-La polarización en marcha. Cada minuto que se acerca al 28 de junio va marcando que en Entre Ríos la puja electoral vuelve a esa época del pasado en que radicales y peronistas resolvían la suerte de la provincia. En cada minuto y en cada hora transcurrida lo que apareció en su momento como tercera alternativa se fue derrumbando. El vigor de las propuestas motorizadas por los dos agrupamientos que arraigan en la tradición provinciana fue desgranando las ilusiones de los que aspiraban a terciar. En cuanto al derrumbe, no importa el signo, se pusieron en juego dos tendencias que en la marcha se reactivan. Por un lado, la fuerza de las propuestas mayoritarias presiona de manera que comprometen el desarrollo de las posibles alternativas. Pero hay otro factor no menos importante que termina cerrando un circuito negativo. Resulta que estos grupos, a pesar de tener importantes afinidades tanto ideológicas como programáticas, no se juntan y terminan cayendo en la dispersión.
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-Los terceros a contra piernas. Si mal no se recuerda, Emilio Martínez Garbino, Lucio Godoy y recientemente Lisandro Viale componen la escalada de los diputados nacionales que surgieron de posturas jugadas por fuera de los frentes articulados por el justicialismo o el radicalismo. La disidencia peronista, que domina la franja de la derecha política, en elecciones anteriores llegó a asomar en los dos dígitos de votantes. Entonces, en este proceso electoral por diferentes rutas todas estas propuestas aparecen extraviadas y propensas a estrellarse con resultados extremadamente adversos. Sin duda, el caso de Nuevo Espacio es el ejemplo extremo. Parece que toda la apuesta del agrupamiento estaba asentada en el entendimiento de que Alfredo de Ángeli iba a apoyar la lista. El compromiso de “Alfredo”, como le decían en los tiempos buenos, debía quedar graficado en la presencia del hermano mellizo, Atilio. Al eludir “Alfredo” un compromiso directo, la lista se cayó. Pero ya previo al derrumbe el Nuevo Espacio dejó una estela de alianzas y relaciones que reflejaban una gran confusión sobre su norte ideológico. Fue inocultable que hubo conversaciones con Augusto Alasino. Es una relación vieja la que une a Martínez Garbino con el referente más encumbrado del menemismo en Entre Ríos y esta vez, para el evento electoral de junio, hubo conversaciones de confluencia con mayor consistencia.
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-Una identidad desdibujada. Días pasados, cuando la lista del Frente Cívico y Social que lidera el radicalismo pasaba momentos de tensión, Luis Brasesco, con toda la solemnidad que despierta su figura, sentenciaba que por fuera de la confluencia con otros agrupamientos era el peso político de la Unión Cívica Radical el que gravitaría en la confrontación con el justicialismo. La verdad sea dicha que parecía que esto iba a ser así. Que lo señalado por el dirigente radical no era otra cosa que un derivar natural por cómo se habían visto tonificados por la sana nostalgia que despertaba la muerte de Raúl Alfonsín, tamizada a su vez por una interna de gran prolijidad. Sin embargo, tras el protagonismo de Atilio Benedetti sobrevino una estrategia de alianzas que tiró para atrás los avances del Comité Provincial, presidido por Carlos Cecco, con el Partido Socialista. Drásticamente se pasó a privilegiar la confluencia con las huestes de Elisa Carrió.
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-Estrategia electoral. Pero bueno, por muy criticable que puede resultar esta posición conservadora del radicalismo, es necesario no confundir el encuadramiento ideológico con el cálculo electoral. En las elecciones para diputados nacionales y gobernadores, en 1991, Carlos Menem salió reivindicando todo su vuelco hacia el neoliberalismo defendiendo a rajatablas su casamiento con los sectores financieros más concentrados. La Convertibilidad, las privatizaciones y las relaciones carnales con Estados Unidos de Norte América fueron sus argumentos de batalla electoral. Para la militancia progresista y para muchos nostálgicos del peronismo histórico este pregón de Carlos Menem sonaba como una verdadera herejía. No obstante, cuando se abrieron las urnas el triunfo del justicialismo menemista fue realmente importante. Volviendo a la propuesta electoral de la UCR y su Frente Cívico y Social, la prueba de eficacia se tendrá que ver recién cuando se cuenten los votos.
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-La unidad peronista. Una vez más la mesa de dos, de Sergio Urribarri y Jorge Busti, encontró la alquimia para lograr la unidad necesaria del justicialismo y ubicar en su cancha las mejores posibilidades en la puja electoral. Esta sintonía fina para saber hasta dónde tensar, dónde pegar una vuelta cosa de salir de los tramos trabados, es una virtud muy especial que impregna el ambiente toda vez que el gobernador y el ex gobernador se sientan para tomar decisiones políticas. Cualidad que se conoce porque ya estuvo sobre la superficie pública en momentos en que Busti era gobernador y Sergio Urribarri el ministro de Gobierno. En esas circunstancias las tensiones y negociaciones duras estaban concentradas casi en exclusividad en los conflictos con los gremios docentes. En ese trajín también se pueden contabilizar las idas y vueltas de la convocatoria a Constituyente. En esta ocasión de la confección de las listas para diputados nacionales, por primera vez Urribarri y Busti se sentaron cada uno frente al otro, y ninguno de los dos dispuestos a renunciar en sus aspiraciones de gobernar la provincia en el 2011. Pero al parecer todo ese oficio negociador que los ubicó muy alto en el momento en que trabajaban juntos, también se puso en cuidado al convenir en una negociación que garantizaba positivamente la unidad del justicialismo.
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