Por Juan Cruz Varela
El clásico de la Liga Nacional fue para Ferro, que venció en Paraná a Echagüe por 98 a 85 en tiempo suplementario, tras igualar en 75. El equipo de Pablo Columba volvió a mostrar dos caras: jugó un muy buen primer tiempo corriendo, buscando las mejores opciones y defendiendo con intensidad, pero en el segundo tiempo, perdió efectividad, perdió muchísimas pelotas en ataque y no supo como enfrentar la zona que planteó Ferro. El partido fue decididamente malo, y lo ganó el equipo de Caballito porque se equivocó menos en el cierre del partido y lo supo definir en el suplementario.
Echagüe perdió porque no tuvo intensidad, tampoco volumen de juego y para colmo perdió 16 pelotas en el segundo tiempo. El equipo de Columba reiteró una defensa zonal que -en este caso- por momentos le dio resultados ante un equipo que probó mucho de tres puntos y con poca efectividad, pero no supo cambiar a tiempo. Además, sigue padeciendo la ausencia de los jugadores importantes en los momentos claves: Juan Salamone, Danilo Delset, David Fernández y Micah Brand “desaparecieron” o cometieron muchos errores en los momentos decisivos. Y Ferro jugó inteligente: corrió, le puso intensidad a la defensa y definió el partido cuando Echagüe perdió la calma.
El primer tiempo de Echagüe fue muy bueno. Tuvo en Fernández al mejor jugador del parcial con 25 puntos, pero había juego de equipo. Cristian Bertonchini era un buen socio en el ataque y así, el equipo de Paraná era el que mejor interpretaba la defensa zonal que ambos planteaban con mucha rotación de balón, algunos contragolpes, pero sobre todo, gran efectividad. Ferro era la contracara: perdía muchos balones y la defensa estaba plantada sin realizar los ajustes necesarios, de manera que dejaba varios huecos. Por eso, el equipo de Paraná se fue al descanso 51 a 40 arriba.
Pero el tercer cuarto volvió a ser el del quiebre para Echagüe, porque jugó decididamente mal, demasiado apresurado, perdiendo ocho balones y para colmo Columba no encontraba en el banco quien le reporte resultados. Así, Echagüe dejó crecer a un Ferro que cada vez se hizo más protagonista del juego, apostando a la conducción de un improvisado Julián Olmedo en la base, a la velocidad para el contraataque y la potencia de Carlton Brown (sumó 35 puntos, con 15 de 21 dobles; y diez rebotes) y Mauro Bulchi. Así Ferro bajó la efectividad de Echagüe, lo dejó en nueve puntos en el cuarto y pasó a comandar el partido (62 a 60).
El último cuarto fue un concierto de errores. Ambos equipos perdieron 17 balones en total (Ferro nueve y Echagüe ocho). En ocho minutos, Echagüe logró pasar al frente por un punto pero el único que había anotado era Brand. Hasta que llegaron un triple de Valerio Andrizzi, un doble Bertonchini, un pérdida de Delset y otra de Olmedo. Resultado; iguales en 75 y el clásico a suplementario.
En el alargue Echagüe siguió cometiendo errores: perdió cuatro balones en tres minutos y cuando quiso reaccionar estaba 11 puntos abajo y sumido en una maraña de imprecisiones e indefiniciones, los referentes habían perdido la línea y lejos estaba de revertir la historia. ¿Ferro? No había hecho demasiado, solamente aprovechar los errores del rival, correr y anotar. Lo que siguió fue una parodia de básquet.
Síntesis
Echagüe 85: Salamone 9, Delset 2, Bertonchini 14, Fernández 31, Brand 18; Santiago González 4, Rebecchi 2, Todone 4, Bahler 1. DT: Pablo Columba.
Ferro 98: Olmedo 17, Ferrini 6, Calvi 15, Brown 35, Bulchi 9; Guldris 4, Molteno, Andrizzi 10, Leandro González 2. DT: Pablo D’Angelo.
Gris oscuro
Párrafo aparte merece la labor de Ariel Tosello y Pablo Leyton. Decir que Echagüe perdió el partido por la pésima tarea de los árbitros es, no ya exagerado sino impreciso. Por el contrario, el equipo de Paraná hizo las cosas lo suficientemente mal como para no depender de nadie para perder el juego. Pero la tarea de los hombres de gris fue realmente desastrosa. Y lo que hace a semejante calificativo no son los errores en la interpretación de ciertas faltas o la omisión de otras; sino que hubo errores conceptuales, fallas reglamentarias, de esas en las que el reglamento no permite interpretar sino que es taxativo. Y esas son torpezas que no se pueden cometer. Y resultan más graves cuando son reiteradas. Lamentablemente, el arbitraje argentino deberá hacer su autocrítica, porque tras 21 años de Liga Nacional, los hombres de gris siguen siendo la mancha del básquetbol argentino.