Desde el narcomenudeo hasta los grandes proveedores de droga tuvieron un momento de incertidumbre al  inicio del período aislamiento, pero se reacomodaron en seguida con otros métodos para el transporte y la venta, como las encomiendas y el delivery. Ahora están con viento en popa, a medida que crecen el consumo y los kioscos en las principales ciudades de la provincia, afectando a los sectores más vulnerables y golpeados por la crisis, con el consecuente incremento del delito callejero y las balaceras entre banditas. Hubo algunos golpes importantes a narcos, pero el panorama demuestra que son los ganadores del Covid-19.

 

J.A.M.

 

La situación del narcotráfico en la pandemia puede dividirse en dos momentos: los primeros meses de cuarentena estricta con controles por todos lados, que fueron los más críticos para el comercio ilícito, y los siguientes hasta hoy, con mayor movilidad en las calles, lo que permitió volver a aceitar el circuito de drogas a nivel local, aunque persistió el problema de la provisión debido a las restricciones del transporte interurbano y nacional, ante el cual los delincuentes debieron reinventar sus estrategias. Como en cada crisis, los sectores sociales más vulnerables son los más afectados: sin cifras oficiales aún, en las calles de las principales ciudades entrerrianas se observa claramente el aumento del consumo y el ingreso al delito de muchos, tanto al robo callejero para adquirir sustancias como a las distintas variantes del narcomenudeo.

 

En las primeras semanas de la cuarentena se notó la escasez de drogas al verse abruptamente interrumpidas las rutas habituales del narcotráfico, hasta que la provisión se pudo acomodar por otras vías. Los kioscos siguieron funcionando en todos los barrios, aunque el problema fue el sistema de transacción. Aunque el tradicional pasamanos en las bocas de expendio continuaron en lugares donde el tránsito de personas nunca cesó, explotó el delivery. Al mismo tiempo que creció la demanda de motomandados para distintos rubros comerciales, muchas motos con cajas o conservadoras se mezclaron entre los cadetes en las calles para llevar drogas a domicilio. No es una gran innovación, de hecho el año pasado hubo 11 detenidos de una banda que se dedicaba al tráfico minorista en motos en Paraná, y también hubo procedimientos en otras ciudades, como Gualeguaychú. Pero no era la modalidad más utilizada porque implica un rol más para un pequeño grupo narco y,  a su vez, el riesgo de ser detenido en la vía pública.

 

La mayoría de los secuestros de droga en kioscos de narcomenudeo en los últimos meses se han producido en allanamientos por otras causas: en busca de elementos robados y de armas de fuego. Tanto en la Policía como en la Justicia admiten que crecieron los delitos callejeros que permiten un rápido ingreso de dinero, y también las balaceras por disputas territoriales, principalmente en Paraná y Concordia. En cuanto a los arrebatos y robos en la vía pública (sobre todo de bicicletas, celulares y motos), sorprende la rapidez con que el ladrón se desprende del elemento sustraído. Una parte termina en las manos de un comprador de mala fe, y otra en las de algún transa que se cobra de ese modo la droga o la deuda del consumidor. Este aumento del delito callejero y el circuito de las cosas robadas evidencia que se ha incrementado en este tiempo el consumo de sustancias, un signo de cada crisis económica en todo el mundo. Por lo tanto, si bien el narcotráfico ha resultado golpeado por la pandemia, como negocio sigue prosperando. Las transformaciones se dan en el plano organizativo y logístico, y su resultado se podría entender luego de investigaciones judiciales en el futuro.

 

Las disputas territoriales entre grupos dedicados al narcomenudeo en Paraná es algo que frecuentemente se observa hacer varios años. Durante la pandemia se acentuó en la zona de los barrios Consejo, 1° de julio y La Palangana, donde hubo enfrentamientos a balazos con algunos personajes ya conocidos en el ambiente narco como protagonistas. Entre ellos, se nombraron a integrantes de Los Monitos, quienes supieron estar estrechamente vinculados a Gustavo Barrientos. En julio la División Homicidios investigó y allanó varios domicilios, y secuestró cocaína, marihuana y armas, con tres detenidos. Se observó cómo ya no sólo narcos de mediana relevancia sino también grupos barriales se organizan y distribuyen roles. En este caso, quien tenía la mayor cantidad de droga guardada en un pozo en el patio era una mujer muy joven con hijos pequeños, en su casa del barrio San Roque, mientras que la venta se ejercía en calle Vicente del Castillo al final (barrio Consejo). Además, se advirtió que usan a adolescentes para las tareas que demanda el negocio.

 

(La nota completa en la edición 1115 de la revista ANALISIS del jueves 15 de octubre de 2020)