Álvaro Moreyra
Entre Ríos es una de esas provincias bien “fierreras” y cada fin de semana hay acción de alguna categoría del deporte tuerca. En dos o cuatro ruedas, en algún recóndito lugar del hermoso suelo entrerriano, seguro ruge algún motor o varios al mismo tiempo.
Y eso ocurre desde hace muchísimos años. Habrá que hurgar en el arcón de los recuerdos para hallar las primeras competencias en algún lugar de la vasta geografía Panza Verde. De hecho encontrar la primera competencia en algún camino entrerriano es prácticamente imposible, pues no aparecen vestigios, al menos entre los consultados.
Sí hay algunos datos que hablan de carreras que unieron ciudades, por ejemplo allá por 1926 donde los Ford T compitieron entre Paraná y Viale. Igual, fueron pruebas esporádicas que se sucedieron durante varios años, en donde se recorrían caminos como lo hacía el viejo Turismo Carretera.
Hay que remontarse hasta 1935 para encontrar formalmente el arranque de la pasión tuerca, por denominarlo de alguna manera. Es que allí comenzaron a disputarse las famosas Vueltas a Entre Ríos que reunían a miles de personas a la vera de diferentes caminos o rutas. Así transcurrieron varios años.
Fue recién en la década del ’50 cuando los pilotos formaron parte de un ente que los congregó: la Unión de Volantes Entrerrianos (UVE). Fueron años de incontables competencias, en los que poco a poco empezaron a quedar de lado las rutas y se comenzó a correr en autódromos, de tierra claro, excepto en Paraná y Concordia, circuitos que ya contaban con asfalto.
Al margen de los orígenes, sabido es que el automovilismo entrerriano tuvo su época de mayor gloria y repercusión social en las décadas de 1960 a 1970 con el desarrollo de las competencias de Fórmula Entrerriana. Cada vez que la especialidad visitaba un trazado eran miles las personas que se volcaban para observar las alternativas de la competencia y además alentar a sus ídolos, porque realmente lo sentían así. De hecho, según cuentan algunas crónicas, no fueron pocas las amistades que se terminaron por la grieta generada por uno y otro piloto.
Autódromos tales como El Salvia, en la localidad de San José, El Mena de Concepción del Uruguay o el Águilas Mecánicas de La Clarita, eran algunos de los lugares visitados por los ídolos del automovilismo entrerriano.
Después se fueron acoplando otras categorías que también tuvieron su repercusión aunque poco pudieron hacer con esa fiebre que generó la FR, sobre todo en los ’70.
De igual forma, en este caso, al contrario de lo que reza la frase, la inmensa mayoría fueron profetas en su tierra y pocos trascendieron los límites provinciales, mucho menos salieron campeones o lograron títulos a nivel nacional.
Eso se dio mucho más acá en el tiempo y no fueron tantos, o tal vez sí, depende la manera en la que se mire el vaso.
(más información en la edición gráfica número 1072 de la revista ANALISIS del jueves 7 de diciembre de 2017)
