Caso Furno: memoria sobre un asesinato impune

Caso Furno

Carlos Furno, a la izquierda de la foto. (Imagen publicada originalmente en Paralelo/32).

De ANÁLISIS

Memoria Frágil (Canal 9 Litoral) trató este sábado el asesinato del empresario del transporte Carlos Fruno, el 16 de febrero de 1990 en Paraná. Al empresario del transporte, dueño de la firma San José, lo mataron un viernes de 1990, a media tarde. Hacía calor en ese 16 de febrero y el empresario ingresaba por el portón principal del galpón donde se guardaban los coches, en calle Pascual Palma al 500, cuando recibió un disparo por la espalda.

El sicario tenía no más de 35 años y la misma altura que Furno. Era de cuerpo fornido, de muy buena musculatura, con pelo medio crespo, color oscuro, muy corto. La cara era bien llena y de frente ancha. Así lo recordó el único testigo, un empleado que estaba adentro del galpón,  que escuchó el estruendo y cuando se dio vuelta vio a Furno abatido, de rodillas y con la cabeza entre las piernas.

Antes de salir corriendo, el atacante le dio dos disparos más al empresario, se guardó el arma homicida en la cintura y huyó del lugar.

“Del hecho me enteré a través de un superior que me dijo que tenía que ir a calle Pascual  Palma, entre Carbó y Villaguay, porque había ocurrido un hecho de sangre. Me fui hasta el lugar, era el galpón de la empresa San José. Habían agredido al señor propietario, el señor Furno. Llego al lugar y tengo que hacer el acta de inspección, el croquis y un informe preliminar para posteriormente elevarlo al Juzgado como una causa que se instruye, un sumario”, recordó el primer oficial que estuvo en el lugar, Román Ojeda. “Cuando llegué lo único que vi es sangre, un poco de sangre y un hilo que corría por el piso. No era tanto tampoco. Fue lo que me impactó y es lo que recuerdo en este momento”.

Furno fue socorrido por algunos de sus empleados y llevado de inmediato al Hospital San Martín en la caja de una camioneta. Llegó muerto, por la gravedad de las heridas. El subcomisario médico Rogelio López Vargas informó en su escrito que Furno presentaba “dos heridas circulares de aproximadamente un centímetro de diámetro con signos compatibles” en el pecho y otra debajo de la oreja derecha. A ello se sumó un escrito del perito en balística, oficial ayudante Ángel Iturria, en el que constaba que se usó un arma "de doble acción, tiro a tiro, con tambor volcable a la izquierda y capacidad para seis cartuchos". La pericia forense estuvo a cargo del médico Luis Moyano, a pedido del juez de la causa. Según su dictamen, “uno de los proyectiles quedó alojado en la cavidad craneana: era de aproximadamente 17 milímetros de largo por 10 de ancho". También presentaba dos orificios "en región dorsal del tórax". La causa del deceso fue "traumatismo de cráneo por proyectil disparado por arma de fuego, paro cardíaco en sístole por hemorragia masiva por perforación de arteria pulmonar".

“Recuerdo este hecho que fue en calle Pascual Palma, cerquita del Hospital San Martín. Fuimos al lugar del hecho y nos encontramos con un portón grande de ingreso a los colectivos, donde se le había producido la muerte a Furno. Viene el personal de Investigaciones, comunica al juez y llama al personal técnico de Criminalística. Así que intervenimos, empezamos a buscar evidencia. Llegamos, empezamos a buscar y recuerdo que en el pasillo de ingreso, que hacia la derecha estaban las oficinas comerciales y después estaba el galpón, donde guardaban los colectivos. En ese ingreso que tenía una cierta inclinación, porque teníamos que subir. En un costadito había un proyectil de plomo desnudo, deformado. Ese proyectil, evidentemente había sido uno de los proyectiles que había atravesado el cuerpo de la víctima”, describió el perito balístico que intervino en la investigación.

