Nicolás Arredondo está dando un paso trascendental para todo su colectivo social. Es la primera vez que se da a conocer su verdadera identidad, a pedido de él y su familia. Después de haber sido violado en su ámbito laboral, en un tinglado con talleres de la Municipalidad de Viale, está muy cerca de alcanzar su objetivo: llevar a juicio oral a Jorge Maynard.
Natalia Buiatti
Niños trepan los juegos. Se tiran por toboganes coloridos y corren. Otros se hamacan o atraviesan los túneles formados con tubos de plástico amarillo. El sábado 1 de julio, el polideportivo municipal de Viale está cargado de personas. Hay adultos en el lugar. La mayoría toma mates mientras cuidan de los más chicos. Una serie de vehículos estacionados, uno al lado del otro, se ubican debajo de un cordón de palmeras altas. Esos árboles hacen una especie de barrera de contención en el lugar de juegos infantiles. Por fuera rodean pequeñas arterias empedradas.
El reloj marca las 16 y un sol suave da calidez al ambiente. Un auto amplio rueda despacio sobre esas callecitas internas del poli. Arriba va Nico, el nombre real del protagonista de esta historia -a pedido de él y su familia, la identidad se publica por primera vez-. Lo acompaña su mamá, una mujer sonriente y de trato afectuoso. Al volante va su hermano, el hombre que se ocupó, durante los últimos cuatro años, de alzar la voz para sacar adelante una causa judicial. Los tres llevan un peso inmenso, un dolor que elaboran como pueden, con relatos, con palabras sueltas, con gestos y ademanes y, sobre todo, con aprendizajes.
Nico tiene 35 años y una condición de discapacidad. Cuando nació, el diagnóstico fue un cromosoma más que la generalidad de los bebés. El Síndrome de Down es su modo de vida, uno más en la diversidad humana -aunque el sistema se ocupe de segregar y excluir otros modos de ser-. Eso significó que siempre -y aún en la actualidad- debió hacer más esfuerzos que el resto de las personas para adaptarse a una sociedad que, en lugar de incluirlo, en el mejor de los casos lo integró y en el peor de los casos lo discriminó.
Viale está ubicada a unos 60 kilómetros de Paraná. Es la localidad que siempre alojó a Nico. Él se educó en esa ciudad, hizo amigos y consiguió trabajo. Una mañana de diciembre de 2016, mientras barría el tinglado municipal, el ex encargado del lugar Jorge Maynard lo llevó a un baño y lo violó. Ese fue, seguramente, el episodio más traumático de toda su vida. Pese a los casi cinco años que pasaron, Nico nunca dejó de expresarlo. Lo dice con sonidos, con palabras, con gestos y dibujos. Claro que nunca pudo contarlo como la mayoría de las personas, lo hizo a su modo. Cuando le pasó, se fue caminando solo por las calles. Un patrullero lo encontró cerca del polideportivo, saliendo de la ciudad. El auto de la Policía lo siguió hasta que Nico traspasó los límites de un cultivo y caminó campo adentro hasta perderse. “Lo trajimos y no quería saber nada. Al otro día no quería ir a trabajar, se tiraba al piso”, recordó Ana Quirolo, la mamá. No quería comer, tampoco quería ir a trabajar. Estaba de mal humor y se negaba a salir. Se tiraba al suelo y ofrecía su máxima resistencia cuando su mamá le decía que debía ir al galpón municipal, a barrer el piso.
(Más información en la edición gráfica número 1122 de la revista ANALISIS del jueves 8 de julio de 2021)
