Por Rogelio Alaniz
La paliza electoral del domingo precipitó la crisis interna en el peronismo, una crisis que no es nueva pero que ahora adquirió estado público porque ya todos sabemos lo que sucede con algunos roedores cuando el barco se hunde. El kirchnerismo actúa repitiendo un libreto conocido: sus funcionarios presentan la renuncia (no renuncian de manera indeclinable, la presentan pero guardándose varias cartas en la manga) pero por las dudas Zaninni y el hermano de Wado de Pedro en el Consejo de la Magistratura se quedan calladitos la boca porque nunca hay que olvidar que la prioridad de Cristina, lo que explica y justifica todos sus juegos políticos, es impedir que las causas en su contra avancen y ella, y tal vez sus hijos, terminen entre rejas. O sea que a 48 horas de la derrota en las urnas, el peronismo nos regala a los argentinos una crisis política de desenlace imprevisible, un escenario de platos rotos cuyos costos los terminaremos pagando todos. El kirchnerismo hace lo que sabe hacer, es decir repite lo que hizo en diferentes ocasiones en Santa Cruz para sacarse de encima a gobernadores que en algún momento fueron amigos y en otro momento los consideraron enemigos. El operativo es el de siempre: vaciarlos internamente de poder, es decir, retirarle todos los ministros. Es lo que hicieron con Daniel Peralta o con Sancho en Santa Cruz. Es lo que intentan hacer con Alberto Fernández, pero con una diferencia: esta vez daría la impresión que la maniobra no les salió bien porque no disponen del poder necesario para hacerlo.
¿Por qué se enojan con Alberto? Porque ya no les sirve. No estamos ante un Alberto virtuoso y unos K villanos. Como en los western espaguetis “todos son malos”. Del fracaso de este gobierno son responsables todos: Alberto, Cristina, Máximo, Massa y los gobernadores peronistas que se sumaron alborozados a “la fórmula genial”.
Otra lectura posible de lo sucedido, es que estamos ante una formidable puesta en escena, una farsa montada para instalar a Alberto Fernández como víctima y en consecuencia como héroe de la jornada. No me termina de convencer del todo esta hipótesis conspirativa, pero está claro que más allá de intenciones más o menos aviesas los peronistas siempre se las arreglan para terminar bien parados y responsabilizar a los otros de sus crisis. Más o menos histrionismo, creo que la crisis existe, que puede estar algo magnificada pero existe con la misma consistencia de las crisis que se desatan en una banda cuando los negocios no salen bien y la consigna de batalla pasa a ser “sálvese quien pueda”.
Me preocupa lo que pasa con esta crisis, pero más me importa lo que decide hacer la oposición. Si me fuera permitido dar un consejo, sugeriría que no se metan en ese baile. Que los peronistas se friten en su propia salsa y que los platos que rompan los paguen ellos. Que ni por las tapas a la oposición se le ocurra intervenir con ánimo de rescatar algún “peronista bueno”. A no olvidarlo, un redentor en medio de la tribu peronista concluye crucificado y rodeado de ladrones.
La oposición es la esperanza de los argentinos; millones de argentinos le han otorgado su confianza y por lo tanto no tiene por qué enredarse en esta suerte de “merienda de negros” a la que los peronistas son tan aficionados. La oposición tiene que perfeccionar la tarea iniciada el domingo pasado: derrotar al peronismo en toda la línea. Y presentarse ante la sociedad como la alternativa real de poder. Presentarse ante la sociedad con la Constitución en la mano y sin ensuciarse en una rencilla de facinerosos. Que el gobierno peronista votado en 2019 concluya su mandato, pero nunca perder de vista que los primeros en respetar este principio son los propios peronistas. Yo les deseo la mejor de las suertes, pero si fracasan que se hagan cargo ellos.
Los argentinos deben saber que la Constitución contempla las diversas alternativas a las crisis institucionales. Y la oposición debe saber que si quiere estar a la altura de su responsabilidad debe ser precisamente lo que es: oposición a un orden de cosas injusto, indigno e infame.