Juan Cruz Varela
_Señor Mazzaferri –le dijo un gendarme discretamente vestido que lo esperaba frente a un colegio de la provincia de Buenos Aires–. Nos va a tener que acompañar.
El hombre salía de la fiesta de recepción de su nieta y enseguida supo de lo que se trataba. Miró hacia los costados y aparecieron otros agentes de la fuerza de seguridad para rodearlo. Tal vez pensó en correr, pero enseguida asumió que era inútil. Se vio perdido, supo que ya no tenía escapatoria y entendió que lo mejor era mantener la discreción. Era la tarde/noche de un miércoles agitado en todo el país y atrás quedaban 1.672 días en los que había llevado una vida clandestina.
Lo que hizo José Darío Mazzaferri durante cuatro años y medio es un misterio, aunque los investigadores creen que vivía en una casa quinta en el Gran Buenos Aires, no muy lejos de donde fue detenido. Si bien tenía pedido de captura nacional e internacional, el sueldo embargado desde enero de este año, los teléfonos de sus familiares intervenidos y había una recompensa de 200.000 pesos para quien aportara datos sobre su paradero, nunca hubo una pista certera.
Aunque nadie lo dice a viva voz, no son pocos los que sospechan que el represor ahora detenido tenía amparo político para mantenerse en la clandestinidad.
Fuentes judiciales confiaron a ANÁLISIS que, hace tres semanas, desde el Ministerio de Seguridad de la Nación acercaron un dato que encendió las alarmas y permitió que Gendarmería lo ubicara en la provincia de Buenos Aires. Desde ese momento no lo perdieron de vista.
(Más información en la edición 998 de ANALISIS del 19 de diciembre de 2013)