Con garra y corazón, el Liverpool de Inglaterra obtuvo el título en la definición por penales (3 a 2,'); Milan le ganaba por 3 a 0 en el primer tiempo y llegó al empate con tres tantos en seis minutos. El delantero argentino marcó dos goles, aunque después terminó llorando la derrota ante Los Diablos Rojos.
Parecía la noche del venerable Paolo Maldini, que al minuto puso en ventaja a Milan tras conectar de derecha un tiro libre de Pirlo; a los 36 años, el defensor, en su séptima final europea -igualó el registro de Alfredo Di Stéfano-, se acercaba a su quinto título personal.
Parecía la noche de Hernán Crespo, de regreso en el firmamento del fútbol internacional con dos goles, que le devolvían al fútbol argentino la gratificación de ver otra vez a uno de sus jugadores con una actuación decisiva en una de las grandes citas de la temporada.
Parecía, en definitiva, la noche del afamado Milan, con ese 3 a 0 en el primer tiempo y una diferencia futbolística que debía ser irreversible para Liverpool.
Todas esas sensaciones se desvanecieron y quedaron eclipsadas por el milagro inglés. Se combinaron el exceso de confianza de los italianos y la reacción anímica de Liverpool, que terminó siendo una avalancha de tres goles en 6 minutos, entre los 8 y los 14, con el cabezazo de Gerrard, el tiro de media distancia de Smicer y el rebote del penal -Gerrard había exagerado la falta de Gattuso- que tomó Xabi Alonso tras el remate que le había desviado Dida.
Los 80.000 espectadores del estadio Ataturk, de Estambul, no daban crédito a lo que veían. El fútbol vivía una jornada inolvidable, que en la definición por penales terminó siendo épica para Liverpool y desconsoladora para Milan.
Europa acababa de entronizar a uno de sus equipos más ilustres. Un club especial, signado por la gloria y la tragedia. Gestor de una década brillante, con los títulos europeos de 1977, 78, 81 y 84. Época de maestros en la dirección futbolística, como Bill Shankly, Joe Fagan y Bob Paisley. Creadores de una mística especial con el boot room (sala de botines) y el pass and game (pase y juego) como filosofía en la cancha.
Este nuevo título le llega a Liverpool 20 después de la gran vergüenza con la que carga desde 1985, cuando sus hinchas (los hooligans) provocaron la muerte de 39 italianos en la final europea ante Juventus en Heysel, Bélgica. Llegaron el ostracismo por los seis años de suspensión para las competencias internacionales y ese otro episodio luctuoso de Hillsborough en 1989, cuando 96 de sus hinchas fallecieron por el incendio en una tribuna antes de una semifinal por la Copa de Inglaterra.
Su hinchada, The Kop, se regeneró y se convirtió en un símbolo en Europa por su fidelidad y el fuerte sentimiento que la une al club. Su himno ("You´ll never walk alone", Tú nunca caminarás solo) atrona en los estadios y es una muestra de incondicionalidad hacia una entidad sin el poderío económico de Manchester, Arsenal y Chelsea.
En una ciudad que sufrió la depresión económica y el desempleo de la época de Margareth Thatcher, el fútbol, además de los Beatles, se convirtió en un símbolo de pertenencia. "Hay una manera de hacer las cosas en Liverpool: con orgullo, pero con humildad; con respeto por lo demás y con pasión", afirmó Liz Crolley, socióloga en la Universidad de Liverpool.
La personalidad del técnico español Rafael Benítez, que en la última temporada había obtenido la Copa UEFA con Valencia, se adaptó enseguida. Es un conductor que predica el trabajo, cuidadoso del detalle, estudioso de la táctica. Ya lo había dicho anteayer: "Milan es favorito por su plantel, pero nosotros tenemos hambre".
Esa ambición quedó reflejada en ese segundo tiempo en el que las grandes figuras de Milan -Cafú, Maldini, Pirlo, Seedorf, Kaká y Shevchenko- estaban impávidas ante la energía y la vitalidad inglesa. Un campeón sustentado en la dureza de Hyypia y Carragher en la defensa, la conducción de Xabi Alonso, el poderío de Gerrard y la movilidad de Luis García. Un equipo sin salvadores individuales, pero con un corazón y espíritu aptos para milagros.
Fuente: La Nación.