Por Fermín Luis Garay

Reconoceremos pues, de entrada, que esta multitud es cualitativamente distinta de cualquier otra ocurrida en este país. Pisamos pues el resbaladizo terreno de mentar lo nuevo, lo diferente, lo que por primera vez nace Y eso no es fácil. Tratemos de aproximarnos a lo que es por una ruta mas fácil, expresando lo que esta multitud con absoluta seguridad, no fue.

Veamos : a) No fue una multitud para manifestar la identificación con un liderazgo, al estilo tan clásico de las multitudes que congregaban Adolf Hitler o Juan Domingo Perón.Estas alababan al conductor y denostaban a sus adversarios. Multitudes de consignas claras y repetidas con el tam, tam crecientemente enfervorizado, que se escucha en el “Emperador Jones” de Eugene O Nelly.y que presagia la tragedia.

b) No fue una multitud enfurecida como la que hizo el “bogotazo” después del asesinato del líder popular José Eliécer Gaitán en 1948.

c) No fueron multitudes vindicativas como las que presenciaron los guillotinamientos de María Antonieta de Austria y el rey Luis XVI durante la revolución frncesa.

d) No fueron las multitudes solidarias con el campo argentino, o las reunidas en el puente Fray Bentos – Puerto Unzué para reclamar el cierre de la pastera Botnia que contamina las aguas antes prístinas del Río Uruguay.

e) No fueron, por cierto, la multitudes implorantes y sumisas que realizaron los obreros de San Petersburgo del 9 de Enero de 1905, cuando, enarbolando íconos y cantando himnos religiosos se dirigieron al Palacio de Invierno donde moraba “el padrecito Zar” para solicitar la jornada de ocho horas y fueron, como respuesta, masacrados con ametralladoras y fusilería iniciándose la Primera Revolución Rusa.

f) Tampoco fue la multitud inmensa que se reunió en Paris en 1870 para contemplar el ajusticiamiento de Troppmann asesino de niños, y que fue descripta por el gran escritor ruso Iván Trugeniev de esta forma... "El rumor de la muchedumbre hacíase afuera cada vez mas fuerte, más denso, más continuo…Me chocó aquel ruido sordo, y creí oír el rugido del mar cuando las olas se estrellan contra la playa: ese crescendo incesante de las olas, tan fielmente imitado por Richard Wagner en su música.

No era una baraúnda siempre igual; había grandes tumultos, convulsiones en medio de las cuales sobresalían las notas agudas de las voces femeninas e infantiles y caían en fina lluvia, como la espuma de las olas, sobre aquel enorme zumbido. Comprendíase que se hallaba en presencia de la fuerza bruta de un elemento.

Ora se calmaba este elemento y parecía recogerse; ora se hinchaba, se levantaba, se arrojaba con creciente furor, cual si hubiera querido tragárselo todo; luego sosegándose gradualmente, se calmaba, para encolerizarse de nuevo, sin fatiga, incesantemente, sin fin…¿Y que significa ese zumbido? –pensaba yo- ¿Expresa júbilo, perversión, crueldad? Nada de esto.

No es el eco de ningún sentimiento humano determinado, sino un ruido: el fragor de un elemento”. No me detuve en la inigualable descripción de Turgueniev por una cuestión estética sino porque advierto que nuestras multitudes del Bicentenario no tienen para nada ese carácter de contagio colectivo en el que perece el individuo –portador de la racionalidad y el sentido moral- y cuya resultante, es el nacimiento de un ente que ya no es humano y que obra, como lo señalara Gustave Le Bon despojado de toda subordinación a valores que nos diferenciarían de una manada bestial.

Si cabe pues la síntesis y jugando siempre con la dialéctica hegeliana diremos : la mas grande multitud de la historia argentina fue una multitud…de individuos. Y esto es algo nuevo. No fue un responder a los halagos y promesas del gobierno o de la oposición, ni un obedecer al chasquido de látigo alguno.

Fue una multitud de argentinos en pleno uso de su libertad de elección es decir en el mas alto plano de la dignidad humana. Una multitud inmensa, pacífica, alegre y esto es también algo nuevo. Fue una multitud casi introspectiva que pasó muy por encima de las desagradables propuestas de los poderosos de hoy y solo dialogó con los grandes hombres del pasado para decirles que su sacrificio, que sus trabajos están aquí hoy sosteniendo lo que resta de una Patria traicionada y vilipendiada, para decirles, en suma, que millones de argentinos y hombres de todo el mundo que habitan nuestro suelo, estamos dispuestos a continuar por el camino que nos trazaron.

El incesante agitar de la bandera una e innumerable, las escarapelas lucidas con orgullo cerca del corazón, el constante vivar a la Patria, el Himno Nacional cantado vigorosamente y el paso marcial de nuestras tropas presagian tiempos mejores. Que así sea.