Por Roberto Trevesse (*)

“… los trabajadores, necesitan algo más que un jornal y algo más que una ocupación permanente. Necesitan una remuneración que haga posible la constitución de sus propias reservas, el decoroso mantenimiento de su familia, un buen nivel de vida y la posibilidad de una sólida educación general o profesional para sus hijos. Necesitan, los trabajadores, la certeza de que, en su alta edad, las jubilaciones y pensiones prometidas en el orden del 82 y del 75 por ciento se conviertan en realidad inmediata”. Crisólogo Larralde (1902-1962)

“La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos, sino el hecho de negarse a adquirirlos”. Karl Popper (1902-1994) Filósofo austríaco, nacionalizado británico.

Hay 3 temas que ocupan la agenda cotidiana: el fracaso en como abordamos la lucha contra la Pandemia que, si bien azota al mundo, nosotros somos uno de los peores ejemplos de cómo hacerlo, realidad que nos duele y mucho; la pobreza extrema que ya deberíamos llamarla indigencia sin futuro y las elecciones de medio término que, como nunca, son de una trascendencia inusual. ¿Por qué? Porque el pueblo decidirá por un avance hacia más autoritarismo o hacia una democracia social-liberal-republicana con acuerdos pre-establecidos que nos saque de esta parálisis que nos va a llevar puestos y sin retorno, a la gran mayoría de los argentinos.

En la Argentina hay en la actualidad más de 3 millones de personas que están subocupadas. Se trata de un récord en valores absolutos y porcentaje (más del 15%) desde 2002.

La última publicación del INDEC marca una suba del desempleo, situación que sufren más de 2,1 millones de argentinos, mientras que más de 800 mil personas se cansaron de buscar trabajo y no encontrarlo, pero "técnicamente" se los considera que no son desempleados, sino la cifra en vez de 2,1 millones de desocupados treparía a 3 millones.

Sumando todo nos da que 6 millones de argentinos, según el INDEC, están en una situación crítica de falta de empleo.

Vale la pena agregar que un subocupado es alguien que trabaja part-time (consiguió una changa) pero quiere trabajar más porque no le alcanza, pero

Técnicamente, tampoco es considerado desocupado. Es de no creer.

El Estado nos empobrece a todos

Mientras tanto, la economía, no encuentra soluciones y ni siquiera logra propuestas tangibles y creíbles, con solo observar la inflación excesiva por demás, la remarcación de precios que no se frena o –por ejemplo- 16 aumentos en 16 meses de los combustibles, no existe en ninguna parte.

El economista, Aldo Abram, al destacar que los trabajadores pierden poder adquisitivo debido a la alta inflación en alimentos, expresó que, a través de la inflación, el Banco Central le quita el dinero a la gente y se la da al gobierno para gastar. La inflación afecta a los que menos tienen. Aún algunos de los que tienen suerte de tener trabajo son pobres.

Nos da la razón cuando señalamos que nuestra orgullosa clase media, principal motor del consumo y del crecimiento en su momento en la Argentina, aceleradamente avanza por un camino que la lleva a su desaparición.

Por otro lado, el economista, Manuel Solanet, dijo que el Fondo Monetario Internacional se ha vuelto “reglamentarista” con Argentina y que por ello en la negociación para reestructurar la deuda que el país mantiene con el organismo “no le van a dar más de 10 años” en los plazos. Afirma que el Gobierno nacional “no está haciendo buena letra” y que va a tratar de sostener el equilibrio actual hasta las elecciones.

El coronavirus

En su discurso matutino del viernes 30 de abril, el Presidente de la Nación afirmó que “con el virus, es imposible negociar… es imposible especular electoralmente y al mismo tiempo cuidar a la gente…las normas que establecemos debemos cumplirlas todos por igual”. Para luego destacar que “sus decisiones solo apuntan a evitar que la segunda ola estrangule todo el sistema sanitario nacional y también apunta a reconstruir una agenda de diálogo con la oposición”. Asimismo, señaló que “enviaré un proyecto de ley al congreso de la nación para que en función de criterios científicos claros y precisos, se faculte al Presidente de la Nación y a los Gobernadores a tomar restricciones y medidas de cuidado durante esta situación excepcional. La intención es que llegue a la Cámara de Diputados antes que concluya mayo”. Finalmente, y cuando su discurso había sido emitido, comentó en Olivos que “Me hago cargo de todo. Estoy a cargo”. Llamativa y escueta frase para un Presidente de todos los argentinos que se puede interpretar de diversas maneras, pero negativas para la realidad que vivimos: La grieta se ha profundizado entre oficialismo y oposición, hay luces rojas encendidas de una mayor división dentro del propio gobierno nacional, una crisis económica imparable, más allá de la pandemia; y una certeza, y es que ha cedido la conducción del país, a la vicepresidenta, quien casi no se expresa de ningún tema acuciante que vivimos los ciudadanos de a pie, los comunes. Por otro lado, está claro que los gobernadores provinciales no están cómodos y manifiestan tibios apoyos a Alberto Fernández, prácticamente están callados, como esperando que algo suceda. En cuanto a la oposición, solo se escuchan críticas y quejas, ni siquiera tienen un gabinete de crisis y mucho menos un plan de gobierno para proponer al Parlamento y al propio Presidente. Así estamos, hoy la Argentina parece sumida en la fragmentación y sin generar proyectos por los sectores público y privado en forma conjunta. Con una juventud que llegó apurada para ocupar cargos públicos y que no tiene idea de lo que significa la burocracia política enraizada en la Argentina, como tampoco entiende la historia reciente (1960-2020).

Quizás no les importe el pasado, pero debo decirles que avizoro –si no nos ponemos de acuerdo antes- algo muy similar al año 2001 con la renuncia forzada de Fernando De la Rúa, provocada por una muy mala gestión, virulentas protestas callejeras que se frenaron con un golpe de estado civil y la designación por el Congreso como Presidente de Eduardo Duhalde, quien había perdido en las urnas con De la Rúa, pero que tampoco pudo completar los dos años restantes de gestión presidencial que no pudo completar la Alianza. Cinco meses y medio antes, luego de elecciones anticipadas, traspasó el poder a Néstor Kirchner, quien había alcanzado el segundo lugar en votos, pero quien había sido primero, Carlos Saúl Menem, declinó ir a la segunda vuelta, ante la certeza firme de ser derrotado.

(*) Publicado en República Digital