La Iglesia que no fue

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654
La muerte de Juan Pablo II y el tercermundismo

Carlos del Frade
(desde Santa Fe)

En estas horas en que miles de suplementos especiales abundan en detalles, fotografías y análisis sobre el Papa polaco, es necesario separar la paja del trigo a la hora de pensar la historia argentina: Juan Pablo II nunca se pronunció en contra del terrorismo de Estado y tuvo actitudes poco claras para con las Madres de Plaza de Mayo, como también es cierto que si hubo una resolución pacífica del conflicto entre las dictaduras genocidas de Chile y Argentina a fines de los años 70 se debió a la denuncia concreta que hizo el arzobispo santafesino Vicente Zazpe en la prensa nacional e internacional y que resultó el origen de la participación del cardenal Samoré. Esta es la historia de una Iglesia que quiso ser otra cosa y no fue. Y una de las causas de esa imposibilidad fue el propio Juan Pablo II.

El Papa fue la racionalidad del capitalismo en las últimas tres décadas. En forma paralela al crecimiento de la pobreza en el mundo después de la caída del muro de Berlín y la cada vez mayor hegemonía de los Estados Unidos, en América del Sur la institución iglesia fue aislando a los sectores que adhirieron a la postura de los obispos por el Tercer Mundo y aumentaron sus fieles y -por ende- su predicamento político a partir de la decisión de Karol Wojtila de impulsar la línea de sacerdotes sanadores. En estas horas en que miles de suplementos especiales abundan en detalles, fotografías y análisis sobre el Papa polaco, es necesario separar la paja del trigo a la hora de pensar la historia argentina. La resolución pacífica del conflicto entre las dictaduras genocidas de Chile y Argentina a fines de los años 70 se debió a la denuncia concreta que hizo el arzobispo santafesino Vicente Zazpe en la prensa nacional e internacional y que resultó el origen de la participación del cardenal Samoré. El final de la guerra de las Malvinas también estuvo sostenido más en los intereses de Estados Unidos y Gran Bretaña que en las urgencias del pueblo argentino, que no escuchó ninguna condena del Papa sobre el terrorismo de Estado. A esto hay que sumar la actitud de Juan Pablo II con respecto a las Madres de Plaza de Mayo y la permanente condena a la teología de la liberación inspirada en la realidad del continente de los años 60 en adelante.

Los años 60

El 11 de octubre de 1962 comenzó uno de los capítulos que mayores movimientos originó en el interior de la Iglesia Católica: el Concilio Vaticano II. La idea fue de Juan XXIII. Su propuesta fue ventilar la institución. Hasta la fecha se intenta restaurar el viejo y denso clima. Pero nada fue igual a partir del concilio.

Entre sus principales consecuencias, se encuentran -sin dudas- las Conferencias Episcopales Latinoamericanas de Medellín, Puebla y Santo Domingo, más allá de que la primera se había dado en Río de Janeiro en 1955 pero que no tuvo la repercusión social, cultural y política de las otras.

Le tocó conducir a Pablo VI los cimbronazos del Concilio en todas partes del mundo. El principal se generó el 15 de agosto de 1967, con la publicación del Manifiesto de 18 Obispos del Tercer Mundo. Los 18 firmantes fueron Helder Camara, arzobispo de Olinda y Recife (Brasil), Jean Baptiste da Mota e Alburqueque, arzobispo de Vitoria (Brasil), Luis Gonçaga Fernández, de Vitoria; Georges Mercier, obispo de Laghouat, Sahara (Argelia), Michel Darmancier, obispo de Wallis et Futura (Oceanía), Armand Hubert, Heliópolis (Egipto), Ángel Cuniberti, Florencia (Colombia), Serverino de Aguiar, Pernambuco (Brasil), Frank Franic, Split (Yugoslavia), Francisco Austregesilo de Mesquita, Pernambuco (Brasil), Gegoire Haddad, de Melquita, Beirut (Líbano), Manuel Pereira da Costa, Paraibo (Brasil), Charles van Melckebebke, de China; Antonio Batista Fragoso, de Ceará (Brasil); Etiene Loosdregt, de Laos; Waldir Calheiros de Novais, Volta Redonda (Brasil); Jacques Grent, Maluku (Indonesia) y David Picao, obispo de Santos (Brasil).

"En su peregrinación histórica terrenal, la Iglesia ha estado prácticamente siempre ligada al sistema político, social y económico que, en un momento de la historia, asegura el bien común o, al menos, cierto orden social.

“Por otra parte, las Iglesias se encuentran de tal manera ligadas al sistema, que parecen estar confundidos, unidos en una sola carne como un matrimonio. Pero la Iglesia tiene un solo esposo, Cristo. La Iglesia no está casada con ningún sistema, cualquiera que éste sea, y menos con ‘el imperialismo internacional del dinero’ (Popularum Progressio), como lo estaba a la realeza, o al feudalismo del antiguo régimen y como tampoco lo estará mañana con tal o cual socialismo".

Definiciones como estas conmocionaron a los sacerdotes que se encontraban trabajando y desarrollando su pastoral en medio de barrios marginales de todas las naciones del Tercer Mundo.

(más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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