El terrorismo interno que sacude a los Estados Unidos

Por Gabriel Michi (*)

 

Hay una epidemia que atraviesa a la principal potencia del Mundo desde hace años. Se ha vuelto endémica. Y el pasado fin de semana fue una postal dramática de este mal en los Estados Unidos. Laguna Woods (California), Houston (Texas), Chicago (Illinois), Milwaukee y, el más terrible, Buffalo (Estado de Nueva York), fueron los escenarios de tiroteos con muertos y heridos. Esa epidemia de ataques masivos tienen comunes denominadores: la facilidad en el acceso indiscriminado a las armas; y un clima de violencia e intolerancia creciente, fomentado por pensamientos conspirativos. Pensamiento conspirativos protagonizados en general por grupos de extrema derecha, en especial, supremacistas blancos y que tuvieron su expresión más políticamente brutal en la toma del Capitolio por parte de fanáticos de Donald Trump que no aceptaban la derrota electoral en manos de Joe Biden. Y fue una muestra más del terrorismo interno que sacude a los Estados Unidos.

El caso de este fin de semana en Buffalo tiene mucho de eso. Payton Gendron, un joven supremacista de apenas 18 años, buscó por Internet un lugar en el que viviesen más afroamericanos que blancos, condujo varias horas hasta esa ciudad e ingresó a un supermercado donde asesinó a 10 personas y dejó heridas a otras tres. Todo eso transmitiendo en vivo por Twitch. Luego fue detenido por la Policía. Antes había escrito un manifiesto de unas 180 páginas donde abonaba a la denominada “Teoría del Reemplazo”, que señala una presunta conspiración donde negros, judíos, latinos y musulmanes buscarían limitar cada vez más la presencia y el poder de los blancos, utilizando para semejante locura estadísticas de tasas de natalidad. No es la primera vez (ni algo aislado ni marginal) que se utiliza esa argumentación. Ya ha aparecido en distintas voces, incluso políticos y periodistas, que no han tenido ningún empacho en hacerlas públicas y embanderarse en campañas al respecto.

“La Teoría del Reemplazo” -que fue esbozada por primera vez en Francia por el escritor nacionalista blanco Renaud Camus en su libro de 2011 “Le Grand Remplacement”-  inspiró a un flujo constante de violentos asesinos racistas en Estados Unidos en los últimos años, desde la masacre en la sinagoga del Árbol de la Vida en Pittsburgh en 2018 hasta el asesinato de un feligrés y las heridas de otros tres en una sinagoga en Poway, California. “La supremacía blanca es la amenaza terrorista doméstica número 1 en Estados Unidos”, según Heidi Beirich, cofundadora del Proyecto Global contra el Odio y el Extremismo con sede en Montgomery (Alabama).

Esas tendencias “conspiranoides” no sólo han proliferado en redes sociales y en la denominada “deep web”. Lo que es más dramático y peligroso es que se tradujeron en hechos concretos de violencia, con decenas de víctimas inocentes. Y el dato es que EE.UU. enfrenta una epidemia de nuevo terrorismo. Un terrorismo de extrema derecha responsable, según diferentes estadísticas, del 66% de los ataques masivos que se dan a lo largo y ancho de su país. Un análisis del Center For Strategic & International Studies (CSIS) encontró que los extremistas alineados con estas ideologías fueron responsables de ese porcentaje de los ataques y complots terroristas en 2020. Este tipo de atentados vienen aumentando en los últimos años y apropiándose de dicha modalidad de violencia: ese mismo año el 94% de los incidentes con contenido ideológico correspondieron a la extrema derecha, contra el 5% estuvo inspirado por una ideas salafistas yihadistas. “Sin embargo, la política antiterrorista de EE.UU. ha mantenido su enfoque posterior al 11 de septiembre en contrarrestar las amenazas yihadistas salafistas extranjeras y los terroristas locales inspirados por grupos como Al Qaeda y el ISIS”, en lugar de ese peligro real y concreto de la extrema derecha supremacista, según señala el CSIS.

