Hugo Remedi

“El Estado pierde la mayoría de los juicios no porque esté mal defendido, sino posiblemente porque los funcionarios hacen las cosas mal, cometen torpezas o dislates, que deben ser corregidos por la vía judicial”, afirmó en una entrevista con ANALISIS el fiscal adjunto del Superior Tribunal de Justicia (STJ), Jorge Beades. Dijo que la droga cambió los códigos de la delincuencia y que han crecido los índices de homicidio y delitos sexuales. Reconoció que la Justicia está en deuda con la sociedad, la que tiene una sensación muy gran de inseguridad, y que a la Policía le falta más profesionalización. Aseguró que el hambre no necesariamente genera delincuencia y que es creciente el problema de la violencia familiar. Mostró su desagrado por lo que sucede con el tema Castrillón, Rossi, etcétera, que –agregó- “son manoseos que le hacen mal a la Justicia”. “Ni mano dura, ni garantista, un justo equilibrio”, fue su definición y afirmó que no está de acuerdo con la pena de muerte.

-¿Por qué la sociedad tiene mala imagen de la Justicia?
-Yo creo que la Justicia está en deuda con la sociedad debido, precisamente, a la falta de resolución, o de solución satisfactoria de muchos casos que no solamente puedan ser calificados, o merezcan ser calificados de resonantes, sino también a veces hasta en pequeñeces. Hay una sensación muy grande de inseguridad y a veces el hecho de que los responsables de esos hechos no sean debidamente sancionados es lo que provoca, precisamente, una cierta sensación de descrédito en la opinión pública.

-El juez, ¿por qué dejó de ser un señor?

-Es una pregunta un poco difícil de contestar en pocas palabras, porque yo creo que todo esto obedece a un proceso de deterioro que se ha ido dando en la sociedad contemporánea. No sólo en nuestro país sino en todas partes. Antaño un juez estaba poco menos que en un pedestal, hoy en día es un ciudadano más que no es, siquiera, en muchos casos bien visto, es criticado, y esto hay que encontrarlo en varias razones, en varios motivos. Uno es, diría yo, la falta de respeto o el sentimiento que se ha perdido en cuanto al respeto al principio de autoridad. Eso es letal. En segundo lugar porque a lo mejor el nivel intelectual de algunas personas que puedan haber accedido a la función pública en el carácter de magistrado o funcionario del Poder Judicial pueda haber dejado que desear y en ese sentido sus fallos, sus dictámenes, sus opiniones, lo que fuera, no han resultado acordes a las circunstancias, o no han estado a la altura de las circunstancias. Pero en general es un proceso de deterioro al cual el Poder Judicial no ha sido ajeno y con muchas o pocas razones que han existido y existen actualmente se ha ido dando ese progresivo deterioro de la imagen de lo que es un juez.

-¿En relación de lo que la Justicia no resuelve, hay muchas cuestiones que convergen para que ello suceda? A propósito, ¿a la Policía le falta profesionalización?
-Le falta quizás más profesionalización, más estudio, más dedicación, pero aparte le falta también toda otra serie de cosas que no hacen estrictamente a la persona en sí del funcionario, sino a todo su entorno, vale decir: mayor cantidad de recursos, mayor cantidad de medios como para que se puedan manejar con mayor libertad. Eso es lo fundamental.

-Uno de los graves problemas de la Justicia, y que usted también hizo referencia, es que la gente por ahí reclama en relación a la lentitud con que se desenvuelve muchas veces porque no tiene todos los recursos necesarios. Quisiera que me enumere cuáles son los principales problemas que enfrenta la Justicia. ¿Cuánto tiene usted de abogado?
-Bueno, de abogado… yo me recibí en el 73, 72.

