Álvaro Moreyra

El fútbol tiene cosas increíbles que podrían ocupar cientos de páginas entre anécdotas, historias, cuentos casi mitológicos o bien, sencillamente, narraciones que son tan simples como un partido de final de temporada y con nada en juego. Entonces aparecen hazañas memorables, resultados históricos, remontadas imposibles, títulos impensados o descensos pocas veces imaginados. El deporte más convocante en el mundo tiene de todo y para todos, pues desde que fue creado pasaron tantos partidos como historias mínimas, pero también de las importantes.

Sin embargo, hay algo que no aparece muy a menudo en el balompié. El lector, quizá con cierta lógica, imaginará cuestiones casi milagrosas, que están más cerca de la ciencia ficción. Pero no es tan así, es algo más terrenal, más cercano a este mundo, más pequeño aún: cambiar el amor por una camiseta.

En un país bien futbolero como el nuestro, mudar de club aparece casi como un sacrilegio, algo condenatorio al averno deportivo por los siglos de los siglos.

De hecho, una frase recurrente -y que explica en cierto punto lo que significa el sentimiento por un color o una casaca- versa más o menos así: “Se puede cambiar de pareja, de nacionalidad, de partido político, de religión, pero nunca de camiseta”. Palabra más, palabras menos, en la jerga de la pelota se utiliza mucho esa frase, básicamente porque resulta incomprensible que una persona pase de alentar un equipo a otro, mucho más si la pasión se traslada a los colores del eterno rival, por más pequeño que resulte el clásico.
Pero existen personas que decidieron cambiar de bando, de divisa, de casaca, de amor. Personas que decidieron ir en contra de los preceptos impuestos por el idioma del fútbol y pasaron de una tribuna a la otra, sin escalas, pero siempre con la misma pasión, a pesar de lo incomprensible que resulte para la inmensa mayoría esa decisión.

Un ejemplo, muy cerca

Viale es una ciudad cercana a Paraná. Cuenta con alrededor de 14.000 habitantes y es considerada una de las localidades más pujantes de la zona conocida como Paraná Campaña. Entre esa cantidad de personas hay que hacer una división prácticamente equitativa, es decir 50 y 50, que se dividen entre los dos clubes de la localidad: Viale FBC y Arsenal.

Son acérrimos rivales en el torneo de Paraná Campaña y en breve se verán las caras en el Torneo Federal B, con el reciente ascenso que alcanzó el Arse el último fin de semana.

En ese contexto, y echando por tierra el fundamentalismo del fútbol, hay una persona (tal vez existan más y saltarán a la luz en poco tiempo) que se sacó la camiseta de la V Azulada, la guardó quién sabe dónde, y se calzó la del Verde de Arroyito, no solamente para alentar, llorar, reír o celebrar por esos colores, sino para ser presidente del club y encima conducir la entidad en los momentos de mayor gloria deportiva.

(Más información en la edición número 1058 de la revista ANALISIS del jueves 11 de mayo de 2017)