La política, el deporte y la corrupción de la palabra

Rugby

Sobre el rugby, la política y el deporte.

Por Jorge Daneri*

Es complejo para quienes venimos de la belleza de una niñez y adolescencia durmiendo y jugando con la pelota ovalada, el recuerdo marcado en el alma y su corazón de los ojos brillantes y humanos de los entrenadores y capitanes que nos llevaron por caminos inolvidables, ver a los jueces de los unos y no de los otros.

Y los que luego fuimos entrenadores de niños, también en la mochila de la vida cargamos orgullosos las sonrisas de los pibes, el abrazo constante para acompañar al que va al frente, la lealtad enorme de los adversarios y lo más maravilloso, el tercer tiempo donde la hermandad, la broma, el pancho y algún vino se derrama para compartir cada jugada reciente, cada try o los miles de anécdotas de todo lo compartido fuera de la jugada.

El tercer tiempo para quienes no celebraron el Rugby, es muy difícil de comprender, o incluso entender. Reencontrarse luego del partido los equipos para compartir un momento de confraternidad, no es habitual y es luminoso, es fantástico. Hoy mucho de nuestros amigos en la vida, vienen no de un equipo, sino de varios de ellos.

Contemplar solo las barras bravas en el futbol, sus vínculos inmundos con lo peor de la política y el narcotráfico, por ejemplo, es no solo triste, es doloroso y no existe justicia social alguna que lo fundamente. Incompatible en todos los términos o criterios, para cuidar un poco más la palabra ética. Es un escenario donde parecería que todo es posible: movilizar para la tribuna de las canchas o para la Plaza de Mayo o el piquete en el puente.

¿Esta realidad cotidiana, habitual, está naturalizada en esos comunicadores que parecen declararle la batalla final a un deporte?

Frente a los tribunales de la comunicación social más que agrietada, los que amamos el Rugby como deporte de equipo leal y reglas leales y claras, nos convoca también a disfrutar enorme y hasta apasionadamente de Messi, de Pele, o cualquier otro recuerdo como futuro del futbol. Incluso nos posibilita a los que no amamos a Maradona, a los que no lo consideramos un ejemplo, pero que sí lo respetamos como el jugador mágico que fue y podemos comprender sus historias tristes como lo expone mejor Eduardo Galeano, a quien vale remitirse en honor a la palabra impecable y lo breve.

Los que estamos cerca de los sesenta, venimos sí de ejemplos de seres humanos íntegros en la diversidad de sus vidas en el juego de la alegría y el conjunto de seres que lo saben celebrar. Hugo Porta, Alberto Nin en el litoral de las utopías y sus más de veinte clubes de hockey y Rugby creados y celebrados desde el chaco hasta el litoral, venimos de las pesas de lata y cemento, las empanadas de la abuela o mamá para vender en la puerta del club, el CAE en Paraná. Venimos del espíritu de los caballeros de la mesa ovalada que nos enseñan Julio Ledesma y Félix Correa, o del club Capibá del Martín Uranga de las bienvenidas de barrio y barro y de nuevo Alberto Nin.

Venimos del Rugby infantil de los padres y las madres haciendo maravillas para que los pibes estuvieran disfrutando de los adversarios alojados en sus hogares, en esos terceros tiempos inolvidables o la bandada amorosa de nuestros cocineros haciendo durante horas los discos más deliciosos y fantásticos del planeta y el cosmos todo.

Todos estos días contemplamos angustiados la lectura de artículos de señores periodistas y otros mega expertos en deporte y política como en sus artes y la pluma del juicio moral para uno y no los otros. Ellos han jugado a todos los deportes, donde aparecen los nacionales y populares y del otro lado de la maldita grieta que fogonéan, el Rugby. Son los nuevos jueces del deporte, con imputados ya condenados, varas de tamaños adaptativos a las valoraciones del cálculo electoral, o de nuevo, nacional y popular o incluso esos otros que rápidamente intentan desprenderse y dejar en soledad a los condenados en un día, cuando esa misma vara no existe en su juego de análisis y escritura política, para los que se han robado este país de los dos lados de la maldita grieta. Los dineros de la ley de protección de los bosques nativos no fueron a Rugby para todos, fueron a Futbol para todos. Fueron millones y millones, durante años. Esto es natural muchachos, sus Señorías.