Ángel Iturria agregó que hicieron “el levantamiento de esa evidencia”. “Después se llevó al laboratorio y la tarea que se hizo con ese proyectil es una comparación microscópica de sus características. Nosotros tenemos en criminalística un microscopio comparador, que a diferencia del microscopio biológico que tiene un solo objetivo, el comparador tiene dos objetivos y permite comparar. Ver dos proyectiles por ejemplo. Hasta ese momento no teníamos arma sospechosa, nada. El señor Furno tenía en su cintura un revólver, calibre 32. Y con posterioridad en la investigación se secuestra un revólver calibre 38 con el cual se hizo una pericia y arrojó correspondencia.  El proyectil con el arma secuestrada. Revólver calibre 38”.

“Se hizo la pericia del revólver que llevaba en su cintura. Evidentemente él ha tenido una sospecha o llevaba el arma como medio de protección personal, o habrá tenido alguna amenaza”, consideró.

El vínculo político

Los primeros en declarar fueron integrantes de los familia Bioletti, quienes desempeñaban funciones en la empresa. Uno de ellos dijo que no sabía si su tío estaba amenazado, pese a que había constancia judicial en el expediente. Solamente reconoció que estaba en una pelea de intereses con otras empresas, por el servicio entre Paraná y Buenos Aires. Furno era presidente de la Asociación de Empresarios del Transporte Automotor (AETA) y venía realizando diversas gestiones en la Nación, a través del diputado nacional César Jaroslavsky, de la UCR entrerriana.  

Sergio Solari, que fue secretario privado de Jaroslavsky, rememoró: “Yo tengo conocimiento de esa relación, de Chacho Jaroslavsky con Carlos Furno, ya que fui ocho años secretario privado de Chacho. Desde el 83-84 hasta el 91 que él terminó su Diputación nacional. Yo ya conocía a don Carlos Furno de Paraná, él siempre estuvo en calle Pascual Palma, uno tiene sus relaciones en Paraná y ya lo conocía y profundicé esa relación a partir de la amistad, de la estrecha relación que tenía Chacho con don Carlos Furno”.


César Jaroslavsky.

“Furno era una persona muy emprendedora, muy metedora, como al tiempo de antes, personas que se manejaban solos, con firmeza, no le tenían miedo a lo que era, por ejemplo en aquel entonces, después esto se fue terminando, fue la mafia del transporte. Ahí fue cuando él intensificó sus viajes a Buenos Aires, a verlo a Chacho, para que Chacho que era presidente del bloque y prácticamente la segunda persona en importancia después de Raúl Alfonsín ya que salía todos los días por televisión por su defensa que hizo del gobierno. Esto le permitió a Carlos verlo toda la cantidad de veces que lo requería su tramitación en la Secretaría de Transporte, donde él solicitaba que le entreguen el permiso de su empresa San José, de Paraná a Buenos Aires y Buenos Aires Paraná. Ese tramo no se lo autorizaban, lo tenían a cuenta, por la propia mafia que era en aquel entonces. Recuerdo que quien ejercía el monopolio de todo el país, de todas las líneas era Tata Rápido. No nos olvidemos que cuando queríamos ir a Buenos Aires, Córdoba o Rosario, fundamentalmente a Buenos Aires, teníamos que tal vez esperar dos o tres días de la demora porque salía uno o dos colectivos y no les importaba si quedaba gente en la terminal”, acotó Solari.

La relación con otros empresarios del transporte

Jorge Basa, empresario del transporte conoció en persona a Furno. “Cuando yo lo conocí a él tenía sólo 25 años. Habíamos comprado la empresa El Entrerriano que era de un señor Piacenza de Hernandarias. Bueno, medio como que las primeras cosas que me dijo ‘mirá, de la ruta 126 para arriba, hacé lo que vos quieras, ahora no te cruces para el lado de la ruta 18. Porque era la ruta que iba a Concordia-Villaguay. Toda esa zona, desde esa ruta hacia la Costa del Uruguay la manejaba él con su empresa San José. Luego vino Ciudad de Paraná. Y con posterioridad su empresa más Ciudad de Gualeguay, de Mesina, más la empresa ésta, formaron lo que es Transporte Entre Ríos, que fue de avanzada porque hicieron Buenos Aires a través  de la provincia, pasando por Diamante, Victoria, Gualeguay. Sirvió mucho a la provincia, era un tiempo en Brazo Largo Zárate cruzaban en balsa los ómnibus”, relató.

