ADN, verdad y reparación íntima
En mi familia siempre hubo una mesa larga. Una de esas que empezaban con los abuelos en la cabecera y se iban extendiendo, como las historias que se comparten año tras año, hasta sumar parejas nuevas, hijos, pequeñas discusiones y anécdotas. En un extremo se sentaban los mayores; en el otro, los más jóvenes, aprendiendo el mundo entre risas