Malvinas, víctima infausta del naufragio de la (anti) política exterior mileísta

El secretario de Política Exterior británico, David Lammy, y la canciller argentina Diana Mondino, el pasado 24 de septiembre.

El secretario de Política Exterior británico, David Lammy, y la canciller argentina Diana Mondino, el pasado 24 de septiembre.

Por Guillermo Carmona (*)

 

Está llegando a su fin una semana negra para la política exterior, la Cuestión Malvinas y el posicionamiento de la Argentina en el escenario internacional. El tránsito de Milei y Mondino por las Naciones Unidas ha sido trágico, solo comparable por su gravedad y consecuencias nefastas con aquella semana de setiembre de 2016, cuando el macrismo anunció (cosa de Mandinga, un martes 13 de setiembre de hace ocho años) el pacto Foradori-Duncan. Pero hoy es peor que entonces porque las posiciones y decisiones del mileismo en el plano de las relaciones internacionales han provocado en diez meses la demolición de los pilares que sostenían la política exterior argentina y generado un desajuste sistémico de los dispositivos diplomáticos que deberían prevenir y evitar daños al interés nacional que pueden ser irreparables.

Por estos días la Cancillería ha quedado librada a las fuerzas del cielo. Son muy pocos los que en el Palacio San Martín y en las representaciones diplomáticas argentinas en el exterior se plantan con los pies en la tierra para decir que lo que están haciendo no está bien, que es malo para la Argentina y que muchas de las consecuencias serán irreversibles. Solo la fortuna y el trabajo en gran medida inercial de diplomáticos de rangos iniciales y medios ha evitado algunas catástrofes, como la que habría representado, valga de ejemplo, la llegada de votos en contra de la Argentina en el Comité de Descolonización de la ONU cuando se trató en junio la Cuestión Malvinas.

En cambio, han pululado los diplomáticos y diplomáticas de carrera que se pusieron la gorra mileísta y han defeccionado de las obligaciones que asumieron al momento de su juramento de fidelidad a la Nación. La mala praxis diplomática está a la orden del día. Surge la pregunta de si se les reclamará que rindan cuenta y paguen las consecuencias algún día.

Ha sido y es objeto de análisis y debate en la disciplina de las Relaciones Internacionales el carácter anárquico del orden internacional. Distintas corrientes teóricas han abordado los modos y condiciones en los que se puede evitar o minimizar la anarquía, trascendiendo la reflexión de los ámbitos académicos para involucrar también a gobiernos, estadistas y actores sociales y económicos. A contramano, hoy la Argentina tiene un gobierno que se declara anarcocapitalista y promueve la anarquía en el escenario internacional, lo que implica la aceptación y promoción de la ley del más fuerte y el consiguiente desprecio por el derecho internacional, el multilateralismo y la diplomacia.

La política exterior del mileísmo se manifiesta paradójicamente como antipolítica. Traslada a la relación con otros Estados y a los ámbitos multilaterales una de las improntas que la ultraderecha ha impuesto en la política doméstica. La antipolítica en las relaciones internacionales quiebra las posibilidades de desarrollo de la diplomacia y, como consecuencia de ello, imposibilita la existencia de relaciones exteriores constructivas. La diplomacia sin política exterior es inviable. La diplomacia en un contexto de antipolítica exterior se transforma en un instrumento dañino al servicio del caos.

El mileísmo, a través del alineamiento automático incondicional, ha asumido con una devoción ciega que bordea el fanatismo las prioridades estratégicas de Estados Unidos, Israel y, ahora más claramente, de Gran Bretaña. Lo hace desde un posicionamiento antipolítico, marcado por la confrontación con todos los que rayan: países del Sur Global, organismos regionales y con la propia ONU. El posicionamiento confrontativo se expresa en la descalificación, el insulto y un creciente guerrerismo discursivo. Como toda antipolítica, la que aplica el mileísmo en la política exterior disfraza fines y objetivos políticos que tienen y tendrán profundas consecuencias políticas y geopolíticas que se pueden sintetizar en dos conceptos siempre enlazados: dependencia y pérdida de soberanía.

En esta nota pongo el foco en la Cuestión Malvinas dada la gravedad de lo actuado por el gobierno en uno de los campos prioritarios de nuestra política exterior. Las acciones y omisiones del gobierno hacen agua por todos lados. Sin embargo, hay que advertir que el naufragio es general y está lesionando de manera profunda el posicionamiento internacional de la Argentina. Tres hechos de esta semana integran la crónica del naufragio: el discurso de Milei ante la Asamblea General, el pacto Mondino-Lammy y las declaraciones de Mondino en una entrevista con Eduardo Feinmann.

 

Milei contra la ONU por Malvinas

 

El discurso de Milei ante la Asamblea General ha sido objeto de profusos análisis, críticos incluso entre sus apologistas habituales. No incurrió en el error fatal de no referirse a Malvinas, aunque se las rebuscó para no reclamarle nada al Reino Unido por su presencia colonial, sus acciones unilaterales en el espolio de los recursos naturales y su sistemática violación del derecho internacional. Sin siquiera mencionar a la potencia ocupante, arremetió, en cambio, contra la ONU afirmando que “Tampoco la organización ha cumplido satisfactoriamente su misión de defender la soberanía territorial de sus integrantes, como sabemos los argentinos de primera mano, en la relación con las Islas Malvinas.”