La familia y la empresa

El empresario había pasado por algunas situaciones violentas en los últimos años de su vida. El 4 de octubre de 1984, a raíz de una disputa por cuestiones económicas, tuvo una pelea violenta, con su hermano Oscar Enrique -que falleció en el '85-, lo que derivó en una causa que llevó adelante el juez de Instrucción Jorge Beades. Los hermanos tenían una empresa en común, pero decidieron separarse. Carlos Furno y la familia Bioletti se quedaron con San José, mientras que los otros hermanos de Furno optaron por el desarrollo de la firma Ciudad de Paraná. Tres años después Carlos Furno tuvo otro episodio extraño. Una persona llegó hasta la puerta de su casa, comenzó a extorsionarlo e intentó asesinarlo con un arma especial: una lapicera, confeccionada de tal forma que, mediante un mecanismo, podía disparar una o dos balas. El hecho no se concretó porque el visitante tuvo un problema con su arma -sencillamente se le trabó- y Furno, al notar que la birome no era tal, se le abalanzó. El individuo se fugó, luego fue detenido, pero nunca trascendieron mayores detalles en torno a los motivos del extraño episodio.

“En lo que hace a la causa del crimen, por el esquema de lo que acabo de relatar, nosotros no teníamos conocimiento global de todo lo que Carlos gestionaba o hacía, teníamos conocimiento de la parcialidad que nos tocaba. Por lo tanto no pudimos aportar a la investigación más datos de los que teníamos que eran pobres en ese sentido”, contó el abogado Héctor Fischbach que trabajó con Furno. “La gente atribuyó su muerte a distintas causas. Causas políticas, causas que tenían que ver con las líneas, de todo tipo. Pero la verdad es que a los indicios nosotros no los teníamos, no pudimos aportar nada, lamentablemente”, recordó.


Vicente Bioletti, uno de los sobrinos de Furno fue condenado varios años después por una cocina de cocaína. 

La investigación

El expediente por el crimen de Carlos Furno no se movió durante casi dos meses. Se activó el 16 de abril de 1990. Ese día, un automóvil con cuatro ocupantes fue interceptado por la Policía, camino a Diamante, tras una denuncia en Paraná por el robo de dólares a un denominado arbolito. En el coche se encontraron cuatro armas, según la información que se le acercó al juez Raúl Herzovich. El operativo de detención lo encabezó el jefe de Operaciones y Seguridad de la Jefatura Departamental Diamante, el comisario principal Miguel Leonardo Peralta, ya fallecido y participaron dos integrantes del Comando Radioeléctrico de Paraná.

A los pocos minutos también se incorporó al operativo una camioneta de la División Investigaciones, liderada por el comisario José Gutiérrez, hermano de otro comisario: Atilio Gutiérrez. Cada uno de los capturados fue llevado en vehículos diferentes. A todos les pusieron capuchas y les ataron las manos con alambres. Ninguno de los policías profundizó en la requisa dentro del auto. Peralta ordenó que era mejor hacer todo en la sede de la Departamental.

Los cuatro detenidos eran militantes del peronismo y la izquierda, quienes habían llegado a Paraná invitados por el entonces diputado nacional justicialista José Carlos "Conde" Ramos y estuvieron alojados en el complejo del Túnel Subfluvial. El más conocido era Eduardo Néstor Soares, ex detenido político en la última dictadura y conocido dirigente vinculado a derechos humanos. Y el hecho generó una fuerte repercusión política e incluso citaron a declarar a la Cámara de Diputados de la provincia al entonces ministro de Gobierno, Hernán Orduna  y al director Aníbal Vergara, ambos funcionarios del primer gobierno de Jorge Busti.

