D. E.
En el seno de la familia Benedetich sabían desde el lunes a la noche que entre el miércoles y el jueves iba a ser detenida Liliana Rivas. Se los anticipó el abogado querellante Marcos Rodríguez Allende, quien desde un primer momento buscó la imputación de la empleada de la Empresa Provincial de Energía de Entre Ríos (ENERSA), a quien incluso conocía por su rol como gerente de Asuntos Legales del Ente Regulador de la Energía (EPRE). Cuando la comisión policial llegó al domicilio de calle Sosa Loyola, Rivas estaba con su abogado. No era casual la presencia de Guillermo Vartorelli, quien vive cerca del lugar y su socio Rubén Pagliotto le había avisado que se produciría la detención.
El juez Eduardo Ruhl –quien recibió el expediente con la investigación policial, en la mañana del lunes- decidió imputarla y ordenar su inmediata detención. “No puede ser”, dijo una y otra vez. Algo parecido repitieron hasta el hartazgo, en la siesta paranaense, sus principales amigas y varias de las empleadas de la firma estatal, que la conocen desde hace más de diez años en las oficinas de calle Buenos Aires y 25 de junio.
“Lo que quiere el juez es que Rivas se quiebre y confiese que el autor del crimen fue su albañil, con quien había una relación de amistad, tanto de ella como de Enzo”, indicó una fuente judicial. “No se entiende de otra manera que, siempre según su relato, Benedetich haya pedido que detuvieran el auto en plena oscuridad de la noche, para subir a una persona que conocía. Y si ella no puede decir que esa persona era el albañil quiere decir que está amenazada o bien existía un acuerdo con él; eso es lo que se debe dilucidar”, se acotó.
Ese hombre en cuestión es Rubén Armando Flores, nacido en Nogoyá en 1962 y proveniente de una familia muy humilde. Tanto él como Carlos María Flores, su hermano menor, siempre fueron albañiles. Instalados en Paraná y de alguna manera afianzados en su oficio, en 1996 ingresaron como tales a la Policía de Entre Ríos. Ambos entablaron una relación amistosa con el entonces jefe de la fuerza, Mario Ricardo Marín, a quien le habían realizado tareas de construcción -al igual que a otros vecinos de la zona de Lomas del Mirador. Marín terminó convenciéndolos a ambos que se necesitaban albañiles para tareas en la Policía.
Lo extraño del caso fue que Rubén Flores –actualmente con grado de cabo- desapareció de los lugares comunes de Paraná a los pocos días de conocerse la muerte de Enzo Benedetich. “Que se haya borrado de todo, es un aspecto importante en la investigación; hace que todos posen su mirada sobre él y no deja mayor margen para otra línea”, dijeron al comienzo de la investigación quienes trabajan el caso.
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