Las caudalosas y persistentes lluvias complican aún más la situación de todos los edificios, tanto públicos como particulares, que se encuentran en las cercanías de las barrancas de Santa Elena, a orillas del Paraná. La problemática es histórica y como consecuencia, a lo largo de 20 años, muchos vecinos debieron abandonar la casa que los vio nacer, en busca de espacios más seguros.
La naturaleza avanza indefectiblemente sin una obra que frene el movimiento de tierra que genera el Paraná en sus vaivenes. Hoy ya está en peligro gran parte del populoso barrio Nuestra Señora de Fátima, la escuela del mismo nombre y la capilla ubicada en el mismo predio, además club Rivera del Paraná y el hospital público Santa Elena, ya que desde el deslizamiento hasta el nosocomio hay sólo unos 30 metros.
A fines de 2009 la barranca se llevó una sala de Asistencia Social y el sector donde estaban instalados los grupos electrógenos. Armando Zalazar, titular de Obras Públicas de la Municipalidad de Santa Elena contó que en la localidad cuentan con un sólo hospital público en el cual se realizan 180 consultas diarias y una capacidad de internación para 30 personas. Si bien hay una clínica privada, el 50 por ciento de los santaelenenses carece de cobertura social, lo que los obliga a requerir asistencia gratuita. Incluso gran parte de los pacientes que tienen alguna obra social también reciben atención en el nosocomio público.
En el edificio escolar funciona por la mañana una guardería infantil, sala de 4 y 5 años y un establecimiento educativo de nivel primario al que asisten un total de 360 alumnos, por la tarde la escuela secundaria tiene una matrícula de 150 estudiantes. Además cuenta con servicio de comedor escolar y en el mismo predio se levantó la capilla Nuestra Señora de Fátima.
El movimiento de barrancas comprometió la actividad del club Rivera del Paraná, ya que las paredes se están resquebrajando. El club Azopardo Belgrano y la escuela privada San Antonio de Padua también están en peligro, aunque aún están a unos 100 metros de la zona de barrancas.
Los principales derechos de todo ciudadano se ven perjudicados por el accionar de la naturaleza y la indecisión gubermanental en encarar obras que frenen la destrucción de edificios en donde se imparte enseñanza, se brinda asistencia médica o recreación y deportes, como en el caso del club local o se rinde culto, como en el caso de la capilla, sin dejar de mencionar las numerosas familias de barrio Fátima que podrían abandonar sus hogares y perder así su sentido de pertenencia. Zalazar indicó que desde la Municipalidad se hacen tareas básicas, porque no cuentan con elementos tecnológicos ni con herramientas para hacer trabajos que necesitan de estudios geológicos. “Hay vertientes que están socavando las barrancas y el terreno cede, se necesita que se haga la obra y lo más rápido posible”, especificó.
En febrero se anunció, desde el Ministerio de Economía, la firma del fideicomiso para la estabilización de las barrancas de Santa Elena. La obra tiene un costo estimativo de 17 millones de pesos y fue preadjudicada a diversas empresas. Se espera la firma del decreto provincial del gobernador Sergio Urribarri para luego adjudicar definitivamente la tarea a la firma correspondiente.
“Ya 15 familias que habitaban en la zona de derrumbe fueron reubicadas en un barrio municipal o les alquilamos viviendas. Ahora tenemos cuatro familias en riesgo que tendrán que trasladarse aunque no quieran porque debemos preservar su integridad física”, dijo Zalazar en declaraciones realizadas a diario Uno.
Finalmente, sostuvo que “la obra está preadjudicada y sólo falta el decreto del gobernador para que supuestamente en abril o mayo comience la obra. Necesitamos que la Provincia cumpla con su compromiso porque realmente estamos viviendo una situación muy crítica y la Municipalidad no está en condiciones económicas de solventar una obra de tal magnitud”.
Una familia al borde del precipicio
Néstor Acosta y su familia viven desde el 10 de junio de 1966 en una casa de dos plantas que en la actualidad está al borde del precipicio. Blanca, esposa de Néstor, contó que ya cansados de recurrir al municipio, a las autoridades provinciales e incluso de enviar cartas a la Presidenta de la Nación, Cristina de Kirchner, días atrás contrataron una empresa privada para que realice una obra de contención en el sector donde está ubicada su vivienda, con un costo de 20.000 pesos.
“Realizaron una excavación de cuatro metros y fueron colocando cimientos y cordones hasta llegar a la superficie. Esperamos que el municipio o la provincia nos retribuyan los gastos”, dijo la vecina.
Blanca consideró que el problema mayor es que tienen es que las cañerías de alimentación de la planta potabilizadora de la ciudad pasan por al lado de su vivienda. “Son cañerías de más de 100 años, están rotas y colgando, porque la tierra se fue desmoronando”, especificó.
También recordó los primeros años en que habitaron el lugar: “Era todo un caserío más abajo, no podíamos ni pensar lo que iba a ocurrir, pero poco a poco el río se fue comiendo todo. Han pasado un montón de intendentes, viajes a Buenos Aires, promesas incumplidas y nunca una solución definitiva. Acá vivimos con mi esposo y un nieto, y queremos seguir aquí porque está toda nuestra historia en esta casa, pero necesitamos la obra”.
(Foto: diario Uno)