Covid-19 ante los impulsos del Dani

fiesta sin protocolo Santa Elena

Por Luis María Serroels (*)

La autoridad no sólo se ejerce y aplica con ecuanimidad, sino que debe servir como ejemplo y medida de orden. Más allá de las jerarquías, roles y extensión territorial, se deben ajustar a normas morales, disciplina y alejamiento de toda corrupción. Con mayor énfasis si está en juego la salud colectiva.

Está demostrado que Domingo Daniel Rossi, un cuasi vitalicio de los cargos públicos, es una figura que no sólo no sirve como espejo dentro de la política, sino que además –quizás le sirve para ello- es una pieza de corruptela que el engranaje partidario parecería dejar pasar inexplicablemente. Está claro y manifiesto (ver en los abundantes archivos periodísticos y judiciales).

Ciertos organismos parecieran una máquina disciplinaria anquilosada, enmohecida, con peligro de descomposición. ¿Qué mecanismos se han movido para que personajes poblados de antecedentes oscuros no sólo no sean sancionados con dureza por los órganos partidarios, sino que hasta se les confirma en cargos de trascendencia dentro del Estado?. Una forma de impregnar con herrumbre a las instituciones.

Dani Rossi –lo sabe bien- no ha sido condenado por cruzar una calle en contramano ni dilatar el pago de impuestos o tasas, sino que ha incurrido en delitos graves (lo cual no pareció descalificador al momento de  proponerse como candidato para cargos electorales junto a su actual compañera). Uno como intendente y Patricia Díaz como concejala por el Partido Vecinalista (antes ella fue legisladora provincial). Observando la historia judicial, se advierte que ambos parecen engordar sus capitales (adviértase que sus intereses no eran sólo por la política sino por el uso del trampolín para enriquecerse ilícitamente, tal lo estableció la justicia). Esto es apenas el itinerario negro donde no ha sido óbice para continuar por el sendero de las candidaturas. La pareja está imputada en sendos procesos judiciales (uno de ellos se vincula con la República Oriental del Uruguay).   

De allí nos trasladamos a una de las decisiones que fueron criticadas a la luz del momento que compromete la salud de millones y millones de seres humanos. ¿Cómo desistir el intendente de realizar un acontecimiento de semejante trascendencia (un tramo de la costanera) y permitir que estos bichitos invisibles que molestan al planeta –legislación de por medio- le hagan fracasar una ceremonia “a lo Dani”?

Claro que para la justicia no hay contemplaciones. El fiscal Federal de Paraná, Carlos García Escalada, abrió una investigación de oficio por la “fiesta multitudinaria” de Santa de Elena, de la cual participó el presidente municipal y otros funcionarios e invitados especiales (más allá de que se trató sólo de un segmento, lo cual no deja de tener trascendencia).

Es muy sencillo diferenciar miles de personas caminando por la vía pública, plazas y parques, varias horas y provistas de los elementos que todo profesional médico indica, que una multitud abigarrada desafiando al Covid-19 al que 7.600 millones de almas del planeta tanto le temen.

No son lo mismo varios centenares de personas asistiendo a un salón para determinado espectáculo con auditorio limitado, que convocar a varios miles de almas apretujadas para un espectáculo en esencia admisible en una fecha respetable y convocante estando de por medio la máxima autoridad política, pero hacerlo en una situación crudamente peligrosa y hasta deletérea ante la amenaza de la mayor pandemia que se ha registrado en la historia del mundo, resulta deplorable.

El rechazo del uso del barbijo y la descreencia en que le pueda ingresar semejante virus, siempre ha sido un dilema. Un contagio comporta una posibilidad.

¿No ha sido mayor el error en el que se incurrió al permitir que asista semejante multitud? Aún con bastante menor público sería peligroso, en tanto se ejercite una batería de precauciones. El primero en enfrentar al virus debe ser uno mismo.

¿Cómo perderse semejante acontecimiento en cuestión? Aclaremos: la obra tiene su gran importancia y nadie lo niega. Lo que sí debió negarse fue la congregación de miles de personas que nunca debieron correr tanto riesgo.

El intendente de Santa Elena no cometió un sacrilegio sino un acto de irresponsabilidad aderezado con salsa de exhibición política. Esto suele ser muy común, salvo cuando se trata de cuidar la salud y enfrentar situaciones irreversibles y mortíferas.

Si la policía viene desde hace meses disolviendo congregaciones de jóvenes irresponsables dándoles sus espaldas al peligro y protagonizando tales desbandes, ¿por qué estas situaciones –organizadas desde el gobierno municipal- no deberían también quedar dentro de ciertas normas que rigen para todos?

La obra parcialmente habilitada –muy necesaria- podría aguardar un momento oportuno para los merecidos aplausos y, por qué no, podría aprovecharse para culminar la tarea sin el peligro evidente y letal del coronavirus. Nadie se  iba a llevar de su sitio a esta realización cuya importancia está clara. Si se disputara un partido de fútbol con el equipo del combinado de Santa Elena ¿el intendente autorizaría el acceso a todos los aficionados sólo porque él lo permitiese, aunque amenace el virus y sólo con el dato de que no se produjesen contagios? Las instrucciones del gobernador de Entre Ríos no aceptan excepciones. Y desde luego que vienen muy bien intencionadamente. El Covid -19 no perdona.

La moralidad política es una virtud que suele ser amenazada por las especulaciones. Son los  cotizadores de falsedades. La fama del político no necesariamente enaltece en tanto acarrea bolsones de corrupción. Los funcionarios que tiñen feamente a la sociedad y no pueden explicar la raíz de sus bienes dinerarios o materiales, deben ser segregados de la buena política. Tanto como a aquellos que les abren la puerta de la corrupción bajo el cobijo de los cargos públicos.

La política es algo muy noble. Lo innoble son ciertos políticos. “Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar  a todo el pueblo todo el tiempo”. (Abraham Lincoln, Presidente de los Estados Unidos).

(*) Especial para ANALISIS

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