Del alfonsinazo a la indiferencia

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681
Una historia de 11 capítulos

Hugo Remedi

No han sido buenos años para Argentina. Ya pasaron casi 22 y 11 elecciones desde el momento en que Raúl Alfonsín vencía al justicialista Ítalo Luder y permitía nuevamente al radicalismo llegar al poder. El alfonsinazo de entonces también permitió arrastrar con triunfos en varias provincias argentinas, incluida la nuestra en favor de Montiel. En medio de la catástrofe peronista, un desconocido Jorge Busti emergía en soledad como intendente de Concordia. El tiempo pasó. Argentina sufrió más de lo que vivió y cientos de sus hijos partieron. De la euforia se pasó a la indiferencia. Hoy, se está frente a una nueva contienda electoral y apenas hará falta un toque de nostalgia para hacer un contraste entre aquella fiesta democrática de 1983 y la realidad de estos días. Evidentemente algo pasó... algo que todavía con seguridad está por venir.

Años de sangre y plomo languidecían con fatalidad aquel 30 de octubre de 1983. El feroz insulto de la dictadura militar había acabado dejando a su paso muerte y desaparecidos y anestesiada a una sociedad que al correr la cortina de la historia se encontró con un pasado descarnadamente trágico.

Casi 22 años pasaron de aquella eufórica jornada radical, cuando el entonces renovador radical Raúl Ricardo Alfonsín abrazaba en alto ambas manos a la izquierda de su cabeza preanunciando 100 años de gobierno radical. Mientras, el recordado dirigente gremial de la UOM, Lorenzo Miguel, encarnando un peronismo que no se resignaba a la derrota, clamaba por los medios a las 2 de la madrugada de aquella jornada ya del 31 de octubre que era muy pronto para dar un resultado definitivo y que el justicialismo todavía podía dar vuelta la elección.

No hubo caso, los radicales festejaban su momento más glorioso y así comenzarían a transitarse en democracia, en Argentina, los últimos años de un siglo signado por interrupciones protagonizadas por la soberbia militar.

Así pasó la historia de estos 22 años de democracia y estamos hoy ante, tal vez, la mayor indiferencia social frente a una elección nacional.

Pasó Alfonsín, aquel que vaticinara que con la democracia se come, se educa, se cura, instalando con fuerza en ese momento una idea que a poco de comenzar a caminar se fue deshilachando hasta convertirse sólo en un slogan. Para Alfonsín la democracia lo podía todo. Tal vez... lo cierto es que esa democracia que él pregonaba y que intentó aplicar no le alcanzó para lo principal: gobernar y conducir un Estado nacional.

Supo en su tiempo enjuiciar a las dictaduras militares pero luego, las sublevaciones militares de Campo de Mayo en 1987 y Monte Caseros en 1988 lo sedujeron para que la firme decisión del comienzo pasara a convertirse en un cúmulo de fantochadas que terminaron por beneficiar a los responsables de aquella tragedia a través de las leyes de punto final y obediencia debida. La rendición la completaría luego Menem con la ley de amnistía.

En medio de una hiperinflación atroz y de durísimos enfrentamientos con la CGT de Saúl Ubaldini que lo enfrentó con 13 paros nacionales, la cachetada social lo obligó a entregar el poder antes de tiempo, abriendo la puerta a la década menemista del síganme y de la permanente sospecha de corrupción.

Menem lo hizo tranzó con Alfonsín a través del Pacto de Olivos, consiguiendo reformar la Constitución Nacional en 1994 con reelección incluida. Ganó con holgura las elecciones de 1995 con el voto cuota y arribó a la cartera de Economía el inefable Domingo Cavallo con el 1 a 1. Un peso, un dólar... así se hablaba en aquellos tiempos, es decir en amplios términos de plata dulce, viajes, autos, electrodomésticos... fiesta, fiesta.

El peso reemplaza al austral del alfonsinista Juan Vital Sourrouille, el menemismo privatiza las joyas de la abuela, la Corte Suprema pasa de cinco a nueve integrantes, se pone en vigencia la ley que determina que el 30 por ciento de las listas deben estar integradas por mujeres y la Argentina se alinea obedientemente detrás del Gran hermano yanqui.

En medio de la algarabía menemista la Argentina se convierte en el centro de atención mundial: primero atentan contra la Embajada de Israel y luego contra la AMIA.
Una montaña de muertos.

Vuela gran parte de la fábrica militar de Río Tercero y en un extraño accidente mueren Carlos Menem Juniors y el piloto Silvio Oltra. Asesinan al fotógrafo José Luis Cabezas y se elimina el Servicio Militar Obligatorio.

El empresario telepostal Alfredo Yabrán, que había definido que el poder es impunidad, resuelve suicidarse en uno de sus campos en Entre Ríos y emerge la alianza entre el radicalismo y el Frepaso.

Nuevamente el radicalismo comienza a saborear el poder. Asume De la Rúa y en octubre de 2000, a 10 meses de gobierno, Carlos Chacho Álvarez renuncia a la vicepresidencia tras la denuncia de soborno en el Senado y genera el inicio de la hecatombe del gobierno nacional radical.

El inepto, moroso e indeciso de De la Rúa comienza a ser jaqueado por la crisis y decide convocar al ministro de Economía, a quien no mucho tiempo atrás había detractado como el economista que había fundido el país: Domingo Cavallo.

Se viene el corralito y el corralón, suficiente. Ahora sí, las manos suaves de la clase media argentina, que siempre habían renegado de las luchas marginales, se ponían en marcha para iniciar tal vez la protesta más contundente de los últimos tiempos que terminara con los trágicos hechos de diciembre de 2001 que culminaron con 29 muertos y la triste huída de De la Rúa por la terraza de la Casa Rosada a bordo del helicóptero presidencial.

Argentina vuelve a ser noticia relevante en el mundo entero: en 10 días tiene cinco presidentes. Primero y ante la huída de De la Rúa asume el misionero Ramón Puerta por tres días, luego le sucede el puntano Adolfo Rodríguez Saa, que tras un acuerdo de los gobernadores peronistas renuncia desde San Luis. Aparece el entonces presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Caamaño, que pasa el fin de año en la Residencia de Olivos y finalmente, el 1º de enero de 2002 asume como nuevo presidente de los argentinos Eduardo Duhalde. Todo esto en 10 días. Cómo te duele Argentina.

El resto es historia que estamos viviendo. Kirchner llega a la Presidencia de la mano de Duhalde, que hizo la transición presidencial de De la Rúa en un marco de cierta tranquilidad social y hoy lo enfrenta por el poder de la provincia de Buenos Aires mientras el resto del país observa absorto.
Así pasaron 22 años de democracia... en realidad con mucho por hacer.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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