Por Hugo Remedi
De ANÁLISIS

Travieso el pillo de don Alberto, hoy fuertemente afincado a la cosmetología facial; sabandija la Tamara degustando frondosas lujurias a costo ajeno; pánfila incrédula doña Cristina a cientos de kilómetros de responsabilidades de personajes arribados en paracaídas que desconoce y, para cerrar el tren fantasma, aparece de calza flúo, el místico indulgente de Luisito invitando al suicidio. Mientras tanto, la querida Fabiola deambula entre haber sido golpeada salvajemente en épocas de sumisión y entre que ahora, en cambio, le quieren pegar para que se calle.

La media que Fabiola cargó con enseres de inodoro para revolear aterroriza a toda la farándula política que rodeaba al ex presidente Fernández, en otras palabras la jauría kirchnerista.

Los colectivos verdes no salen del andén, ni de la sorpresa. Y no saben cómo acomodar la lengua en la boca sin tener que dejar de bailar en el caño.

La función debe continuar, ¡claro!

El Partido Justicialista (en realidad, el kirchnerismo) cerró temporariamente por amenaza de pandemia. Está demorado por averiguación de antecedentes. Es por eso que se pusieron a averiguar quién es Alberto Fernández, y quié lo hizo presidente.

Seguro que apenas se enteren lo van a negar y si es posible como hizo la doctora ex, lo van a carroñar y volverá a nacer el !ah pero Macri!. En realidad, ya lo hicieron.

La cabeza de Alberto Fernández ya rodó socialmente y nadie, absolutamente nadie, se va a hacer cargo de armar un velatorio decoroso para el desgraciado por sus aventuras deshonrosas frente al bueno y agotado Dios cristiano.

El profundo recogimiento en el que se debate la melodía interna seguirá su curso hasta que el o la jefa de la manada autoricen el uso de la lavandina que imperiosamente limpie la mancha venenosa y evite salpicaduras inconvenientes.

Los K jamás estuvieron lejos del pragmatismo. Por que debería ser diferente ahora.

!Que Fernández se joda! –dirán con buen tino-. Nosotros lo pusimos ahí para que gobierne como pretendíamos, no para que ande ventilando sus veleidades de semental.

El problema o los problemas, ahora son dos: no gobernó e hizo del gobierno una sucursal de Las Vegas y lo que es más grave, a las patadas…

Las feministas o algunas de esas expresiones, bajaron banderas y de “siempre hay que creerle a la víctima”, Fabiola mediante, pasaron a matizar el cielo verde con que tampoco habría que dejar la lado la presunción de inocencia. ¿Que nos perdimos en el camino?. Hay que decirlo claramente: no es desorientación honesta, es conveniencia ideológica

inescrupulosa que a futuro pone en juego la total credibilidad de una razón con génesis absolutamente legítima como causa.

Apelar a una retórica tuberculosa no hace pie en ninguna posibilidad de crédito. Y logra lo peor para quien no alimenta lo más profundo de una causa como esta: confunde, levanta dudas y quizás hasta hace circunstancialmente creíbles a los del coro de enfrente.

El abono ideal. El colectivo K, un tanto mentecato ante las travesuras del mal alumno de Alberto, el “ah pero Macri”, y La Cámpora como toda respuesta disfrazando tilingos con el ojo negro para dañar arteramente a la querida Fabiola desde la nuca, liberaron por un buen rato al vagoneta de Milei a disfrutar de la posibilidad de que nadie se acuerde de él ni de lo que está haciendo con la navaja.

Política de estado en definitiva: drogas, alcohol, devaneos sexuales y la ex primera dama brutalmente golpeada. Y todo al mismo precio. A la par un millón de chicos se va a la cama sin cenar.

La ventana está abierta y el olor a podrido que sale, apesta.

Bueno sería cerrar con el antológico estandarte de la monumental política de Estado del tío Alberto (diría Serrat): “Decime algo lindo Tamara”.

Sin embargo, y para epilogar digo que soy un poco más feliz, pude hacer algunos garabatos gramaticales sin tener que apelar a ningún “manga de nietos de mil putas”.

Por cierto, no hay como el respeto por el vocabulario por sobre las emociones.