Luis María Serroels (Especial para ANALISIS)
La lucha de la prensa por mantenerse preservada de presiones, ataques y cualquier conducta de sometimiento es histórica. De estas mañas se han valido los que mueven las palancas de distintos sectores de poder, tanto en el orden estatal como privado. Durante la última dictadura militar, fueron casi un centenar los periodistas asesinados o desaparecidos. Acallar al periodismo siempre ha sido una tentación de los mandamás. La técnica del apriete, la amenaza anónima y el manejo discrecional de los fondos publicitarios, que se utilizan como tabla de premios y castigos, son un modo execrable de manipuleo al que no pocos se entregan con mansedumbre y hasta llegan a disfrutar de esta mala praxis intelectual que se procura cohonestar con los altos dividendos financieros que genera.
A la verdad de la ofende con la mentira, pero también con la omisión. El uso de las “fuentes generalmente bien informadas” es un artilugio que se emplea con mala fe para sostener una falacia. Y esto puede ocurrir mediante escritos, pero también con imágenes. Se puede mentir con retazos de verdades, mediante la palabra, el escrito, la fotografía o la imagen viva y existen medios masivos que renuncian a códigos básicos.
Hoy se advierte una inclinación casi obsesiva en la clase política para quedarse con medios de comunicación de las distintas vertientes. Se observa con gran preocupación la metamorfosis que se registra en el pensamiento de diversos medios del país, que sin pudor alguno cambian su bitácora y toman nuevos rumbos. Ello se advierte en el sesgo abrupto o progresivo en las líneas editoriales, donde indubitablemente está la presencia de fuertes estimulantes que adquieren un enorme y atractivo poder de convencimiento.
Desde los altos funcionarios reacios a ofrecer ruedas de prensa o hacerlo con condiciones inadmisibles (por ejemplo someter a sorteo quiénes podrán interrogar, limitarse a una sola pregunta sin posibilidad de repregunta y dar abruptamente por terminado el encuentro cuando el aire se torna espeso), las relaciones del periodismo con el poder político van cayendo en un clima cargado de rarezas que instalan no pocos resquemores.
El ministro de Propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels, era siniestro pero inteligente. Los huevos de la serpiente que andan pululando por esta época terminan siendo simples aprendices, porque no hay cosa más triste que girar 180 grados en las ideas editoriales, sin evitar que se note.
Escuchábamos en un programa radial un comentario muy atinado referido a la falta de preguntas del periodismo durante una conferencia de prensa convocada para desacreditar una falsa información dando los elementos que sustentaban tal desvirtuación. Las características esenciales de este tipo de encuentros es que aquello que no haya quedado claro o de lo que no se habló, puede ser abordado con ávida intención de ampliar el conocimiento y darle oportunidad al convocante de explayarse para enriquecer el diálogo. En definitiva, asumiendo el interés informativo del ciudadano.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