-Treinta y cuatro años ya tiene… ¿Qué cambió de cuando usted ingresó a la Justicia a hoy, además de la lentitud?
-Bueno, la lentitud quizá siempre existió porque el Poder Judicial creo que nunca se ha caracterizado por ser tremendamente ejecutivo o expeditivo. Lo que pasa es que hoy en día hay un mayor índice de litigiosidad, hay mayor cantidad de causas y el Poder Judicial no ha crecido en la misma proporción en que ha crecido la demanda del servicio de justicia. Entonces nos vemos con organismo judiciales, o jurisdiccionales, abarrotados de trabajo, sobrepasados en sus posibilidades, colapsados como se ha dicho últimamente y lo ha reconocido el propio Superior Tribunal de Justicia. Pero eso se debe, fundamentalmente, a que, insisto, el Poder Judicial no ha crecido en la misma proporción en que ha crecido el índice de litigiosidad. Sin perjuicio de eso también se pueden apuntar algunos problemas de burocracia judicial que a lo mejor podrían salvarse por vía de oportunas reformas a los códigos de procedimientos de manera tal que se pudiera así llegar a instrumentar procesos más veloces, más expeditivos y con una respuesta a la demanda de los justiciables más inmediata.

-Da la impresión de que ha bajado la edad de la gente que empieza a delinquir, así como en lo que hace al consumo de drogas y alcohol. ¿Cuál es la edad en que mayormente se delinque? Porque, se sabe, bajó la edad de los que empiezan a delinquir y algunos estudios aseguran que el mayor porcentaje se da en jóvenes que no superan los 30 años.
-Aparentemente sí, serían esos los extremos: desde adolescentes o de gente muy jovencita, casi niños a veces que están ingresando a la actividad delictiva, hasta personas, como dice usted, de 30 años pero que en realidad pueden subir. O sea, no hay un límite en cuanto a la edad más alta.

-Da la impresión, cuando uno ve la cantidad de juicios en marcha, que los imputados tienen no más de 20 a 30 años.
-La mayoría son jóvenes.

-¿Usted está de acuerdo con bajar la edad de la imputabilidad?
-Eso es una cuestión de política criminal, de manera tal que si se baja o no se baja no creo que afecte demasiado a lo que ya está ocurriendo. La cuestión pasa por prevenir el delito y no por reprimir solamente, o pensar solamente en reprimir. Yo creo que acá hay una cuestión de base social, de base moral, de base económica, y creo que a esas causales son las que hay que atacar antes que pensar en modificaciones a la ley penal en lo que respecta a la disminución del límite para la imputabilidad.

-¿La droga cambió los códigos de la delincuencia?
-Yo creo que sí, yo creo que sí. Cuando yo… recuerdo que ingresé como juez de Instrucción, con el retorno de la democracia, allá por 1984, prácticamente cuestiones de drogas acá en Paraná no se veían. Y eso paralelamente llevaba a que los delitos que se cometían no fueran tan graves, tan bárbaros, tan irracionales como los que se ven hoy en día.

-Eso le iba a apuntar: tanta violencia y tanta agresividad tiene que ver con la droga.
-Exacto. Para mí no hay ninguna duda, no hay ninguna duda de esto. Fíjese que yo en el año 84, 85 tenía a lo mejor un homicidio cada tres meses y ahora cuántos hay por semana, delitos…

-¿Esto tiene que ver con lo mismo?
-Tiene que ver, tiene que ver…

-Sí. ¿Y el alcohol?
-El alcohol incide también.

-Doctor, ¿las cárceles están llena de inquilinos pobres?
-Sí, sí. Lamentablemente las cárceles están instrumentadas para la gente de menores recursos.

-¿Y se convierten definitivamente en academias del delito?
-De alguna manera sí, debido a la ociosidad que se vive dentro del régimen carcelario. Yo acabo de visitar la semana pasada la mayoría de las cárceles del interior y no vi demasiada diferencia en lo que vi, por ejemplo, el año anterior, en cuanto a que los presos en su mayoría están sin hacer nada, se pasan el día entero sin tener ningún tipo de ocupación y hacer absolutamente nada útil, ni para sí mismos, ni para los demás. A lo mejor nos encontramos con una pared que está sucia, que está con manchones de todo tipo y no son capaces a lo mejor de ofrecerse como voluntarios para ir a pintar, o para arreglar algo, o para colaborar de alguna manera para que ellos mismos puedan estar mejor en el ámbito donde están viviendo.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)