Por José María Varangot (*)
En un ambiente enrarecido en lo político, se advierte las enormes dificultades que padece el gobierno del Presidente Alberto Fernández para cumplir con objetivos que fueron fijados hace tiempo; sus propias contradicciones lo mantienen empantanado. El curioso intento de cambiar la derrota de las últimas elecciones en un supuesto triunfo y festejarlo en la Plaza de Mayo fue un indicio de su extrema gravedad con vistas al futuro. En ese sentido, ocurrieron hechos que han sorprendido a todo el espectro social argentino, atónitos, ante la reiteración de disparates. Las lujosas vacaciones en el Caribe, de la titular del PAMI, acompañada de su pareja y N° 2 del organismo de los jubilados, ambos, integrantes de la agrupación kirchnerista de La Cámpora es una muestra más de la desaprensión que manifiestan, casi sin tapujos, quienes detentan cargos en la administración pública. Agravado en éste caso porque los jubilados es un sector sensible, quienes en el mejor de los casos pueden aspirar a unos días en los palmares de Colón y muy por el contrario, los funcionarios, que cobran de su aporte, van a descansar al Caribe. Una verdadera obscenidad.
Debido a estas actitudes, no nos debe extrañar, que el índice de insatisfacción con la democracia en Latinoamérica, subió del 51 al 71%, acompañado de una gran volatilidad del voto. Parece que la ciudadanía está descreída de la capacidad de sus gobernantes para dar necesaria respuesta a la problemática del futuro. pues el presente argentino sigue siendo el mismo desde hace varios años, tratar de bajar la inflación del 50% anual, reducir la pobreza que llega a otro 50% de la población, Alberto continua negociando con el FMI mientras Cristina lo desacredita en todos los medios nacionales, nuestros embajadores le hacen marco a la asunción de un cuasi dictador en Nicaragua, como Ortega y más grave aún, participando junto a un funcionario iraní buscado por la Interpol internacional, a raíz, justamente de haber organizado el atentado a la AMIA, una de las vergüenzas nacionales más dolorosas, todavía sin resultado en su investigación.
En ese marco de desaciertos hay un hecho que demuestra la radicalización del kirchnerismo, a través del gobierno de Fernández que, sospecho, lo alejará aún más de toda chance de erigirse como una alternativa electoral para el 2023, principalmente para la clase media. Me refiero a su incomprensible insistencia en arremeter contra la justicia, últimamente, contra la Corte Suprema de la Nación. El Poder Ejecutivo la ataca sin disimulo, pese a que se tratan de 2 poderes distintos, absolutamente independientes establecidos por nuestra Constitucional Nacional. Ponen en tela de juicio su funcionamiento e integración, pero lo más insólito, es la realización y aliento a un masivo acto para el próximo 1° de febrero consistente en una “marcha contra la Corte para sacarlos a patadas” según lo declarado por uno de sus más conspicuos organizadores, Luis D’ Elía, que cuenta con el aval del Presidente Fernández y del viceministro de Justicia, Martín Mena. ¿Acaso las formas de la democracia y la división de poderes, baluarte constitucional principalísimo de nuestro sistema republicano, comienzan a tener una importancia relativa para este gobierno kirchnerista? ¿Y cuál es la causa de tan repentino temperamento, las necesidades y urgencias judiciales de la Vicepresidente? ¿Acaso el presidente piensa que cambiar a los integrantes de la Corte Suprema es una preocupación prioritaria para la ciudadanía argentina?
Desde las últimas elecciones intermedias, en noviembre de 2021, el gobierno de Fernández se muestra como descompuesto, con problemas de gestión en un sinfín de temas, así como una gran improvisación en importantes áreas como relaciones exteriores, política agropecuaria, economía, enfrentamientos en el frente interno, entre otros, sin embargo una disputa pública entre Poderes y su forma de manifestarse, atenta directamente contra nuestra credibilidad en el plano internacional, pues es absolutamente inoportuno de cara a la negociación y eventual acuerdo con el FMI y se convertirá seguramente, ya en el plano interno, en un primer indicio, cada vez más cerca, de un fin de ciclo.
El presidente Fernández debe efectuar las correcciones mínimas necesarias para volver a ser alternativa, de lo contrario, si opta por insistir en esa especie de “alquimia política” intentando mostrar los desaciertos en aciertos, las derrotas en éxitos, la desaprensión de sus funcionarios en compromiso y la racional negociación política en estériles y ruidosas batallas, la ciudadanía ya se encargará de recordarle que, un triunfo electoral no significa impunidad.
(*) Abogado, Productor agropecuario y dirigente de campo.