Claudio Cañete
Sultanino tiene un patrimonio de 30.000 títulos de libros de todos los géneros y la misma cantidad en discos de vinilo; también toda clase de revistas, que van desde las actuales hasta las más históricas, que datan de fines del Siglo XIX. Todo el tiempo vienen al local coleccionistas de Santa Fe y Buenos Aires a comprar rarezas que en otros lados no consiguen. Sus anaqueles guardan dos incunables del Siglo XVIII pero todavía no apareció un cliente que los pueda comprar. Hace pocos días este particular comercio se trasladó de su antigua dirección y reabrió en su nuevo local, en un altillo de Monte Caseros 616. Rubén Medina, su dueño, relató en diálogo con ANALISIS la historia de un negocio que ya lleva más de 30 años en el medio.
A fines de los años ‘80, Rubén Medina era un comerciante de los tantos que en Paraná sufría la crisis económica en los años de la partida de Martínez de Hoz del gabinete de la dictadura militar y el fin de la época de la Plata Dulce. Justamente en junio de 1978, cuando comenzaba el Mundial de Fútbol, abrió su local en calle España, soñando otras perspectivas. Cuenta él –a la hora de hacer memoria- que no sabía qué nombre ponerle al lugar, pero que en aquellos días estaban muy de moda unos zapatos para chicos importados de Italia, muy caros, pero tan lindos que la gente los compraba igual. La marca era Sultanino, que en italiano es algo así como pequeño Sultán o Sultancito. Y ése fue el nombre que finalmente escogió.
En los días de la Tablita cambiaria se le complicó el panorama porque los bancos lo intimaban a pagar los créditos que sacaba para mantener el negocio y él, a su vez, tenía que salir en su auto por los barrios a cobrar las cuotas de las compras a sus clientes, víctimas también de la malaria económica. La mano venía dura, así que pensó innovaciones como para intentar salir adelante.
“Vendía ropa de chicos y zapatos, todo a crédito, tenía que andar en el auto por los barrios cobrándole las cuotas a la gente, eso fue cuando se agudizó la crisis económica después que se fue Martínez de Hoz. Era una crisis más o menos como esta. Tenía que encontrar una salida. Yo soy un ávido lector desde los 10 años, a esa edad empecé a leer libros. Me encantaban, tenía un montón y los conservaba. Así que en esos días de la tienda de ropa me di cuenta de que los tenía como presos porque una vez que los leía quedaban ahí, en los anaqueles de la biblioteca, y no los volvía a leer dos veces. Ahí empecé a amasar la idea de vender libros en el negocio. Encima, un cuñado mío era viajante de las discográficas, vendía casetes y discos, todavía no estaban los compacts. Entonces le empecé a comprar para sumarlos al local. Y le agregué todo eso a la ropa: música y libros. Eso fue para la época del 83 en que Raúl Alfonsín asumió la Presidencia”, recordó.
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