Cuando llegaron a la sede de la Jefatura Departamental Diamante, el comisario Peralta encerró en una pieza a uno de los detenidos: a Néstor Soares. Peralta le exigió respuestas sobre una pistola Browing 9 milímetros y un revólver 38 supuestamente encontrado en el auto. Soares le insistió que solamente llevaban en el coche una pistola 22 y un revólver 32. Peralta ordenó que los volvieran a atar, los cargaron de nuevo en vehículos policiales y viajaron a Paraná. En el trayecto hubo una permanente tortura psíquica: "Cargaban las pistolas y accionaban en falso el gatillo en nuestras cabezas", declararon luego. Era la clásica ruleta rusa. Pasaron tres días hasta que fueron derivados a la Unidad Penal Número 1.

Casi tres meses después de las detenciones de las cuatro personas, el 10 de julio, un recluso que se encontraba en la Unidad Penal Número 1 pidió concurrir a Tribunales para declarar en una causa nunca determinada. En realidad quería encontrarse con el juez Herzovich, a quien le pasó un dato: que entre las armas secuestradas a los detenidos, estaba la pistola que había asesinada a Furno. El 20 de julio llegó el peritaje de Criminalística, confirmando que la pistola 38 secuestrada, era la utilizada para matar al empresario. Estaba claro que alguien le había plantado el arma en el despacho de Herzovich. El juez entendió que el caso estaba cerrado y había que elevarlo a juicio y en eso coincidía con la entonces fiscal Susana Medina de Rizzo, quien había recibido amenazas telefónicas días antes, en relación al sonado caso.

Como abogada de los imputados se presentó Claudia Mizawak (foto de Mizawak), quien apeló la resolución de Herzovich. En su escrito remarcó las desprolijidades del procedimiento de detención en Diamante y el manejo que se hizo con armas que no se encontraban en el vehículo, que fueron determinantes para el procesamiento de las cuatro personas, con respecto al crimen de Furno.

Juicio

El ex camarista Felipe Celli recordó el caso y el debate judicial que se llevó adelante. “Con Raúl Herzovich debo decir que hablé muchas veces, pero transitábamos ideológicamente caminos muy distintos. Él era un hombre muy afín con el funcionamiento de la Policía, era un hombre muy afín con toda la instrucción militar y con todas esas cuestiones. En varios casos, entre ellos, el que estamos tratando de rememorar y el caso Otero, él confiaba ciegamente en algunos oficiales de la Dirección de Investigaciones, que después resultaron que no eran confiables del todo. Yo nunca dudé de la entereza moral y la formación jurídica del juez Herzovich. Pero sí creo que él cometió errores en los cuales fue inducido por una mala investigación policial”.

A mediados de noviembre de 1991 asumió como juez de Instrucción de Paraná el abogado Héctor Eduardo Toloy. Tanto él como Susana Medina de Rizzo -que era agente fiscal y también ascendió a jueza- juraron ante el Superior Tribunal de Justicia. Al crearse nuevos juzgados, hubo una división de causas. El expediente del crimen de Furno cayó en manos de Toloy y de la agente fiscal Susana Echaniz.

“Efectivamente llegaron a nuestra Cámara, la Sala Primera dela Cámara del Crimen, tres imputados de este grave hecho. Los tres quedaron impunes y lo que recuerdo fue la gran conmoción en la opinión pública porque uno o dos de los imputados no eran de Paraná, de Buenos Aires. Había uno de ellos que decían que era, en ese tiempo, arbolito. Que había andado en la zona céntrica de Paraná, en la zona de la Peatonal vendiendo y comprando dólares. Y que era uno de los principales sospechosos. La particularidad del caso también se dio, porque el abogado defensor de uno o dos de esos imputados, fue el abogado hoy kirchnerista, en ese tiempo representante del PC, Eduardo Barcesat”, recordó Celli.

Iturria añadió que “desde el punto de vista pericial, nos centramos en esto, en aportar la prueba a la Justicia y por ahí la prueba, no convence a la Justicia. Si bien se encentra el proyectil y en el lugar del hecho, es una prueba contundente. Cada arma tiene características que le son propias y exclusivas a esa arma. Esas características están en el interior del cañón”.