 

El pacto Mondino-Lammy, en clave de desmalvinización

 

En una nota publicada en este mismo portal titulada Una “nueva era” de desmalvinización (https://y-ahora-que.blog/app/una-nueva-era-de-desmalvinizacion) sostenía en febrero pasado que “El gobierno de Milei-Villarruel ha desestabilizado a uno de los pilares de la política exterior argentina, el consenso básico sobre la reafirmación de soberanía sobre Malvinas …” y remarcaba las omisiones flagrantes en las que el gobierno mileísta había incurrido frente a actos de provocación británicos. Anticipaba además que la desmalvinización de la agenda bilateral derivaría en decisiones y medidas que reproducirían las políticas de los gobiernos neoliberales “se plantea una vuelta al esquema de cooperación entre la Argentina y la potencia usurpadora en el Atlántico Sur. Esas políticas de ‘cooperación sobre áreas mutuamente beneficiosas’, vigentes durante las gestiones de Menem, De la Rúa y Macri, no produjeron otro resultado que el afianzamiento del posicionamiento colonial de Gran Bretaña en el Atlántico Sur y la clausura de cualquier diálogo que tuviera que ver con la cuestión de la soberanía.”. Eso es lo que ha ocurrido esta semana en Nueva York, como resultado de la reunión entre la canciller Mondino y el secretario de Política Exterior británico David Lammy, el pasado 24 de septiembre.

La Cancillería informó mediante el Comunicado de Prensa N° 470/24 sobre la concreción de una reunión entre Mondino y Lammy señalando que “avanzaron en una agenda amplia de temas que incluyen distintos aspectos vinculados al Atlántico Sur”. Asimismo, expresaba que “se aplicará a esta agenda y a sus resultados la fórmula de salvaguardia de soberanía que figura en el párrafo 2 de la Declaración Conjunta del 19 de octubre de 1989.” A partir de esta consideración general el Comunicado de Prensa detalla:

1) Que “Las Partes han acordado retomar las negociaciones tendientes a finalizar la tercera fase del Plan Proyecto Humanitario conjuntamente con la Cruz Roja Internacional, así como también organizar un viaje de familiares de caídos a las Islas antes de fin de 2024, para que puedan visitar las tumbas de los soldados que allí descansan.”

2) Que “También se estableció la necesidad de avanzar con medidas concretas en materia de conservación de pesquerías y en favor de una mejor conectividad, en virtud de los arreglos alcanzados en 2018, incluida la reanudación del vuelo semanal de San Pablo a las Islas, que realizaba una escala mensual en Córdoba.”

3) Que “Estas medidas permitirán avanzar en una agenda más ambiciosa de cooperación en diferentes ámbitos y bajo fórmula de soberanía, tendientes a promover el desarrollo humano y económico y estrechar lazos entre las Islas y el continente.”

4) Que “la Canciller Mondino y el secretario Lammy acogieron con beneplácito las medidas que están siendo adoptadas para alcanzar una mejor relación bilateral y acordaron hablar nuevamente en una oportunidad futura.”

Los alcances de las medidas anunciadas son una reedición, en su contenido y forma, del Comunicado Conjunto del 13 de setiembre de 2016, conocido como Pacto Foradori Duncan, que se dio por terminado por el gobierno argentino el 3 de marzo de 2023 por su carácter contrario a los intereses nacionales. La Argentina retrocede ocho años hacia políticas concesiones a cambio de nada que habían sido superadas, pero en un contexto desolador provocado por el mileismo: prácticamente todos los países y gobiernos que apoyan a la Argentina por Malvinas han sido atacados, cuestionados o ninguneados directa o indirectamente.

 

La entrevista de Mondino con Feinmann: un paraguas para los ingleses

 

En una entrevista por Radio Mitre, la canciller Mondino se refirió a las negociaciones con Lammy. Consultada por el periodista oficialista Eduardo Feinmann sobre los alcances de lo acordado dijo, refiriéndose a la fórmula de reserva de soberanía utilizada en lo acordado, que “El paraguas es que no discutamos el tema de soberanía, discutamos los otros temas que también son relevantes, eso separamos”, reconociendo que el objetivo de retomar las negociaciones para terminar con la disputa de soberanía no tiene prioridad ni es de interés del gobierno ultraderechista.

Esa reserva de soberanía es una fórmula que ha estado sujeta a polémicas. En realidad, se trata de un instrumento que puede utilizarse con distintas finalidades: vital y necesario en las negociaciones sobre soberanía, mientras se intenta alcanzar acuerdos, ha sido desnaturalizado por los gobiernos neoliberales para dejar fuera de agenda la cuestión prioritaria y central de la solución de la disputa a través de negociaciones, dándole relevancia a otros temas de interés británico como los que hoy incluye el pacto Mondino-Lammy. Se ha constituido así en un instrumento dilatorio, utilizado con maestría por los británicos con la complacencia y complicidad de gobiernos poco afectos a defender la soberanía nacional. Es la consagración de la desmalvinización de la política exterior y de la relación bilateral con el Reino Unido.

Termino esta nota como aquella de febrero publicada en Y ahora qué: “Frente a la desmalvinización no se admite otra cosa que la resistencia”, decía. La resistencia ya se manifiesta en los rechazos al nuevo pacto que surgen con fuerza desde el Congreso, gobiernos provinciales, intendentes municipales, veteranos de guerra y familiares de caídos, académicos y especialistas, entre otros. La resistencia debe estar asociada necesariamente con la decisión de reconstruir una política exterior para una Argentina libre, justa y soberana, un país en el que la defensa de la soberanía sobre Malvinas vuelva a ser Política de Estado y causa nacional.

 

(*) Guillermo Carmona es exsecretario de Malvinas de la Cancillería y expresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados. Este artículo de Opinión fue publicado originalmente en el portal del blog Y ahora qué.

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