Juan Cruz Butvilofsky

El capitalismo tiene reservado para gran parte del pueblo un lugar en la marginalidad. Millones de personas a diario deben asumir su rol de mano de obra barata para lograr resistir mes a mes y garantizar lo elemental para su familia. Isabel no escapó nunca de esa realidad: la de romperse el lomo para conseguir lo elemental para la vida. En tiempos donde las desapariciones estaban a la vuelta de la esquina, ella vivía otro cruento pasar. A su marido lo dejaron sin trabajo y la madre de los seis hijos de esa familia que vivía en el barrio La Floresta de Paraná tuvo que salir a trabajar para sostener el bienestar de sus pequeños hijos.

El tiempo pasó y sin embargo su realidad no cambió mucho. A pesar de que con el retorno de la democracia su marido recuperó su puesto, la plata no alcanzaba y se sostenían gracias al trabajo de ambos y a las tres escuelas que albergaron a sus hijos a diario en sus respectivos comedores. De esa manera, explicó Vergara a ANÁLISIS, lograban llegar como podían a fin de mes con la panza llena y el corazón relativamente contento.

Pero los siniestros de siempre tenían reservado un lugar mucho peor para esa mujer que hoy tiene 66 años y destila amor, comprensión y dolor en cada palabra. La mañana del 16 de junio de 1994, el tercero de sus hijos, Martín Basualdo, salió en compañía de su amigo Héctor Gómez para buscar pañales en la sede del Instituto Obra Social de la Provincia de Entre Ríos (Iosper) ubicado en la calle capitalina Andrés Pasos, entre Salta y San Juan. En esa zona fue la última vez que se los vio con vida a los jóvenes cuyo paradero aún se desconoce. Son desaparecidos bajo la lógica del último golpe cívico militar, en tiempos de democracia y de supuestas garantías en materia de derechos humanos.

(Más información en la edición gráfica número 1026 de la revista ANALISIS del día 24 de septiembre de 2015)