Por Pablo Feldman (*)
En el acto que se realizó ayer en Rosario por el Día de la Bandera, muchos le gritaron “gorila” al gobernador, pero él no hizo caso. Se quedó callado y ni siquiera habló en el acto, ni sonrió, ni habló con la Presidenta.
Esa actitud fue un cálculo político errado, aunque quizás él crea que fue acertado. Pero le terminó regalando una tribuna y un acto a la Presidenta. Ni siquiera quiso asumir el riesgo de hablar. Se autoexcluyó, realmente fue una actitud muy extraña.
Por su parte, el intendente de Rosario, Miguel Lifschitz, tampoco habló, porque si no habló Binner, él no tenía por qué hacerlo.
El que habló después fue Antonio Bonfatti, tuvo una queja tardía, que debería haberse manejado de otra manera.
La Presidenta no pidió silencio en ningún momento cuando lo silbaron o le gritaron a Binner. De esos militantes, los que estaban frente al palco, que eran unos 3500 más o menos, fueron convocados por el aparato político kirchnerista. El resto que serían unas 35 o 40 mil personas se habrían movilizado por su cuenta.
(*) Editor de Rosario/12.