Un informe publicado en octubre de 2020 del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS) concluye que “los extremistas violentos con motivaciones raciales y étnicas –en particular los extremistas supremacistas blancos– seguirán siendo la amenaza más persistente y más mortífera en la Patria”. Alrededor del 60% de los asesinatos extremistas en Estados Unidos entre 2009 y 2019 fueron cometidos por personas que abrazan ideologías supremacistas blancas como la teoría del reemplazo, según la Liga Antidifamación.

 

Armados hasta los dientes

 

Todo ese escenario de un terrorismo de extrema derecha protagonizando los más terribles y atroces tiroteos de los últimos tiempos se agrava si se tiene en cuenta que la principal potencia del Mundo ostenta una facilidad para acceder a las armas que asusta. En muchos Estados se pueden comprar armas largas y a repetición hasta por Internet. La falta de controles es un debate permanente que reaparece cada vez que hay una nueva matanza. Pero que siempre cae en saco roto. En especial por el enorme lobby que tiene la industria armamentística y en particular por el apoyo -sobre todo por parte de los republicanos- de la utilización de la Segunda Enmienda de la Constitución que habilita a los ciudadanos norteamericanos a armarse en defensa propia. Sin embargo, las distintas matanzas (en especial las ocurridas en colegios) reinstalan el debate que, aunque tenga el apoyo hasta de los presidentes en ejercicio (pasó con Barack Obama y ahora con Joe Biden) no logran que el Congreso avance en los controles.

Para graficarlo: EE.UU. tiene menos del 5% de la población global, pero el 31% de los atacantes en tiroteos masivos con múltiples víctimas. Sólo en el primer semestre de 2021 hubo en este país 293 tiroteos masivos.  Y, con una población de alrededor de 330 millones de habitantes, en EEUU hay 320 millones de armas en manos de civiles, casi una por persona. El 48% de todas las armas en manos de civiles en todo el Mundo (650 millones) están en territorio estadounidense, pese a tener ese 5% de la población global.

Dentro de ese cuadro, preocupa especialmente la enorme prédica que en las Fuerzas Armadas y de Seguridad estadounidenses están teniendo determinados discursos racistas y supremacistas, nutridos de ideas conspirativas. Más si se tiene en cuenta el acceso que estos sectores tienen a poderosas armas. Datos recientes compilados por CSIS indican que el porcentaje de ataques y complots terroristas en los Estados Unidos perpetrados por uniformados viene creciendo en los últimos años. En 2020, el 6,4% de todos los ataques y complots terroristas nacionales fueron cometidos por uno o más militares en servicio activo o de reserva.  Y, por ejemplo, en el ataque del 6 de enero del 2021 al Capitolio participaron al menos cuatro reservistas, dos miembros de la Guardia Nacional y un oficial de la Infantería de Marina en servicio activo, así como al menos 91 veteranos. El asalto terminó con cinco muertos.

 

El perfil del asesino

 

Payton Gendron, el autor de la masacre de Buffalo, conoció las teorías conspirativas de los supremacistas blancos durante la Pandemia. Encerrado en su casa, descubrió el sitio “4chan” que abona a la hipótesis que la raza blanca se está extinguiendo. Empezó a recorrer otros sitios extremistas y neonazis, con un fuerte acento en teorías conspirativas y de racismo contra los negros. Así llegó hasta una masacre que sería su fuente de inspiración: la matanza de 51 personas en dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda, en 2019. Esa criminal cacería estuvo protagonizada por Brenton Tarrant quien realizó su propio manifiesto -del que copio varias partes el norteamericano- y sintetizó dos de los anhelos de Gendron: ser un tirador en masa ultra-racista y ganar notoriedad por ello. ¿Cómo hacerlo? Transmitiendo en vivo su masacre, tal como lo había hecho Tarrant.

El joven blanco de 18 años condujo por más de tres horas su vehículo para recorrer los 335 kilómetros que separan su casa en Conklin (en el centro del Estado de Nueva York), hasta el supermercado de Búffalo (en el mismo Estado), cerca de las Cataratas del Niágara. Para decidir donde atacar, antes Payton Gendron buscó un lugar donde haya mayoría de población negra. Una vez allí encendió su cámara para transmitir en vivo vía streaming por Twitch y empezó a disparar primero en el estacionamiento del lugar y después en el interior del supermercado. En el medio se enfrentó con el guardia de seguridad del comercio, pero su protección (estaba camuflado como un militar, con chalecos antibalas), evitaron que las municiones lleguen a su cuerpo. Al final, el terrorista terminó abatiendo al custodio.

