Efemérides y algo más

Por María Angélica Pivas*

Hoy conmemoramos el día Internacional de la Mujer o el día Internacional de la Mujer Trabajadora. Éste y todos los 8 de marzo se evoca la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona.

¿Por qué un día internacional de la mujer?

El hecho mismo de que se celebre un día especialmente dedicado a las mujeres, significa que, en términos generales, continuamos siendo discriminadas y oprimidas de diversas formas, a pesar de lo mucho que se ha avanzado en la aplicación de leyes contra la desigualdad y de los cambios positivos de conducta social e individual.

La celebración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer tiene su partida de nacimiento en 1910 a resultas de la propuesta de la dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán Clara Zetkin, en el marco de la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague, Dinamarca. Allí se proclamó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, como una jornada de lucha por los derechos de las mujeres.

La fecha no fue escogida al azar, el 8 de marzo se elige para rendir tributo a las 129 obreras textiles de Nueva York que, en igual mes del año 1908, perecieron calcinadas, durante una huelga reclamando por el fin del trabajo infantil, igualdad salarial, disminución de la jornada laboral a 10 horas al día (laboraban más de 12 horas diarias por un salario miserable) y que se permitiera tiempo para la lactancia de los bebés. Las huelguistas ocuparon pacíficamente la fábrica “Sirtwoot Cotton”, se atribuye a su propietario, que ante la protesta, cierra las puertas de la factoría con candados y prende fuego.

Hubo tantas manifestaciones, gestas, aún de mujeres anónimas a lo largo del tiempo que, nobleza obliga, es difícil determinar un sólo y único origen del 8 de marzo, como Día Internacional de la Mujer. Independientemente de cuál haya sido el origen preciso de la celebración, es evidente que fueron las socialistas, norteamericanas o alemanas, las que propiciaron la celebración, sin sospechar cómo se desencadenaría la lucha por los derechos femeninos, y sin atisbar la fuerza que cobraría este día, como uno internacional.

El 8 de marzo de 1911 tuvo lugar la primer conmemoración del Día de la Mujer, con mítines a los que concurrieron más de un millón de personas que exigían para las mujeres los derechos de voto, ocupar cargos públicos, al trabajo, a la formación profesional, a la enseñanza vocacional y al fin de la discriminación en el trabajo.

Luego de esa fecha hubo un largo intervalo para que se volviera a celebrar el Día Internacional de la Mujer. En efecto, una vez finalizada la I Guerra Mundial, más aún, recién a partir de 1921, el Día de la Mujer se extendió a toda Europa y a las Américas, Asia, África y Oceanía.

Se ha dicho y no sin razón, que desde esos primeros años, el Día Internacional de la Mujer ha adquirido una nueva dimensión mundial para las mujeres de los países desarrollados y en desarrollo. Con el paso de los años, ha ido perdiendo su carácter estrictamente obrero pasando a ser una jornada de lucha por la que se reclaman los derechos de todas las mujeres en todos sus ámbitos. Defender los derechos ya conquistados, demandar otros nuevos. Luchar contra las leyes que nos discriminen o rechacen.

Comencé este artículo citando la Declaración y Programa de Acción de Viena, porque concretamente el parágrafo 18 refiere a los derechos humanos de la mujer como parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos humanos universales. La plena participación, en condiciones de igualdad, de la mujer en la vida política, civil, económica, social y cultural en los planos nacional, regional e internacional y la erradicación de todas las formas de discriminación basadas en el sexo son objetivos prioritarios de la comunidad internacional. La violencia y todas las formas de acoso y explotación sexuales, en particular las derivadas de prejuicios culturales y de la trata internacional de personas son incompatibles con la dignidad y la valía de la persona humana y deben ser eliminadas. Esto puede lograrse con medidas legislativas y con actividades nacionales y cooperación internacional en esferas tales como el desarrollo económico y social, la educación, la atención a la maternidad y a la salud y el apoyo social.

La cuestión de los derechos humanos de la mujer debe formar parte integrante de las actividades de derechos humanos de las Naciones Unidas, en particular la promoción de todos los instrumentos de derechos humanos relacionados con la mujer.

Lo expuesto nos invita a una clara reflexión, los derechos humanos de la mujer son derechos humanos, no derechos especiales para las mujeres. Es un llamado al reconocimiento, las mujeres tenemos los mismos derechos humanos básicos que los hombres. Ya resulta una verdad de Perogrullo advertir que a muchas mujeres se las despoja de sus derechos en razón a que, en algunas sociedades se las considera inferiores a los hombres, negándoles el acceso a la justicia, la participación en la vida política al igual que la toma de decisiones sobre su vida personal.

La mujer no debe ser concebida como protagonista del ámbito privado, tiene -y debe ejercer- derechos en la escena pública. Sobre esto, insisto, debemos reflexionar, tenemos los derechos, pero atentas, los derechos no se proclaman, se ejercen.

El creciente movimiento internacional de la mujer, reforzado por las Naciones Unidas mediante conferencias mundiales, ha contribuido a que la evocación sea un punto de convergencia de las actividades coordinadas en favor de los derechos de la mujer y su participación en la vida política y económica. Al Día Internacional de la Mujer debe tomárselo como un día para la reflexión. Meditar sobre los avances conseguidos, exigir cambios y pergeñar nuevas estrategias que hagan a nuestros derechos. Pero también es un día para celebrar los actos de valor y decisión de mujeres comunes que han desempeñado una función extraordinaria en la historia de los derechos de la mujer.

Pero, lo que es incuestionable es que a lo largo del siglo pasado, a cada tramo de la historia universal, nos encontramos con una enorme riqueza de propuestas femeninas, de agendas reivindicativas, de acciones y transformaciones filosóficas y políticas, donde las mujeres estuvieron y están.

El papel de la mujer en los movimientos sociales, aún emanando de reivindicaciones particulares, ha tomado en el tiempo un sentido más profundo. Esa impronta se la ha dado la mujer. Mujer carente de mezquindades, rica a la hora de pensar y actuar por el otro.

Nota de la autora: Esta nota ya cumplió siete años, la he compartido, publicado… pero, como es usual, continúa en plena vigencia.

*jueza de Gualeguay

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