Un gran jugador de futbol puede hacer y deshacer lo que quiera y cuando quiera en el transcurso de su vida. Estos jugadores que se equivocaron en su juventud casi adolescente o al fin inmadura o encapsulada, equivocada o lo que sea, en estas complejas pantallas de la prisa y la boludez, son condenados al exilio definitivo. Al cercano políticamente le hago estatuas, al que no me importa y a la primera de cambio lo puedo fulminar públicamente, ahí vamos, lo maltrato igual o peor que el mismo error criticado, condeno inapelablemente al que calificó equivocado casi una decena de años atrás y pidió disculpas públicas y de inmediato.

No tengo memoria del pedido de disculpas públicas de los que se han robado nuestro país, de un lado y del otro de la maldita grieta que nos quieren imponer como sociedad. Mucha gente está harta de leer estas porquerías parciales y mentirosas, que cuentan ni un tercio de los hechos e historias, sus fortalezas y debilidades, lo bueno, regular, no tan malo y malo, ese espectro lleno de grises y arcoíris de las vidas.

Son muchas y muchos los que en nuestra cotidianeidad seguimos creyendo en la mesa ovalada de la conversación y el acuerdo, o en la mesa redonda de un bello equipo de futbol, de básquet, de remo, vóley o esas maravillas de las Leonas dando clase de dignidad.

 Los que venimos del Rugby de la moneda justa, del adversario sentado en la cena de la familia, de los clubes abiertos al pueblo en esta cuenca de ríos sagrados, desde Rosario hasta los montes profundos del chaco Walambá o los esteros del Iberá, repudiamos que se haga inmunda política con el deporte para profundizar divisiones de clase, o llevarnos a caer en la trampa de la maldita grieta, los impulse quién los impulse, sea desde el sitial de la gran ciudad que sea.

La política tiene un ejemplo inapelable de cuidado del deporte y la construcción de unidad nacional desde un lugar de liderazgo ejemplar en un momento tremendo. Durante la recuperación de la Democracia en Sudáfrica y más que en la película, está escrita esta reciente historia, en un libro mágico con olor a cárcel, a negro, a ovalada, a un presidente con los ojos brillantes como los de mi entrenador, que unió a su pueblo desde la tribuna de la humildad, la serenidad y la templanza. El libro se llama El factor humano de John Carlin.

Nelson Mandela leyó el poema " INVICTUS" de William Ernest Henley en la cárcel y fue un enorme sostén para sobrellevar la adversidad y a la fortaleza de espíritu.  Estos versos pueden ser una inspiración para todos los que amamos el Rugby, el Futbol de la canchita de barrio o de la selección nacional, o del Barcelona, o de las Leonas o de tantos leoncitos de esa diversidad inolvidable de lo que los juegos en la vida y en todas las edades debería significar.

Estaría bueno, en estos momentos, que este poema pueda ser contemplado por Los Pumas en su intimidad previa al juego, es como un rezo laico. Pero lo es también para cualquier seleccionado o equipito de barrio, del deporte que sea. Es un canto a la esperanza y la unidad en la adversidad de los pueblos y sus juegos.

 

"Más allá de la noche que me cubre,

negra como el abismo insondable,

doy gracias al dios que fuere

por mi alma inconquistable.

 

En las garras de las circunstancias

no he gemido ni llorado.

 

Sometido a los golpes del destino

mi cabeza sangra, pero está erguida.

 

Más allá de este lugar de ira y llantos

donde yace el horror de la sombra,

la amenaza de los años

me halla, y me hallará sin temor.

 

No importa cuán estrecho sea el camino,

ni cuán cargada de castigos la sentencia,

soy el amo de mi destino,

soy el capitán de mi alma".

 

(*Abogado)

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