El acto de inauguración se llevó a cabo en la calle del barrio Alborada donde estuvo repleto de gente que pudo disfrutar a parte de esta obra magnifica, única en su tipo en la provincia, de muchos espectáculos musicales, cintas y exposición de artesanos.

Estuvieron presente, Blas Jaime, último hablante de esta lengua, quien se encuentra radicado en la ciudad de Paraná, el intendente municipal Uriel Brupbacher, Concejales, José M Biando, Director de la Editorial de Entre Ríos, integrantes de la comunidad Charrúa de Villaguay y Paraná, Norma Godoy en representación de la mujeres Charrúas, Irene Rolón, Directora de Colectividades de la Municipalidad de Paraná, la artista de Victoria, María Núnez Camino.

Jaime se fue más que contento con el evento, quien no dejo de destacar en ningún momento esta creación fantástica de Bárbara a quien conoció hace pocos días, es una chica muy estrella y con gran calidad humana, resalto.

El último Chaná, como lo llaman todos, está radicado actualmente en la ciudad de Paraná, es jubilado de Vialidad Provincial, se dedica a dar clases y charlas.

Los chaná fueron un pueblo que habitó las costas de los ríos Uruguay y Paraná desde hace unos 2000 años (es decir, aproximadamente para la época en que en Europa se alzaba el Imperio Romano) hasta la llegada de los españoles. Poco antes de eso, los guaraníes habían invadido la zona, y la historia que cuenta Blas Jaime, último hablante de chaná, asegura que una alianza entre los guaraníes y los españoles concluyó en una traición que exterminó tanto a su pueblo como a los charrúas, que habitaban buena parte de lo que hoy llamamos República Oriental del Uruguay.

Pacto secreto
Los españoles llevaron a cabo un feroz atropello a las costumbres chaná acuñadas durante miles de años. “A los chicos que hablaban chaná les cortaban la lengua o les pinchaban un ojo, así que en poco tiempo ya nadie escuchó hablar esta lengua”, cuenta Blas Jaime. Por este motivo, las mujeres chaná establecieron durante cientos de años un pacto secreto: le enseñarían a sus hijas la lengua y las costumbres con el objetivo de que no se perdieran, pero debían mantenerlas en absoluto silencio. Jaime accedió a tal tesoro cultural porque todas sus hermanas murieron y durante casi 15 años su madre lo adiestró en esa cultura con lecciones y exámenes nocturnos.