Por Oliva Taleb, especial para ANALISIS DIGITAL
Algunos sostienen que en verano la política se toma vacaciones. No debe darse por cierta y absoluta, tal aseveración. Más vale pensar que se la puede encontrar a la sombra, evitando insolarse, alimentando un tiempo de ocio “creativo”… Hay gente, propia y extraña, que lamentablemente no se toma vacaciones. Que tampoco se pone a la sombra para evitarle golpes de calor a las neuronas. Un “propio”, no puede hacerse el distraído en determinados temas. No puede horadar la grieta. Peligrosamente se puede caer en el abismo. Se puede caer en la sospecha de la fragilidad de valores fundamentales. ¿Cuál es el aporte a la cultura, a la historia, a la política, sospechar de la exactitud de personas que NUNCA MÁS VOLVIERON?... ¿Dolerían menos si fueran mil?... ¿El estado habría sido absuelto de terrorismo y sus responsables juzgados por emoción violenta?... “Guarda que si te asomas al abismo puedes desbarrancar” dirían las abuelas y las madres… No las de Mayo por supuesto. Esa frase la diría, tu abuela o la mía, simplemente con el ánimo de protegernos. No derrapar, no exponer miserias difíciles de comprender, por los propios... Los extraños, curados de espanto, sienten que aunque pasen los años, no alcanza a desatarse el nudo en la boca del estómago… No es cierto que la culpa de que unos y otros se miren a uno y otro lado de la grieta, haya nacido al calor de la oportunidad del poder. Sostener irreductiblemente este argumento, es disimular quién es quién y no aceptar que “estamos como estamos”… por responsabilidades indelegables.
Esas miradas atraviesan la intimidad de un país, desde que se instaló el “algo habrán hecho”... Con cierta dosis de sinceridad, con mutuos y tímidos reproches, con desvelados resentimientos, con cuentagotas de misericordia, cíclicamente reaparece, la necesidad de responsabilizar a estudiantes, obreros, monjas, obispos, amas de casa, militantes políticos sociales, de la ferocidad del poder usurpador. Reproduciendo el argumento de que la “naturaleza” del violador de una joven, se despierta por su vestimenta provocativa; o el novio, el marido se convierte en cobarde golpeador porque la mujer “lo lleva a ello”. Se necesitará más tiempo para meditar seria y responsablemente, el retroceso político, cultural, que significa para la construcción democrática de la sociedad…
Indigna la analogía. La grieta no es el número. No dolerían menos si hubieran sido la mitad de los muertos en el holocausto judío o armenio. Duelen los condenados de la intolerancia de la inquisición. Duele tanto la imagen de la joven desnuda sobreviviente de Hiroshima, como la de quienes no alcanzaron a serlo. Y a pesar de que no duelen a todos por igual, el dolor se vuelve anónimo, universal por esas víctimas del poder, un estado ausente, y contradictoriamente, de presencia omnipotente… No está, no debe estar en la naturaleza del estado, la justificación del escorpión.
La grieta descubre, después de 30 años, a gente, con nombre y apellido, insidiosa, renegada, perversa, alevosamente pérfida, allí enfrente, desnuda de cuerpo y alma, contando precisa, casi aséptica, miserablemente cuerpos, extraños a sí, que aún no nos han devuelto la tierra, ni el mar, ni los ríos.