Claudia Martínez
(Especial para ANÁLISIS)

Su lugar de trabajo es su casa. Su casa es su lugar de trabajo. En este juego de palabras, Omar Cano hace de su espacio algo más que un lugar donde se embellecen hombres y mujeres.

Nació en Rosario, pero hace tiempo que vive en Paraná.Siempre está acelerado y se permite esta vez bajar la velocidad para hacer la nota. Se apartó en el piso superior de su peluquería y contestó todas las preguntas.

Tiene 55 años (nació el 2 de mayo de 1962) y hace 40 que se dedica a la estética.

—¿Qué motivó que te vinieras a Paraná teniendo casi una vida armada allá en Rosario?
—Una vuelta de página en la vida. En ese momento me puse en pareja con una persona, quisimos armar otra vida, fuera de la vida que hacíamos en Rosario, quería partir de allá. En este querer irme terminé en Buenos Aires y comencé a hacer cursos con uno de los mejores: el presidente de la Intercoiffeur de Latinoamérica: Joseph Internacional. Cuando lo fui a hablar, él me abrió las puertas de las peluquerías de Buenos Aires.

Cuando tenía 14 años su abuela le dijo que quería dejarle algo. Toda su familia, es descendiente de españoles y Omar es ciudadano español.“Mi abuela Ramona Etelvina Pombo me dijo: `mirá, quiero dejarte algo que te sirva, quiero dejarte un oficio que hará que a vos nunca te va a faltar el pan en la mesa´”, recuerda.
“El tío de mi amiga Lili, amiga entrañable que vive en Rosario, era peluquero. Nosotros íbamos los fines de semana a ayudarlo y así aprendíamos. Empezó como un juego, pero aprendimos mucho de verdad. Los primeros brusshingyo los hice en la peluquería de Elder, como se llamaba el tío de mi amiga, sin haber estudiado nada de peluquería femenina”, afirma.

A los 15 se recibió de peluquero femenino en el estudio de Emilio Silver, de Rosario. Iba a dos o tres veces en la semana. El curso era una profesión y nunca lo tomó como una salida laboral.

En Buenos Aires estuvo un tiempo, pero el trabajo a destajo lo trajo otra vez por estos lados, porque según Omar “era un esclavo”.

Su amigo Jacinto fue quien lo convenció para que viniera a Paraná. “Siempre venía a pasear. Conocí a Paraná sin la peatonal… mirá si hace tiempo que venía”, agrega.

“No hubo un clic en mi cabeza. Yo sabía que no quería estar más en Buenos Aires pero tampoco quería volver a Rosario, porque uno no debe volver desde donde partió”, dice a modo de consigna.

Su amigo Jacinto, el que le dio una mano cuando la necesitaba, se había ido a estudiar a Rosario. Ahora vive en Zaragoza, pero es nacido en Diamante. “Él me dijo que me iba a hacer bien venir a vivir a Paraná, así que me ayudó a organizarme para venirme”, destaca.“Conservamos la amistad en el tiempo. Yo tenía que conseguir una casa, no tenía muchos medios y empecé de cero de nuevo”, comenta mientras sigue llegando gente a su peluquería.

En Rosario tuvo su primer salón, que duró tres años. “Había estudiado peluquería femenina con Carlos Melo. Y me recibí con muy buenas notas porque amaba lo que hacía”, afirma.

—¿Cómo fue meterte en una ciudad tan cerrada?
—Yo empecé de cero. Encontré una casa en calle Nux, con escaleras y desniveles.
Puse todo mi esfuerzo, mi amigo y mi pareja me ayudaron. Con mi pareja hace 31 años estamos juntos. Empezamos volanteando y mis primeras clientas fueronTitaVuoto, de Villaguay, y su sobrinaTeresita. También recuerdo que fue luego Pelusa Badano y todavía sigue viniendo a la peluquería
Hay clientas que hace 30 años lo siguen consecuentemente, como Teresita Pastore, entre otras. Algunas no se dejan cortar con otra persona que no sea el mismísimo Omar en persona.
“No sé qué hubiera pasado conmigo si ellas no me hubieran recibido así, ¡las quiero tanto! Porque formaron parte de lo que soy hora. Si no hubiera tenido la credibilidad… creo que les daba lo que nadie les daba: el conocimiento. Yo tenía ímpetu y saber. Tenía 24 años, era re joven.