Por Américo Schvartzman (*)
UNO. Son elecciones PASO, es decir "primarias", internas, son para elegir los candidatos de cada opción. Nada más. No se elige ninguna otra cosa. Así que podés darte el gusto de votar a quienes realmente creés que ofrecen una propuesta masssssomeno interesante. Y no caer en los bolazos de uno y otro lado de la grieta (ese cuento en el que coinciden ambos de que "se definen dos modelos de país", y otros slogans huecos). De nuevo: se eligen candidatos y nada más. Date el gusto por una vez y votá a quienes sean más cercanos a tus ideas.
DOS. En lo personal, pocas veces he visto elecciones más pedorras, llenas de consignas vacías y con pocas, muy pocas, opciones planteando los verdaderos problemas que tenemos (no me quiero reiterar, pues hace poco hice la lista, pero sintéticamente para mí pasan, en primer lugar, por el drama ambiental y por el apartheid social, los dos asuntos centrales a mi juicio). Creo también que hay que aprovechar para votar a las pocas opciones que hablan de estas cosas.
TRES. En las legislativas, en noviembre, lo que se votarán son cargos en el Congreso Nacional. Nada más, pero nada menos. En mi provincia por ejemplo hay que llenar cinco casilleros de diputados (son nueve en total, se renuevan por mitades, recordemos). Vamos a mandar cinco personas a ese ámbito devaluado por nuestra propia Constitución, que le da más fuerza al Ejecutivo y por eso transforma ese antro casi casi en un decorado, un escenario para que griten las voces opositoras mientras las manos oficialistas se limitan a votar lo que les ordenan quienes firman la chequera de la coparticipación federal. Es penoso, pero es así. Ni siquiera es tan importante esta elección. Por supuesto: permite castigar a un gobierno nabo si esa es tu prioridad, o apoyar a ese gobierno si te parece que lo merece. Pero lo cierto es que la elección no es para eso, sino para designar a quienes llenen las bancas y después aprueben leyes, como por ejemplo el presupuesto, donde se decide cuánto irá a escuelas y hospitales, y cuánto a pagar deuda o a subsidiar parásitos. Es importante tenerlo presente.
CUATRO. Y ya que mucho más no se puede hacer (al menos hasta reformar la Constitución eliminando el presidencialismo, avanzando a una democracia federal de verdad y por lo tanto parlamentaria), pensemos a quiénes les damos el voto: si a robotitos acriticos de uno u otro lado que se limitan a levantar la mano como les ordenan (o como en Entre Ríos mí distrito, a dos impresentables que encabezan las dos listas principales, uno especialista en crear pobres, como Cresto del PJ, y el otro un porteño como Frigerio que ni siquiera sabe bien por qué la provincia se llama así), o a fuerzas cuestionadoras que al menos (aunque no logren demasiado) irán a plantear los verdaderos problemas que tenemos en ese antro de parásitos privilegiados que ganan 12 veces un sueldo docente.
CINCO. La democracia, en el siglo XXI (en donde compramos y vendemos cosas, resolvemos juicios, leyes y hasta se toman decisiones mundiales de manera virtual), no puede seguir siendo votar a personas para que decidan en nuestro nombre sin consultarnos. Es hora de empezar a lograr que democracia signifique decidir directamente sobre los temas cruciales que nos afectan. Nunca antes en la historia hubo tantas posibilidades de hacerlo (educación masiva como jamás lo fue, recursos como para que la información ante el tema que sea esté al alcance de todas las personas, y tecnología que posibilita que cada votante se identifique y se exprese), y nunca antes hubo tanta necesidad, dada la brutal inconsciencia con la que las dirigencias de todo tipo llevan a la humanidad al borde del abismo, y en particular a nuestro país a un naufragio social sin precedentes (seis de cada diez gurises en la pobreza).
SEIS. Voy a votar este domingo, claro, porque creo que es peor no ir y permitir que el Congreso siga siendo eso que describí sin voces que se alcen en un sentido diferente. Pero en verdad no está en ese voto mi esperanza de cambio, sino en la posibilidad de que empecemos a exigir otra democracia, una en la que mediante instancias directas de deliberación y decisión colectiva seamos nosotros (individuos y comunidades) quienes decidamos nuestro destino, y los funcionarios y funcionarias sean solo ejecutores de nuestras decisiones. Eso que hoy se logra solo mediante la lucha y el reclamo, eso que hace cada movimiento socioambiental en cada territorio, recordándonos que es hora de ser protagonistas decisores de nuestras vidas y destinos comunes, y que eso solo se logra dejando de ser títeres de quienes tienen el poder. Y para eso, lo tienen que perder, pero no en manos de otros iguales o peores. Lo tienen que perder en manos de las comunidades. Por ahí es el asunto, en mi opinión.
(*) Periodista. Publicado en su muro de Facebook.