Según los especialistas, el caso de Payton Gendron no es aislado. Es el exponente de una nueva generación de supremacistas blancos. Las características: son jóvenes que suelen no salir mucho de su encierro -lo que retroalimenta su insociabilidad-, muy activos en la actividad en línea y que visitan sitios radicalizados donde se da vuelo a las más extremas “Fake News” y a todo tipo de desinformación, en general con teorías conspirativas y una potenciación permanente a todo tipo de odio. También buscan imágenes explícitas de otras masacres y transmisiones en vivo de livestreamers que buscan hacerse famosos con el derramamiento de sangre. Una visión que se repite es esta idea de de la “Teoría del Reemplazo” que señala que la raza blanca está bajo amenaza y en riesgo de extinguirse, y en esa lógica alocada abarcan tanto al matrimonio interracial como a la inmigración.

Según J.J. MacNab, miembro del programa sobre extremismo de la Universidad George Washington: “Ahora tienes este nuevo mundo de asesinos. Es un mundo diferente - un flujo constante de falsas estadísticas, malos memes, de mentiras sobre la gente a la que quieren odiar.... Esa es la manera de '4chan': Dices cosas escandalosas que no necesariamente crees, pero con el tiempo llegas a creerlas”.

Son la nueva generación del supremacismo blanco que antes estuvo representado por el siniestro “Ku Klux Klan” y, más acá en el tiempo, por grupos terroristas neonazis como “La Base” o la “División Atomwaffen”. Suelen ser adolescentes de escuelas secundarias que están rabiosos por las pocas posibilidades económicas para los jóvenes y que, según su caprichosa mirada, el cambio de la demografía de un país potencia que cada vez haya menos lugares para ellos.

Y, en una alocada carrera asesina, entran en una competencia mortal para ver quién consigue un mayor número de víctimas. Así como se lee. Una competencia por lograr el podio de las masacres. “A medida que cada uno de ellos se hace más famoso, buscan igualar o superar el número de víctimas. La idea siempre es: ¿Quién puede superar el número de asesinatos? ... Para ellos, es como un videojuego. ¿Cómo se consigue una puntuación mejor que la del anterior?” señaló MacNab.

En el manifiesto que escribió antes de la masacre de Buffalo, Gendron se identifica como un supremacista blanco con creencias neonazis. Y sostuvo que las bajas tasas de natalidad de los blancos en todo el mundo representan una “crisis” que “finalmente resultará en la completa sustitución racial y cultural del pueblo europeo”.

Además de la matanza de Nueva Zelanda, este atacante también se inspiró en otros casos: el de Dylann Roof, que asesinó a nueve feligreses negros en una iglesia de Charleston (Carolina del Sur), y Patrick Crusius, que disparó contra latinos e inmigrantes en un Walmart de El Paso. Ese tiroteo, en el que murieron 23 personas, el ataque más mortífero contra latinos en la historia moderna de Estados Unidos.

Los asesinos de la supremacía blanca y la extrema derecha han dominado las cifras de homicidios extremistas desde 2018. “Vimos un preocupante pico histórico de inflexión en los delitos de odio contra los negros, pero sin el tipo de ataques con múltiples víctimas mortales que anteriormente acompañaron a tales picos”, dijo Brian Levin, director del Centro para el Estudio del Odio y el Extremismo en Cal State San Bernardino. “Este tiroteo es una extensión y un retorno a los actos de violencia masiva”.

Ahora bien, este tipo de extremismo de ultraderecha no está solo representado por esta masacre. Quizás el episodio más simbólico desde lo institucional haya sido la toma violenta del Capitolio en enero de 2021.  Pero no sólo por la previa a ese asalto -con un compendio de teorías conspirativas que los empujaron a esa locura- sino por lo que generaron después: hubo una radicalización que aumentó drásticamente la actividad online en espacios como los que frecuentaba el tirador de Buffalo. Este es uno de los hechos distintivos que dejó la estela de la era de Donald Trump.