“Seguramente a la Justicia con esa sola prueba no le alcanzó, a lo mejor no pudo determinar si realmente al momento del hecho, esa arma era empuñada por estas personas que se llevaron a juicio. A lo mejor eran otras personas que tenían el arma, que la compraron con posterioridad o que la prestaron. Entonces seguramente no se pudo vincular. Hoy en día hay mucho más tecnología”.

El 27 de noviembre, Echaniz consideró "completa" la instrucción de la causa y envió a Toloy un escrito de catorce carillas, haciendo una síntesis del expediente, de más de seiscientas fojas. Al final decía: "Considero que el dicho de un solo funcionario policial que afirma categóricamente que el arma homicida estaba en el vehículo de los imputados y atento a las testimoniales efectuadas con referencia al acta de secuestro, ésta no es suficiente para procesar a Soares, Michelena, Funes y Santamaría, ya que no surge prima-facie de la prueba producida ningún indicio de que alguno de ellos hubiera sido el matador de Furno, ni estuvieran en Paraná el día del hecho". La fiscal pidió el sobreseimiento que Toloy resolvió el 4 de diciembre, basándose en los argumentos de Echaniz.

Dieciocho meses después de haber sido detenidos, el juez dispuso la libertad de Soares, Michelena, Santamaría y Funes. El magistrado dictó la "falta de mérito" y levantó la prisión preventiva. Toloy consideró  que no había "elementos de convicción suficientes para sostener contra todos un juicio de recriminación, por cuanto los mismos prueban -con abundantes testimonios- el no haber estado en esta ciudad el día en que se produjo el homicidio de Furno y, además, no fueron reconocidos por el único testigo presencial", aunque añadió que entendía que la investigación no estaba "agotada”.

La última resolución de Toloy sobre el caso Furno fue el 29 de mayo de 1992, cuando dictó el sobreseimiento definitivo de Soares y sus amigos. Nunca más se citó a persona alguna. La investigación quedó prácticamente a fojas cero y con varias líneas a profundizar. Los Furno-Bioletti olvidaron por completo el crimen del empresario. Su sobrino, Vicente Tito Bioletti (foto Bioletti), años después pasó a ser noticia, al ser condenado por la justicia federal por sus vinculaciones con el narcotráfico de Paraná.

La muerte irresuelta

“El impacto de su muerte, es lógico que fue algo muy duro. Sabíamos porque él lo mostraba que andaba armado. Era una persona muy dura. Ahora, quién o cómo, no lo sabemos. Sé que, por dichos, que por ejemplo cuando iba a Buenos Aires, no siempre paraba en el mismo hotel. O sea que él, como que sabía de que algo no andaba bien o que podía sufrir algún atentado o algo así. Cuando vende Transporte de Entre Ríos, por otro lado él tenía otra empresa, la cual era San José que hacía Buenos Aires, o sea que se decía que había tenido discrepancias muy fuertes con la gente de Tata Rápido que era la empresa que históricamente hacía Buenos Aires”, consideró Basa

“No estoy en condiciones de hacer una afirmación contundente sobre cuál habría sido, o podría haber sido el móvil de este crimen, pero no descarto dos o tres hipótesis. Una que ya en ese momento era bastante fuerte, era que en el trasfondo del manejo de esta empresa, hubiera habido una cuestión de lavado de dinero, fuerte. También se habló muy fuertemente de una enorme disputa familiar por el manejo de la empresa, por el manejo de los fondos. También se habló en varios momentos de que el encargado de llevar a cabo el homicidio, había sido un sicario, un hombre profesionalmente pagado para llevar a cabo estos tan deleznables fines. Por lo cual, no estoy en condiciones, ni creo que nadie, de arrimar una hipótesis que fuera bastante verosímil. Son simples hipótesis que se tejieron, y más en aquellos tiempos donde Paraná todavía era una ciudad chica, con un acontecer criminal bastante tranquilo; que esto había conmocionado a todo el foro, a toda la ciudad. Entonces las especulaciones fueron muchas pero la verdad estuvo muy lejos de ser encontrada”, dijo por último Celli.

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