Juan Cruz Varela
(desde Victoria)
El nombre de Ricardo Rosenbrock volvió a la escena pública este fin de semana a partir de la denuncia por abuso deshonesto que radicó el abuelo de una menor de 16 años, con una cruenta historia de violencia y abusos por parte de su padrastro durante ocho años, según pudo saber ANALISIS. Como si esto fuera poco, en el domicilio que habitaba el reconocido Chicharra durante sus salidas transitorias de la Unidad Carcelaria de Menores de Victoria la Policía encontró un verdadero arsenal, equipos de comunicación, chalecos antibalas, abundante material pornográfico y hasta tenía instalada una antena de más de 20 metros de altura en el fondo de la vivienda porque asegura que trabaja como agente encubierto y que recibe informes sobre misiones secretas. A un año y medio de cumplir la condena por el asesinato de Ursula Sueldo en 1989, el hombre que se jacta de haberse entrenado con los “contras” norteamericanos en Centroamérica, que supo pasear por el centro paranaense armado y con granadas colgadas del cuello o a contramano en su camión de la Segunda Guerra Mundial con las ruedas encadenadas y esvásticas pintadas en las puertas, pasa hoy sus días en la cárcel luchando contra una incipiente diabetes, pero parece haber vuelto a las andadas.
La historia parece repetirse. Aunque más viejo, con menos pelo y un tanto excedido de peso, el hombre sigue conservando esa imagen de rubio pintón y sus buenos modales. Cuando puede, aparece bien vestido y hasta se jacta de oler a caros perfumes importados. Pero detrás de esa fina estampa hay un hombre perverso, con trastornos de personalidad, ideación paranoide y graves problemas de adicción alcohólica.
El domingo, el nombre de Ricardo Rosenbrock volvió a la escena pública después de algún tiempo, cuando el abuelo de una adolescente de 16 años se presentó en la Unidad Carcelaria de Menores Clemente XI de Victoria, donde Chicharra cumple lo que le resta de condena por el asesinato a sangre fría de Ursula Sueldo en diciembre de 1989, para denunciarlo por la violación de su nieta.
La adolescente tiene 16 años, está cursando el secundario y en los ratos libres que le deja el estudio realiza tareas domésticas en la vivienda que Rosenbrock alquila sobre calle Vélez Sarsfield 721, a pocas cuadras del penal. Según consta en la denuncia judicial, el domingo a la mañana la joven despertó desnuda en una cama de la casa. El día anterior había estado realizando sus quehaceres y luego de beber una Coca Cola se quedó dormida. La chica se vistió y se fue a su casa. Unas horas después, el propio Rosenbrock apareció en el hogar familiar para reclamarle la devolución de una pistola calibre nueve milímetros que, según dijo, la joven le habría robado.
En ese momento, ella se quebró y contó lo sucedido a su abuelo y este presentó la denuncia en sede tribunalicia que quedó radicada como “abuso deshonesto simple”. La menor fue revisada por un equipo médico que comprobó que no había sido violada, aunque tenía un fuerte hematoma en el brazo derecho.
G. A. carga sobre sus espaldas una cruenta historia familiar. Según pudo determinar ANALISIS, su padrastro la violaba desde que tenía ocho años. Su hermana menor, de 13, también era sometida desde los nueve. Historias de violencia y abuso intrafamiliar se repiten en cantidades preocupantes en la ciudad. Desde febrero Santiago Tago Aguirre está detenido y la semana pasada fue procesado por el juez de Instrucción Alejandro Calleja a partir del contundente testimonio que ambas brindaron y de los aportes que hicieron varios testigos. Desde entonces, las chicas viven al cuidado de un abuelo y sin ver a su madre, que pone en duda el relato de sus hijas y cree en la versión que da su pareja, que clama su inocencia.
Fuentes judiciales confiaron que ya en los días previos había una profunda preocupación en sede tribunalicia por los crecientes rumores que indicaban que Rosenbrock tenía un arsenal en la casa, además de la imponente antena de más de 20 metros que había hecho instalar hace unos meses en el fondo de la vivienda, ante la mirada pasiva de los agentes del Servicio Penitenciario. “Estuvieron todo un día trabajando y es imposible no verla, por lo que la Policía seguro que estaba al tanto. Y como si eso fuera poco, emite una luz roja que ilumina el cielo todas las noches”, comentó un vecino a este semanario. Había otro hecho que los funcionarios judiciales seguían con preocupación: la presencia constante de menores de edad que permanecían todo el día en la casa de Rosenbrock. “Chicas de 12, 13 o 14 años se pasan largas horas en la puerta de la casa esperándolo, y cuando él llega, entran todas detrás”, contaron los vecinos. De hecho, hace unos años, este semanario publicó datos de una investigación que llevaba adelante la Defensoría de Pobres y Menores de Victoria en ese sentido. En aquel momento, todas las chicas contaron la misma versión: “Nos da de comer, nos da plata y nos compra lo que le pedimos”, aunque nunca se pudo saber qué les pedía a cambio y, de hecho, adolescentes siguieron frecuentando la casa inclusive hasta este fin de semana.
Mientras el juez y el fiscal estudiaban la figura jurídica bajo la cual disponer un allanamiento, surgió la denuncia por abuso que abrió la puerta. Al requisar la vivienda, los efectivos policiales encontraron una pistola de calibre nueve milímetros y 459 cartuchos para esa arma, 120 cartuchos de rifle Winchester, 500 cartuchos calibre 22, el cañón de un fusil, un silenciador, distintos tipos de equipos de comunicación y antenas, selectores de antenas, un bloqueador de teléfono celular, cuatro chalecos antibalas, binoculares, miras telescópicas, armas blancas específicas para caza, flechas de aluminio para arquería y un par de esposas de acero. En la casa también había fotos y revistas pornográficas.
El abogado de Rosenbrock, Marcos Rodríguez Allende, se apresuró a aclarar que a su cliente no se le imputaba una violación, sino una abuso deshonesto simple, y remarcó que “hasta tanto se pueda determinar la característica de esta denuncia, va a permanecer en la unidad penal”. De hecho, aún no ha sido citado a prestar declaración ante el fiscal Eduardo Guaita, que lleva adelante la investigación. Asimismo, el letrado también apuntó que Rosenbrock “viene cumpliendo con la salida sociolaboral con muy buena conducta y está a muy poco tiempo de obtener la libertad condicional”. En rigor, ese beneficio ha sido negado en reiteradas ocasiones por el fiscal adjunto del Superior Tribunal de Justicia, Jorge Beades, a partir de los informes psiquiátricos y psicológicos que insisten en que presenta “ideas delirantes, juicio desviado, falta de conciencia de su enfermedad y nula demanda de ayuda”. De todas maneras, Chicharra está a un año y medio de completar su condena, aunque eso no necesariamente represente su libertad definitiva.
Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
