Florencia Penna
Esta noche se reestrenará, luego de 20 años, un espectáculo aclamado por el público que tiene como protagonista a uno de los actores entrerrianos con más sólida y diversificada formación. El Martínez Miusijol, escrito, interpretado y dirigido por Mario Martínez, se presenta a las 21 en el Teatro 3 de Febrero, en el marco del ciclo Jueves Teatro Club. Una segunda función se depara para el día 23, a la misma hora y en el mismo lugar.
Este homenaje al café-concert, reúne poemas, canciones y monólogos del autor, que transitará partituras, textos y coreografías que definen a un género de escasa presencia en el medio: el musical.
“El espectáculo de music hall está emparentado con el varieté, con el café concert, con lo que fue un género que a mí me fascinó desde que empecé a estudiar teatro en los años 70, y que en ese momento tenía mucho auge”, dijo Mario Martínez en diálogo con ANALISIS. En aquel tiempo, muchos actores que luego tendrían gran trascendencia, se dedicaban a lo mismo, como Antonio Gasalla, Perciavale, Pinky, Nacha Guevara, Ángel Pavlovsky (ahora en Madrid), o Jean François Casanova, llegado a la Argentina en los ‘80. “Era maravilloso -recordó Martínez-, y tuve la posibilidad de contactarme con ellos, ver de cerca el género que me atraía”.
-¿Por qué decidiste reponer este material?
-Ganas. Me parece que El Martínez Miusijol, en mi trabajo de actor de tantos años, es como mi carta de presentación. Es el espectáculo que más me nombra, que más me representa. Me identifica. Como actor, es el género donde mejor puedo estar, donde mejor me expreso, pese a que me atraen todos los rincones y las disciplinas del teatro: la dirección, el vestuario, lo visual en general, la coreografía. Pero acá hay una incursión generalizada, como una metástasis absoluta en el mundo del teatro y en el escenario, donde me meto de cabo a rabo, escribiendo, generando situaciones, hasta incluso algunas partituras, con todo respeto a los músicos. Extraigo de cosas que he tenido la suerte de hacer en mi carrera, algunas situaciones o monólogos, y convierto todo en un espectáculo de una hora y cuarto, que realmente es un paseo y un popurrí de escenas ligadas al género musical.
-¿Qué diferencias encontrás desde aquella representación de mediados de los ‘80 y esta?
-Una mirada muchísimo más serena, más aplacada. El music hall, 20 años atrás, me dominaba de algún modo. Y me parece que en ese entonces me superaba, en el sentido de que era una exigencia muy fuerte estar una hora y cuarto arriba del escenario frente al público. Mientras que ahora será una circunstancia absoluta y plenamente disfrutable, porque desde lo conceptual, lo formal, lo actoral, estoy en una instancia distinta que me da esa posibilidad. Por otro lado, en este género convergen muchas situaciones que tienen que ver con una crítica, duda o una reflexión sobre la realidad. Y si bien en ese momento recién recuperábamos la democracia, dos décadas después, lamentablemente, en algunos aspectos estamos parados en la misma situación. Por eso veo conveniente recrear este material, porque es absolutamente vigente.
-¿El guión es el mismo?
-Sí. Los contenidos son nuevos en el sentido de que cambió la mirada. Y la partitura es prácticamente la misma también. Agregué un par de situaciones y modifiqué unos términos pues lógicamente el paso del tiempo lo hizo necesario. Hay un renovado visual del espectáculo y personajes vestidos de otro modo a como lo hicieron en ese momento.
-¿Qué características son esenciales en el género?
-Hablando caseramente, tener un poco de caradurismo. Pero sin dudas, y algún crítico lo mencionó así en Buenos Aires cuando fue aquel estreno, que quien se pretende divo del teatro, del music hall, o aspira a serlo, tiene que tener una capacitación que le permita decir, actuar y cantar con idoneidad. No lo digo de orgulloso, pero creo que es real: he dedicado, desde mis 20 años, mucho tiempo y concentración a todo lo que envuelve la capacitación de un actor de comedia musical. Trabajé con muy buenos maestros la danza, en sus distintos aspectos, danza jazz, clásica y contemporánea, estando atento a otros códigos como la danza moderna, la mímica, el canto. La actuación, por supuesto, piedra fundamental del trabajo escénico. Me parece que esa es la característica fundamental, y ese don, esa necesidad de desparpajo que requiere quien pretende hacer reír o llorar a una platea que concurre a ver un espectáculo de music hall.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)