El tiempo pasa pero los recuerdos son imborrables. Este martes se cumplen 22 años del fallecimiento de Aníbal Sánchez, uno de los grandes ídolos que entregó el deporte de la provincia. Aquel accidente automovilístico fue una terrible noticia que sacudió a Paraná, a la provincia y a todo el mapa basquetbolístico del país.
Aquel 3 de enero de 1990 fue un trágico comienzo de año cuando los medios daban a conocer la desaparición física de una de las personalidades más queridas de la capita entrerriana. Su muerte ocurrió cuando tenía 27 años. Por aquel entonces ya había contraído matrimonio con Patricia Alejandra Cipriani, con quien tuvo dos hijas, María Florencia y María Agustina.
Tras jugar en 1986 en la máxima categoría del básquet argentino con Echagüe, pasó a Olimpo de Bahía Blanca, lo que fue una de las transferencias más resonante de la temporada, tal es así que su pase fue publicado en la revista El Gráfico con una importante ilustración. En Bahía Blanca jugó tres temporadas (87’, 88’ y 89’).
El 3 de enero de 1990, mientras viajaba a esa localidad del sur de Buenos Aires para comenzar la cuarta temporada con Olimpo, sufrió aquel terrible accidente en el cual falleció. El hecho se produjo a las 16, a 200 kilómetros de Bahía Blanca. En el auto iba con su familia, que de milagro se salvó. A María Florencia le faltaban dos días para cumplir el año. Patricia, su mujer, estaba embarazada de dos meses de María Agustina. Aquel día Olimpo iba a realizar el primer entrenamiento del año.
Aníbal fue, es y será el símbolo de Echagüe. El eterno ídolo. Nació en Paraná el 20 de septiembre de 1962. Hijo de Gladis Walquiria Caisso y Sirilo Sánchez, y hermano de Daniel, el mayor, y de Claudia.
La historia de Aníbal con Echagüe nace de muy pequeño. Junto con su familia vivía en calle Ruiz Moreno 1.080, a pocas cuadras del club. Cuando tenía siete años se hizo socio de Echagüe para empezar natación. Durante algunas semanas estuvo entrenando en la pileta del club, hasta que un día el profesor Carlos Scocco, también monitor de básquet, lo llevó a practicar básquet.
Aquella jornada fue el inicio de un idilio que perduró en el tiempo. No por nada, los viejos socios del AEC aún recuerdan a Aníbal Sánchez entrenar todo el día, pasarse horas y horas picando la pelota.
Sin dudas aquella pasión y esa práctica permanente lo llevaron a ser el jugador que después desparramó su talento por todo el país. En Echagüe los recuerdos son permanente: “No se despegaba ni un minuto de la pelota, y mientras sus amigos jugaban a la cachada, a la escondidas y al fútbol, Aníbal se pasaba horas y horas tirando al aro”, contó alguna vez Luis Zoff, otro histórico jugador de Echagüe que vio crecer al Nene, como le decían a Sánchez.