfera de gases de efecto invernadero, producto de la quema de combustibles fósiles y de la brutal deforestación, están calentando el clima terrestre y, con ello, reescribiendo todas las condiciones en las que se desarrolla la vida. La de las especies animales y vegetales, y la de las sociedades también. Por si quedaban dudas, el IPCC, el panel de la ONU que estudia la ciencia del clima, acaba de ratificar esto con un 100 por ciento de certidumbre. Y, sin embargo, nadie en la clase política argentina se toma el tema en serio. Se adoptan posturas folklóricas para quedar bien con algunas audiencias. Nada más. Incluso, parece haber desconocimiento sobre la gravedad de la situación en que nos encontramos, a pesar de que esto ya tiene décadas y de que el país ratificó el Acuerdo climático de París.

Déjenme recordarles que la temperatura terrestre seguirá subiendo. Hoy, sólo nos queda una fracción de tiempo, sólo segundos en términos de la escala geológica, para evitar que la inercia de los fenómenos que disparan el calentamiento hagan de esta, nuestra casa, un lugar inhabitable. No es ciencia ficción. Ya hay “daños irreparables”, dice el IPCC. La tarea de evitar lo peor es sencillamente enorme. Entonces, ¿por qué ningún candidato se expresó? ¿Por qué no hubo propuestas concretas?

Con una Ley de Educación Ambiental no zafamos. Sólo zafamos modificando la dinámica de la física de la atmósfera. Esto es, eliminando las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y de metano, que la Argentina produce a rolete. Por algo, es el contaminador número 22 del mundo. Ni con “greenwashing” ni con acciones con buena intención cambiamos algo. Necesitamos discutir hasta cuándo Vaca Muerta, frenar la deforestación, y evitar nuevos desarrollos hidrocarburíferos, en tierra o en el mar, la minería a gran escala, o la agricultura industrial que se ha convertido en una máquina de extinción apabullante. La intensificación de la política extractivista no nos va a traer más dólares. Sólo traerá más miserias.

Personalmente, vivo angustiada por las transformaciones gigantes que vemos todos los días, pero que no registramos, que se descalifican con ignorancia y arrogancia en todas las variedades cromáticas posibles. Trumps o Bolsonaros hay en todos lados y en todos los sectores de la política. Son contadas con los dedos de la mano las excepciones.

Los medios, que han enterrado sistemáticamente la cuestión socioambiental en sus páginas de atrás, también deben asumir el desafío. Preguntar, debatir, intensificar sus publicaciones. Por eso, un grupo de intelectuales, periodistas y jóvenes estamos pidiendo que una de cada cuatro preguntas que se le hagan a los políticos de cara a las elecciones legislativas generales tengan que ver con este tema. Ignorarlo, ya quedó demostrado, tiene graves consecuencias. Las vemos. No es tarde. Pero casi.

(*) Periodista y cofundadora de la Asociación Civil Periodistas por el Planeta.

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