J. R.
Al ex intendente de Santa Elena y ex vicegobernador, Domingo Daniel Rossi, la condena por corrupción administrativa no lo ha dejado quieto. Con tiempo de sobra y un séquito de paniaguados a sus órdenes, no se ha detenido en la tarea de erosionar la gestión de quien fuera su intendenta suplente, Asunción Olmedo. La línea de funcionariado comunal teme que la pelea se traduzca en obstáculos a las gestiones ante los gobiernos provincial y nacional. No desconocen que el condenado ex intendente tiene en su poder la banca que ocupa en Diputados su esposa, Patricia Díaz. Antes de abandonar el cargo, Rossi se aseguró de que continúe como secretario de Gobierno su antiguo aliado, Dionisio Gavilán, y la esposa de éste como tesorera municipal. Sin embargo la gestión actual los apartó y eso fue leído como una declaración de guerra. Rossi bombardea desde las radios que le responden en Santa Elena, mientras que Olmedo sigue intentando establecer diálogo con el Gobierno provincial para frenar la operación desgaste.
El hombre fue condenado por la Justicia, pero a la condena la sufren otros. En Santa Elena, Domingo Daniel Rossi ya no tiene la chapa de intendente y, con tiempo, dinero y voluntad, no ahorra esfuerzos en su nueva obsesión: erosionar la gestión de quien hoy ocupa el sillón que él debió abandonar al ser por enriquecerse ilícitamente y con dineros públicos. Pesa sobre él una condena a prisión y trabajos comunitarios que nadie sabe si cumple.
Sigue siendo el hombre poderoso del pueblo. Su esposa es diputada provincial, conserva para sí una hálito que se mueve al ritmo de sus caprichos y maneja algunos medios de prensa, como la FM Brisas, puestos al servicio del elogio al patrón y difamación a todo lo que no esté a su lado. De ese modo, el ex vicegobernador y tres veces intendente de una de las ciudades más pobres de Entre Ríos intenta (des)gobernar a la sombra.
En su ciudad ha insistido tanto con la historia de inocencia que logró hacer creer a no pocos seguidores suyos que ha sido víctima de algún conjuro cuasi-magnicida. El operativo había comenzado en 2006 apenas salió del edificio de tribunales, en el centro cívico de Paraná, portando en su humanidad la flamante condición preso por corrupción. No había condena firme, es cierto. Ahora sí la hay, a partir de que la Justicia reiteró –y re-reiteró– el pronunciamiento de que el ex número dos de Jorge Busti se había enriquecido ilícitamente.
Ese día de la condena inicial, Rossi salió por la puerta grande del edificio del Poder Judicial. Avanzó a paso firme y, más erguido que de costumbre, se enfrentó a la muchedumbre que había hecho trasladar hasta la capital entrerriana a cuenta de las arcas comunales y gracias a un feriado municipal para que pueda ir a apoyarlo el día en que se convertiría en preso sin detención. “Se ha probado mi inocencia”, mintió con tono de firmeza y beneplácito.
Alguna vez la historieta que suele hacer circular, de tanto en tanto, hablaba de un supuesto acuerdo, urdido en la Casa Rosada, por medio del cual el entonces presidente Néstor Kirchner le condonaría la pena para –según la febril imaginación– reparar la injusticia contra el prohombre santaelenense. Un disparate de proporción.
Silencio, hospital
En rigor de verdad, la situación no ha generado la inquietud de nadie que no sea el gobierno municipal de Santa Elena. Ni el Poder Ejecutivo provincial, con un Sergio Urribarri muy concentrado en lo que pasa en la Casa Rosada, ni entre los dirigentes y legisladores, con un Jorge Busti que quizás sabe que no es negocio inquietar a su compañera de bancada, Patricia Díaz de Rossi, han tomado contacto con las autoridades comunales, según pudo averiguar ANALISIS.
En el oficialismo reina el silencio y así en el Hospital Materno Infantil de Santa Elena, donde sobra el ruido. Convertido en bastión laboral de Rossi, ese espacio fue el escenario de una fiesta aniversario en la que la figura central fue el condenado ex intendente.
El centro asistencial –asiste laboralmente a todos los que fueron agraciados por el dedo del hombre fuerte de la ciudad– se levantó en la cáscara muerte de lo que fue el Policlínico del Sindicato de la Carne. Allí donde hubo un emprendimiento nacido a la luz de la actividad gremial de un pueblo fabril, hoy se levanta un hospital envuelto por la penumbra del clientelismo y las designaciones amistosas.
En ese semanario se ha contado sobradamente, en notas anteriores, el modo en que Domingo Rossi ha minado con sus allegados a toda la estructura estatal, aún cuando sea la Provincia la que lo sostenga. Desde su bancada como diputada justicialista, la esposa del ex intendente está haciendo las gestiones para que el centro asistencial sea solventado por el Estado provincial, aunque, claro está, bajo las órdenes del enriquecido ilícitamente.
En los primeros días de gestión de Asunción Olmedo –la intendenta suplente que se hizo cargo del gobierno municipal al haber sido ratificada la condena de Rossi– se sucedieron trabas a la distribución de programas sociales. Fue durante la gestión provincial anterior, y hoy en la Comuna temen que las malas relaciones con el suspendido ex intendente le cierren el paso a créditos de ayuda para la estabilización de barrancas y obras de saneamiento.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