Según Michael Edison Hayden, reportero de investigación senior del Proyecto de Inteligencia del Southern Poverty Law Center, “estos asesinos no tienen ninguna percepción de que las personas son personas. Son asesinatos presentados casi como videojuegos, y en realidad, por esa razón, son muy, muy, muy aterradores.... Ese aspecto mimético se siente incluso como un paso más deshumanizado y horrible”. En el mundo occidental, la amenaza del terrorismo pasó de los extremistas islámicos a los “extremistas raciales con motivación ideológica”, explica Hayden.

El problema es que el caso de Gendron en Buffalo y las locuras racistas y supremacistas que puso en su manifiesto no es una expresión aislada. Casi uno de cada cinco estadounidenses está de acuerdo con al menos dos principios clave de la teoría del reemplazo, según una encuesta publicada por Associated Press y el Centro Nacional de Investigación de Opinión de la Universidad de Chicago. Sin embargo, la creencia en esos principios no convierte necesariamente a una persona en un creyente pleno de la teoría, y mucho menos en alguien dispuesto a salir a matar a otras personas. El sondeo, en el que se encuestó a 4.173 adultos estadounidenses, arrojó que 1 de cada 3 estadounidenses estaba de acuerdo en que “hay un grupo de personas en este país que está tratando de sustituir a los estadounidenses nacidos en el país por inmigrantes que coinciden con sus opiniones políticas”. Alrededor de 1 de cada 7 estadounidenses dijo estar “muy” de acuerdo con eso. Ese pensamiento conspirativo en la mente de una persona desequilibrada desata una catástrofe y es un cóctel explosivo.

 

Más de 100.000 extremistas en distintos grupos

 

Los pensamientos “conspiranoides”  de la extrema derecha en los EE.UU. se han canalizado en distintos movimientos. Desde “QAnon”, a “The Base”, pasando por “The Proud Boys” (a quienes Donald Trump invitó a “permanecer preparados” durante el primer debate presidencial contra Joe Biden) o del movimiento “Patriot Prayer”, integrado por cristianos fundamentalistas. Más allá de los matices y diferencias estos grupos tienen bases comunes: el fanatismo religioso, la defensa de la Primera Enmienda (ya que eso le garantiza su Libertad de Expresión) y su convencimiento certeza de que la ‘raza’ blanca es superior a todas las otras. A eso suman la idea de que presunta supremacía corre peligro. Y ante esa “amenaza”, aparecen dispuestos a “defenderla” como sea. Incluso con violencia.

“En connivencia con esos grupos de ultraderecha se encuentra una quincena de grupúsculos neonazis como 'Storm Front', el partido nacional-socialista 'Vanguard America' –que retomó el lema hitleriano de 'blood and soil' (sangre y tierra)– y también 'Atomwaffen Division' (AWD), establecido en Estados Unidos, pero con 'franquicias' en Reino Unido, Alemania y los países bálticos. Están dispuestos a todo. Incluso a perpetrar atentados suicidas”, señala el portal Orient XXI en un artículo titulado “Estados Unidos. La amenaza terrorista es interna y blanca”.

También figuran los “Incels” (“Involuntary Celibates” o célibes involuntarios), que predican una misoginia militante en la que responsabilizan a las mujeres por esa situación. El FBI los considera una amenaza ya que protagonizó varios atentados. El peor de ellos ocurrió en mayo de 2014, cuando uno de sus adeptos, Elliot Rodger, asesinó a seis personas e hirió a otras catorce en Isla Vista, California, antes de quitarse la vida. Y también están los “Boogaloo”, quienes aparecen dispuestos a detonar una guerra civil antes de que les confisquen las armas.

Se calcula que estos “emprendedores de violencia”, según la expresión del politólogo Bertrand Badie, concentran en total unas 100.000 personas. Es una cifra pequeña en un país que posee poco más de 330 millones de habitantes, pero altamente peligrosos y dispuesto a todo. Como se vio en Buffalo. O en Capitolio. Hoy la mayor amenaza interna de la principal potencia del Mundo está dada por ese terrorismo de extrema derecha que se apropió de la violencia. Ese terrorismo que se traduce en muertes, atentados y desestabilización. Ese terrorismo que sacude y pone en jaque a los EE.UU.

 

 

(*) Este artículo de Opinión Por Gabriel Michi fue publicado originalmente en el portal de mundonews.com.ar.

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