Bajo el título Mercado libre y democracia, Barrandeguy replicó los argumentos de legisladores nacionales por la Unión Cívica Radical (UCR) Atilio Benedetti y Jorge Chemes, quienes se expresaron a favor de “dejar actuar las leyes de la oferta y la demanda”.
“Con enorme firmeza, casi como si en eso no hubiera marcha atrás, relevantes figuras del radicalismo se han pronunciado en estos días exigiendo que el Estado deje de intervenir en los mercados pues, a su criterio, las distorsiones que surgirían de las regulaciones serían la fuente de los más crueles padecimientos de los argentinos y sobre todo, de los argentinos que producen bienes transables de fuente agropecuaria”, indicó Barrandeguy en el documento enviado a Página Política.
En ese contexto, aseguró que estas opiniones “reclaman una refutación pública contundente” por cuanto “el debate de ideas en asuntos que comprometen el bien común es la principal herramienta que la democracia pone a disposición de la ciudadanía para establecer si la acción de gobierno merece o no ser apoyada”.
Ideas en torno al mercado
“El mercado es el lugar virtual donde la oferta y la demanda de bienes y servicios, en condiciones teóricas de absoluta libertad e igualdad, se encuentran y contratan. Así el mercado funciona asociado a la idea del provecho de los concurrentes y de ese modo se erige en el único motor de la economía: el vendedor vende y el comprador compra exclusivamente si les conviene, lo que les conviene y cuando les conviene”, apuntó.
Contextualizó esta definición en “la ciencia política burguesa hasta entrado el siglo XX” para luego quitarle validez: “La libertad de los mercados sólo podía funcionar entre sujetos iguales. La desigualdad de los concurrentes provocaba brutales injusticias y mayores asimetrías que a su vez, en una trágica espiral se realimentaban sin cesar”.
“Con esta estructura el mercado se erigió en la herramienta perfecta para facilitar la explotación de los débiles por los fuertes pues las leyes del mercado justificaban pagarles sueldos miserables a los trabajadores. Lo mismo ocurría con los productores que debían vender el resultado de su trabajo al precio que fijaban los mercados, aunque no cubriera sus costos y así los condenara a la ruina”, subrayó el diputado.
Una tradición en la Argentina
“Naturalmente tal sistema ignoraba las demandas de justicia de los pueblos pues al favorecer la concentración de enormes riquezas en manos de minorías muy poderosas generaba una pobreza estructural intolerable que recaía sobre enormes sectores de la población. Ello sin detenerse a exponer que al no existir límites para la búsqueda de ganancias, el mercado permitía depredar el medioambiente si ello aseguraba mejores beneficios”, describió más adelante.
Recordó que este concepto se consagró en la Constitución de 1949 y también en la Constitución provincial de 1933, entre otras normas en una historia del país en la cual la intervención del Estado “fue aceptada incluso por los espíritus más reaccionarios”.
Analizó luego la década de los ‘90 y el neoliberalismo: “Otra vez la tiranía de las leyes del mercado, ahora con una fuerza nunca antes vista, era adoptada como el principio organizador de la vida en sociedad y como un límite infranqueable a las funciones del Estado”, evocó.
“Nadie puede ignorar en la Argentina que esta reformulación del proyecto conservador del siglo XIX trajo consigo desempleo, miseria y exclusión para millones de conciudadanos. Nadie puede desentenderse de tanta injusticia, nadie puede olvidar tanto dolor, nadie puede permitir que todo recomience”, solicitó.
“El orden neoconservador colapsó a fines de 2001. El hartazgo de nuestro pueblo expresado en las calles y plazas del país fue determinante para este quiebre. La filosofía de la libertad de los mercados pareció definitivamente abandonada. Y de allí en adelante el país paulatinamente emprendió el camino de la reconstrucción del Estado y de la sociedad, ambos estragados por una década de egoísmo salvaje”, culminó.