A cien años de la Revolución de las conciencias

Edición: 
1080

A.S.*

La inspiración del movimiento reformista, que a su modo se inscribe en la mejor tradición humanista heredera de la Revolución Francesa, insta cada tanto a las generaciones que la redescubren, a replantear los conceptos de lo instituido. El filón provechoso de la Reforma cada tanto renace, convocando al desafío de pensarlo con nuevos contenidos y adaptaciones, invitando a pensar nuevas estrategias para avanzar en una sociedad más libre, más igualitaria, más humana, en la que el poder, la riqueza y la cultura estén efectivamente en manos de toda la sociedad.

De Mayo del ´68 a Junio del ´18

Suele mencionarse un paralelismo con el Mayo Francés de 1968, que medio siglo después de la Reforma reactualizó varias de sus consignas, como la famosa “Prohibido prohibir”, surgida de la pluma de Deodoro Roca. Cincuenta años después del estallido cordobés, el Mayo Francés de 1968 muestra la aparición de la juventud mediante una presencia explosiva en los países del primer mundo. Paradójicamente, la mayor reacción contra “lo establecido” eclosiona allí donde la prosperidad económica pareció haber llegado a un estatus inagotable de bienestar y confort, pero también de inequidades inocultables, mientras del otro lado del muro, lo que alguna vez fue la promesa de una nueva forma de organización social se revelaba como un nuevo tipo de zarismo, el imperio soviético, y empezaba a crujir por todos lados. En occidente, libertad sin igualdades; en el llamado “socialismo real”, igualdad sin libertades.

En ese contexto se produce el estallido de los jóvenes del ´68, desafiando los límites de las democracias capitalistas, pero también los esquemas de los libritos de marxismo-leninismo-stalinismo de la Academia de Ciencias de la URSS.

Los jóvenes del ´68, como los del ´18 a su manera, reinstalaron a las generaciones juveniles en la agenda contemporánea de su respectiva época. Muchos de los temas surgidos de allí forman parte de las prioridades políticas de nuestros tiempos: el cuidado del medio ambiente, las formas de representación democrática, los métodos educativos no represivos, el respeto y la tolerancia a la diversidad en todos los órdenes, los derechos sexuales y reproductivos, la necesidad del desarme y la abolición de las armas (nucleares y de todo tipo), la búsqueda de una convivencia armónica con la naturaleza, el derecho a disfrutar, la importancia de la cultura...

Si los reformistas del ´18 pedían intervenir en el gobierno de la universidad, los revolucionarios del ´68, en cambio, pedían como primera reivindicación que se les permitiera intervenir en los dormitorios de las mujeres en las universidades. Y no es broma, así era. Pero la ironía puede ser engañosa: en épocas de pacatería, de mojigatería, de hipocresía –que han sido dejadas atrás aunque no del todo– ese tipo de reivindicaciones eran, también, radicales, transgresoras, disruptivas, revolucionarias en suma. Porque como ya sabemos, lo personal es político.

Así como los jóvenes del Junio cordobés de 1918 recibieron el respaldo de algunos de los intelectuales y figuras públicas más destacadas de su época (tales como Lugones, Palacios o Korn), los del Mayo francés de 1968 también tuvieron los suyos: Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Herbert Marcuse fueron defensores e inspiradores del movimiento.

Los puntos en común no se limitan a estas circunstancias externas o a la notable coincidencia entre la frase más famosa de los jóvenes rebeldes parisinos y una de las consignas más logradas de Deodoro Roca en los años de la Reforma: “Prohibido prohibir”. La coincidencia principal es la idea que subyace en ambas rebeliones: aquella que sugiere que de la transformación de las universidades surgirá la recomposición de la sociedad, obviamente más justa, más solidaria, más igualitaria.
Los del ´18 soñaban una genuina democracia americana (algunos agregaban “indoamericana”) basada en el imperio de la opinión pública y social, en un estado cooperativo cuyo himno fuera la solidaridad, sin analfabetismo, sin servidumbres y donde la riqueza no resultara objeto de apropiación privada. El derecho a soñar, a ser felices e iguales. Los del ´68, quizás con menos “orden”, hablaban de los mismos temas, pero adecuados a su época.

Hay diferencias, también: al contrario del ´68, cuyo filón fue enriqueciendo la vida política democrática posterior en los países europeos, en nuestros pagos pese a ser incorporado por la programática profunda de buena parte de la construcción política posterior, aún no se ha terminado de desenvolver el extraordinario legado de la Reforma del ´18, en buena medida por las interrupciones al orden institucional, que frustraron la evolución previsible de aquel movimiento definido por Mariátegui como “el hecho cultural más importante del siglo en América Latina”; pero también por la olímpica indiferencia del “establishment” cultural y académico.

(Más información en la edición gráfica número 1080 de la revista ANALISIS del jueves 21 de junio de 2018)

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