Por Daniel Enz
(desde México D.F.)
Para muchos, el obispo mexicano Marcial Maciel es sinónimo de pedofilia. Durante años, en la década del ’50, abusó de cientos de seminaristas en España, a la hora de formar a los Legionarios de Cristo y terminó siendo condenado varias décadas después de cometidos los graves hechos. Pese a las evidencias, la curia romana no quiso actuar. En 1965 Roma reconoció oficialmente la congregación de los Legionarios. Maciel tuvo la habilidad de irse ganando a importantes personajes de la burocracia vaticana, de las élites eclesiásticas y de la clase empresarial en los países por los que iba extendiendo su congregación.
Desde finales de los ´70 y hasta inicios de los ´90 fue un activo promotor de los viajes de Juan Pablo II a México. A finales de los años ‘90 el Vaticano recibió documentación por otra demanda de pederastia en contra de Maciel.
Provenía de varios ex-legionarios. Ratzinger, quien estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, optó por archivarla para que Juan Pablo II no se molestara con Maciel. Tras la muerte del Papa polaco, y siendo ya Papa Benedicto XVI, Ratzinger decidió castigar al fundador de los legionarios, pero con bajo perfil. Le exigió a Maciel que dejara Roma, que renunciara a todo ministerio público sacerdotal y llevara una vida retirada. A principios de 2008, Maciel murió sin haber respondido ante la Justicia por sus graves delitos.
—Si yo te pido que definas al obispo Maciel, ¿qué es lo primero que te aparece en la cabeza?
—Un simulador, una persona que era un mago de las inversiones. Un empresario, más que un líder religioso. Pero un empresario lleno de mañas y de trampas, de formas de simular dobles vidas, dobles conductas; de simular las formas de operar de sus empresas y los fines de sus empresas. Yo lo vería más como un empresario que como un religioso, un empresario mafioso.
—¿Y vos cómo crees que la gente lo va a recordar? ¿Lo va a odiar más por su conducta de pedófilo o por todos los negociados que hizo desde el poder que concentró?
—Yo creo que hay dos grupos. La sociedad en general lo va a recordar como un sacerdote pedófilo, un criminal, una persona detestable. Pero la cúpula, la clase pudiente, lo va a recordar como el gran constructor de una obra educativa importante, como la universidad, como la Red de Cumbres, porque ahí se ha formado esta clase; porque ahí se educaron, porque de ahí son egresados. Lo ven como el constructor de un imperio educativo y además de una obra social trascendente, eliminando incluso esta imagen de pedófilo.
(más información en la edición gráfica número 1012 de la revista ANALISIS del jueves 30 de octubre de 2014)
