La soledad del patriarca

Edición: 
738
Entrevista con el ex gobernador radical Sergio Alberto Montiel

Jorge Riani

El ex gobernador radical Sergio Montiel pone fin a un prolongado silencio, y lo hace con una entrevista diferente con ANALISIS. A lo largo de un extenso diálogo dejará en claro que no quiere confrontar, pero aun así dispara frases no exentas de polémica. De la Unión Cívica Radical entrerriana sólo dirá que pretende que gane, pero admite que “no le será nada fácil”. Cuestionó a Roberto Lavagna, deseó que “exista un partido conservador fuerte” para que los que responden a los grupos financieros actúen allí, y dijo que el gobierno de Néstor Kirchner no tiene política seria. No obstante, Montiel prefiere pasar de largo cualquier alusión a los contrincantes internos y evitar toda referencia crítica a la actual gestión de gobierno de Jorge Busti. Se reveló como un ferviente admirador de Evo Morales, propuso ponerse en el lugar de Uruguay en la discusión por la instalación de las pasteras y reclamó que se dé fin a la revisión del pasado violento en Argentina, porque para el ex mandatario los procesamientos por la Triple A no son otra cosa que una vieja interna peronista no saldada.

Ningún sujeto de ideas u oraciones serán los apellidos Busti, Urribarri, Varisco ni Cusinato. Dos horas de diálogo. El camino demarcado previamente deja fuera la posibilidad de mención a dirigentes actuales que compartan con el entrevistado sus escenarios: ora de la política provincial en general, ora de la Unión Cívica Radical en particular.

Es que el ex gobernador radical Sergio Montiel está dispuesto a romper un prolongado silencio ante ANALISIS, con un discurso que asoma como inédito a lo largo de su actividad pública. Montiel rompe el silencio, pero a su medida y con un pedido tan breve como certero: “De esto preferiría no hablar ahora, porque Entre Ríos está enfrentando un momento electoral y no quiero influir”, dirá para cerrar así toda chance de analizar su paso por la Gobernación y la opinión que tiene sobre su archirrival político Jorge Busti.

Dos horas de diálogo sin el límite de la agenda del día ni del escandalete de turno. Entonces el viaje a través de las palabras recorrerá puntos casi exóticos para dejar al descubierto a un Montiel al que se le alumbra el rostro cuando nombra a Evo Morales, o al dirigente radical que propone una visión más contemplativa con la posición uruguaya frente al conflicto por la instalación de las pasteras. También fluye un ex mandatario entrerriano que demuestra que no está de acuerdo con volver sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura y sus antecesores, para mostrarse partidario de una especie de punto final.

Dos horas de diálogo con un entrevistado que, aun evitando confrontar, termina regalando chispazos de polémica. “Uruguay seguramente se va a transformar en una fuerte potencia industrial, como lo es Bélgica” o “Argentina y Brasil ejercieron el imperialismo en Bolivia” o “el procesamiento a Isabel Perón demuestra que los peronistas no han superado su problema interno, y a eso lo pagamos todos”.

Está claro que el ex mandatario ha decidido no polemizar puertas adentro de la provincia, y eso sirve de condimento esencial para un reportaje que escapará a la coyuntura y permitirá conocer un poco más a uno de los dos políticos entrerrianos contemporáneos que inscribieron ya su nombre en las enciclopedias modernas. Para bien o para mal, para gusto de algunos y enojo de otros, Montiel y Busti son los únicos apellidos que aparecen en la enciclopedia virtual más consultada de la red. Y eso es motivo suficiente para prender el grabador, disparar una pregunta y comenzar a registrar el discurso desconocido de Sergio Alberto Montiel.

–¿Cuál es su opinión respecto al camino que atraviesa la Unión Cívica Radical, donde no aparece una figura fuerte ni siquiera definida como radical?
–Antes de contestar esa pregunta de las candidaturas hay que clarificar algunas cosas. Es opinión común y creo que la realidad es que los partidos políticos en Argentina están en crisis, y algunos ya de subsistencia directa. Dentro de ese panorama tan complejo, no se sabe si el oficialismo existe como Partido Justicialista o Frente para la Victoria. No tenemos una idea clara de cómo es el panorama, y lo digo sin ningún tono crítico. De los otros partidos es muy poco lo que se sabe, sacando la actividad totalmente personalizada de algunos candidatos, como puede ser el caso de Jorge Sobisch, Elisa Carrió, Mauricio Macri. Y con todo, creo que Macri, aunque yo no comparto sus opiniones, está haciendo una gestión interesante, tratando de crear un partido político. En la Argentina sería muy eficiente que tengamos un buen partido conservador. No sé si lo va a lograr, ya fracasaron antes los Alsogaray, Aramburu en su época. Ahora parece que este hombre está armando algo que en Capital Federal, está funcionando.

