Por Américo Schvartzman (*)
Después de tantas barbaridades que se dijeron desde diferentes ámbitos sobre el escándalo de "la docente K que adoctrinó en una clase" , aquí van seis razonamientos de nuestro compañero A.S. para separar lo importante de lo improductivo, y que lo sucedido sirva para plantear cuestiones de fondo que a ambos lados de la grieta no les interesa abordar.
UNO. Eso que circuló no es adoctrinar. Lo que vimos es una discusión en un aula donde quien tiene más poder en la relación lo aprovecha para impedir que la otra persona se exprese. Lo que se ve es una docente mediocre que combina dos elementos contrapuestos: el primero —positivo a mi juicio— que discute de política con un alumno, y eso es bueno, no malo; el segundo, que sí es negativo a mi juicio, es que esa docente no tiene ni idea de cómo se discute: lo hace como si estuviera en el bar o en las redes y solo quiere imponer su opinión, y no entender la mirada del otro para ver si es posible construir una idea común. Es decir: muy lejos de lo que una persona dedicada a la educación debería tener como prioridad. Es más: si pretendía adoctrinar, que se dedique a otra cosa. Es muy ineficaz en eso.
DOS. Insisto, eso que vimos no es adoctrinar. Básicamente porque la secundaria es demasiado tarde para eso. A los 15, 16, 17, ninguna personita con inquietudes se traga todas las cosas que le digan sus docentes. Más bien googlea todo y construye su propia opinión. Es más: se adoctrina mucho antes, cuando tienen 5, 6, 7 años y, por ejemplo, les hacen creer que existen seres imaginarios que controlan nuestras vidas o que nos crearon "a su imagen y semejanza". O que en la historia hay próceres buenos e inmaculados y otras figuras malas y perversas (cosa que miren si será poderosa que la mayoría de la gente grande lo sigue creyendo así, y es más, analiza la política actual de ese modo), entre tantas otras falsas creencias.
TRES. La educación es política, es básicamente adoctrinamiento, por feo que suene, y la verdad es que en la actualidad es infinitamente mejor que el adoctrinamiento que existía antes. Vean los objetivos de la Ley Nacional de Educación, la 26.206. Todos son objetivos políticos: formar personas democráticas, participativas, comprometidas con los derechos humanos, con la solidaridad, con la tolerancia, con la igualdad, con el ambiente, etc. Igual se cumple poco. Intuyo que buena parte de las y los docentes no tienen demasiado claros esos objetivos ni direccionan su labor en torno a ellos. Aunque igual no lo sabemos, como se explica en el punto cinco.
CUATRO. Quienes se quejan de que en la escuela pública se adoctrina, en realidad —si rascamos apenitas— se quejan de que les enseñen a sus hijos e hijas algunas cosas que contradicen sus propias opiniones. En efecto: a nadie le molesta el adoctrinamiento que va en el mismo sentido de sus creencias o convicciones, por falsas que sean (ya que casi nadie las pone a prueba. Por el contrario, tendemos a ignorar cualquier dato que las contradiga, en eso que se llama "sesgo de confirmación"). Es más, algunas de esas personas mandan a sus hijos e hijas, fuera del horario escolar, a ámbitos especializados para que los adoctrinen con creencias sobrenaturales que marcarán sus vidas para siempre (generalmente para mal). Y ni siquiera lo perciben como adoctrinamiento. Lo ven como "natural".
Es una vergüenza nacional que en casi cuarenta años de democracia los gremios docentes deban estar siempre igual, corriendo detrás de la destrucción del sueldo de sus representados/as.
CINCO. A mí me parece interesante que hoy haya gurises que graben y den a conocer qué pasa con sus docentes en las aulas. Es una forma de discutir qué educación queremos. Y de evaluar. Porque (en ese nivel) nadie más lo hace. En más de dos décadas que llevo como docente, en más de diez años en secundaria una sola vez fue un directivo a ver una clase mía (fue en secundaria para Adultos) y jamás —nunca, eh— en el nivel superior. ¿Cómo sabe el Estado qué diablos hago en clase? No lo sabe. No le interesa. Cada aula es un mundo cerrado, y cada docente ahí hace y dice lo que quiere. Y salvo que yo sea un desastre y mis propios estudiantes me denuncien, el sistema no prevé ningún tipo de control sobre eso. (¡No lo prevé con directivos! Recuerden la calamidad que era la anterior Rectora de la Escuela Normal de Concepción del Uruguay, que debió ser denunciada por ordenanzas y personal administrativo, porque el Estado no detecta nada. Siempre está distraído. No detecta cuando lo endeudan por 100 años ni cuando afanan millones de dólares sus propios ministros, como pasó en los últimos dos gobiernos, mirá si va a detectar malos docentes). Y esto también es una forma de adoctrinamiento, la más nefasta: un disciplinamiento para la opacidad. Sí, te pago una miseria como docente, nadie toma en cuenta tu labor, si te capacitás o mejorás a nadie le importa, no vas a ganar mejor por eso, solo cumplí yendo al aula todos los días, a nadie le importa qué hacés ahí adentro, nadie te evalúa, nadie te mira. Ah, sí: los que te están viendo son tus estudiantes pero ¿a quién le importan tus estudiantes?
"Eso que vimos no es adoctrinar. Básicamente porque la secundaria es demasiado tarde para eso. A los 15, 16, 17, ninguna personita con inquietudes se traga todas las cosas que le digan sus docentes. Más bien googlea todo y construye su propia opinión. Es más: se adoctrina mucho antes, cuando tienen 5, 6, 7 años y, por ejemplo, les hacen creer que existen seres imaginarios que controlan nuestras vidas o que nos crearon 'a su imagen y semejanza'".
SEIS. ¿En serio queremos discutir sobre educación? Empecemos por los sueldos. Dale, en serio. Empecemos por ahí. Es una vergüenza que el sueldo de un/a docente que empieza a laburar hoy en Entre Ríos, de un/a profe de enseñanza inicial o primaria sea de 210 dólares, de un/a profe de secundaria con el máximo de horas sea de 290 dólares, de un/a profe de nivel superior con el máximo de horas sea de 312 dólares. Una verdadera vergüenza. Y también lo es que la respuesta a esa ignominia del Estado —conducido por gente que se dice "justicialista" o "peronista" o "populista"— sea hacerse el distraído para que nunca nadie exceda el máximo de horas laborables (dale que va) o pagarles como monotributistas (el Estado, precarizando). Es una vergüenza nacional que en casi cuarenta años de democracia los gremios docentes deban estar siempre igual, corriendo detrás de la destrucción del sueldo de sus representados/as. Mientras eso no se discuta y se resuelva, todo lo demás seguirá siendo objeto de debates espasmódicos al calor de escandalitos viralizados o potenciados por medios a los que tampoco les interesa la educación de la ciudadanía. Y cuando cada docente tenga un salario decente, propongo recuperar la propuesta audaz, extraordinaria, profundamente democrática de la Reforma de 1918 (y que practican muchos países que sí creen importante la educación, y por eso les pagan bien a sus docentes): que cada año la evaluación a cada docente la hagan sus propios estudiantes.
(*) Periodista. Columna publicada este lunes en el sitio El Miércoles Digital.