–Le pregunto en este punto. Cuando rescata la importancia de que exista un partido conservador es para delinear los límites ideológicos dentro de los partidos y que no haya sorpresa. ¿Eso es lo que dice?
–Exacto, y saber que este partido es el que tiene la tendencia conservadora en el país. Esto facilita la presencia y el accionar de nuestro partido. Ningún partido puede actuar solo, cuando es así termina en el partido único y en la catástrofe política, social, económica y es todo un desastre. Tiene que haber partido, partes que en su conjunto componen el todo.

–Que Alsogaray esté en el partido conservador y no en el Partido Justicialista; que Cavallo esté también allí y no en la Unión Cívica Radical.
–Sí. En la tradición histórica argentina: federales y unitarios; radicales y conservadores; peronistas y radicales, siempre ha habido dos partidos fuertes que son los que han ido alineando las políticas nacionales. Y esto ha ayudado al país, porque un partido ofrece alternativas buenas o malas y se hace la alternancia democrática. En este momento, en el país no tenemos realmente un sistema de partidos. Hay opiniones personales, y parece que hemos vuelto al período previo a 1890, donde las figuras personales eran las dominantes. Usted era mitrista, alsinista, estaba con Avellaneda, con Sáenz Peña. Ahora está con Lavagna, Macri, Carrió, Kirchner pero no con un conjunto de ideas o un compartir un accionar con un grupo importante de ciudadanos. El ciudadano está afuera, no participa. Sin embargo, con todos estos defectos, el radicalismo conserva su estructura, hace sus reuniones, tiene su comité.

–Pero le cuesta tener un candidato propio.
–Es verdad, pero existe el partido. Hay radicales afiliados, hay una participación, aunque ha disminuido, hay un número importante de ciudadanos que nos identificamos como radicales. La última convención, los congresos partidarios, las últimas elecciones internas que, como siempre, pueden ser motivo de críticas como ocurre siempre en la vida política.

–Pensaba sobre esto del desplazamiento de las estructuras partidarias, y lo que pasa en el radicalismo con una figura que no se termina de asimilar como radical, pero también pensaba en lo que ocurrió en el justicialismo nivel nacional donde han colisionado fracciones que hoy aparecen como irreconciliables. ¿Cree que al partido oficialista le pasará lo mismo en la provincia?
–Exacto… pero déjeme terminar con esto del radicalismo. Cuando digo que el país necesita un partido conservador fuerte, lamento que las izquierdas en nuestro país nunca hayan logrado armar ninguna cuestión. Y sería importante para el país que los sectores de izquierda pudieran conformar algo no tan disperso ni tan contradictorio entre ellos mismos. Todo esto lo digo con el mayor respeto, no lo digo en forma despectiva. Y en esto rescatamos lo que podemos del partido porque todavía existe. No es fácil armar una estructura partidaria de base territorial como tiene el radicalismo, que en esencia representa la base media que quiere progresar, no con el hacha y el machete de una revolución, sino con el trabajo, la educación y las instituciones de la República. Por eso que en esta circunstancia, se plantea que el partido no tiene un candidato. Es probable que no haya surgido un nombre propio dentro del partido y es probable que nos cueste encontrarlo, pero para ser coherentes con el partido, necesitamos encontrarlo, y que en el propio seno tenga una cabeza propia y no una cabeza importada, como el caso de Lavagna, que quiere arrimar los grupos realmente conservadores. Porque Lavagna es el representante típico de los grandes centros del poder económico-financiero de la Capital Federal y sus alrededores. Conozco a Lavagna, lo respeto, hizo una buena gestión como ministro, pero no conoce el país. A lo mejor usted lo larga en París y sabe ir a cualquier parte, pero en Neuquén, Córdoba o Paraná no sabe para dónde tiene que ir. Estuvo 20 meses en el gobierno de Duhalde y Kirchner, aunque no es realmente el creador de las medidas que se tomaron, sino que aplicó las medidas propuestas por (Jorge) Remes Lenicov, que precisamente se tuvo que ir porque eran muy fuertes. Lenicov, a quien conozco y respecto mucho, planteó soluciones, dolorosas y discutibles pero que marcaron el camino que había que seguir. Lavagna tuvo que cumplir, ser ordenado y evitar excesos y en tal sentido lo respeto aunque no nos representa. Tiene que tener una actitud como la de López Murphy, que un día dijo que el partido no lo contenía y se fue porque es un conservador.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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