Robo de bebés en Paraná: Guerreri pidió el Nunca Más para los represores y Amelong inculpó a Constanzo y Navone

Por Betiana Spadillero Gaioli
(de ANALISIS DIGITAL)

Los ex integrantes del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario prestaron declaración este viernes, en el juicio que investiga el funcionamiento de una maternidad clandestina en el Hospital Militar de Paraná. Aunque Fariña, González y Pagano prefirieron que se lean las indagatorias de la etapa instructoria, éste último se limitó a aclarar que manifestó conoció a Constanzo pero con un nombre de encubrimiento.

Las audiencias se iniciaron a las 10.40 en la sala de calle 25 de Mayo de la capital provincial, mientras la transmisión en directo se desarrollaba en la sede de calle Urquiza, donde se presentaron serias dificultades técnicas. El debate seguirá el próximo miércoles, oportunidad en la que brindará testimonio Sabrina Gullino.

Cabe señalar que los ex militares son representados por el defensor Oficial Mario Franchi, y el médico anestesista por el abogado Humberto Franchi. En tanto, por el Ministerio Público Fiscal están José Ignacio Candioti y Marina Herbel. Por las querellas Álvaro Baella y Ana Oberlin –Abuelas de Plaza de Mayo-, Florencia Amore y Álvaro Piérola –Sabrina Gullino y Sebastián Álvarez, e Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio- y Lucas Ciarnela –Secretaría de Derechos Humanos de la provincia.

Guerrieri: “No somos represores, somos soldados del orden”

Guerrieri fue el primero en declarar ante el Tribunal. El teniente coronel retirado comenzó con una explicación: “Esto lo hago en forma de introducción al problema de las acusaciones que tenemos, más que nada para aclarar algunos términos que han sido utilizados acá. Anticipo que no soy abogado, soy militar, de manera que con todo respeto puede ser que cometa algún error”, apuntó.

“Nos tocó vivir en esa época por biología, la Argentina vivió una conjunción terrorista y nosotros estábamos al servicio de la Nación. El flagelo de la guerrilla inició en el ’60, es un contexto. Tuvimos que cumplir las obligaciones”, aseguró. En esa línea, aludió a la “jerarquía, disciplina y orden del sistema militar”, tras lo cual indicó: “Ingresé al Ejército a los 12 años, tengo 77 años y todavía no me pude ir. No tengo banderas partidarias, la única bandera que me representa es la verde oliva del Ejército argentino”.

El acusado por robo de bebés y sustitución de identidad remarcó que lleva “diez años preso, aquejado por algunos males silenciosos” de la edad. “Nosotros también estamos sufriendo mucho, queremos que esto termine. Pido ‘nunca más’ para nosotros, déjenme morir en paz con mi familia y mis camaradas”, reclamó.

Luego se abocó a hacer algunas distinciones conceptuales. “Hay una cosa que me ofende. Se habla de la patota; yo no fui instruido para estar en una. Patotas hay en las canchas de fútbol. Pudo haber sido la Triple A una patota, no el Ejército”, señaló. Además, negó que en la fuerza se hayan concretado “asociaciones ilícitas”.

“Hay algo que tergiversan; no somos el Ejército del Proceso de reorganización nacional. Entré en el '48, yo soy soldado de (José de) San Martín, no soy soldado del (Ernesto) Che Guevara”, prosiguió. “La guerra de por sí es un hecho inhumano, y nosotros como militares de carrera nos preparamos para la guerra”, expresó al respecto. A su vez sentenció: “Qué saben si nosotros queríamos el proceso; nos pedían en la calle que venga la revolución. Entre memoria, que tanto usan ustedes, e historia, hay que ir a la historia, que nos da indicios. La memoria se acomoda según lo que queremos recordar”, acotó.

“Hice todo lo que era un mérito en esa época, pero hoy esas cosas me pesan. Me parece bien que nos juzguen, pero deberían ser justos; la otra parte no está, está desaparecida”, acotó. Enseguida, insistió: “Esto no fue un problema de Argentina sola. Es una consecuencia de la Guerra Fría, que se manifestó en nuestro territorio a través de la guerrilla. No es verdad que venían con los libros en la mano: venían con las armas a instalar un nuevo sistema”.

“No estuve nunca de acuerdo. Somos un Ejército derrotado, desgraciadamente, por habernos subidos más arriba de lo que correspondía. No hubo que ir a las Malvinas”, expresó luego. Asimismo reafirmó: “Somos personas de bien, no soy un asesino, ni una persona dedicada al mal".

No somos represores, somos soldados del orden. Todos los gobiernos acuden a la fuerza cuando se les desordenan las cosas”, agregó luego.

Paso seguido, el imputado se valió de un esquema para explicar el funcionamiento jerárquico del Ejército. “El Destacamento de Inteligencia trabajaba en prever para que los demás provean; era un trabajo de analista no operativo”, diferenció. Al respecto, afirmó que “nunca” llegó al Hospital Militar. “Vine dos veces a Paraná en mi vida, pero por razones sociales”, sostuvo.

Por último, mencionó el “precepto de la necesidad de saber” para abonar a su argumentación. “No todo el mundo debe conocer lo que pasa, porque atenta contra la misión que hay que cumplir. Nos manejemos por reglamento, códigos, directivas. Yo no le di órdenes a nadie. Esto fue impartido directamente por (Leopoldo Fortunato) Galtieri. Por eso no acepto ninguna de las acusaciones”, asentó.

“El soldado nunca es el que retoma el triunfo o la derrota, eso no le corresponde, la política nacional es la que decide. A nosotros nos llegaba lo que el Proceso definía”, asentó ante el Tribunal integrado por Roberto López Arango, Lilia Carnero y Juan Carlos Vallejos.

Para cerrar, leyó un fragmento de una testimonial del juicio realizado en Rosario, donde se mencionó que Raquel Negro fue “ejecutada de un tiro en la cabeza” por Paul Nabone, jefe del Destacamento 122.

“Hago esto con todo el respeto, con el corazón y buscando la reconciliación de los argentinos. Ese es mi espíritu. Los hombres se acuerdan de Dios y del soldado cuando están en peligro. Después el soldado es despreciado”, culminó el genocida, quien no accedió a responder las preguntas de las partes acusatorias.

La insistencia de Amelong

Por su parte, Amelong ratificó su inocencia de los hechos que se le acusan en “forma genérica”, de modo que reiteró que “no han sido manifestadas las circunstancias” en las que se lo vinculan a los hechos de la causa. “No tengo absolutamente nada que ver con esa autoría directa que se me imputó”, aseguró.

Al respecto, como parte de su defensa material, el teniente retirado aludió a la “animosidad evidente desde 2004 del señor Constanzo” hacia su persona, y denunció “como acto a descargo” la autoría de éste y Navone (quien se suicidara en Córdoba el día previo a la citación que tenía en Paraná para declarar sobre el caso que se está juzgando), en los delitos que se investigan.

De hecho, requirió que se libre un oficio para que el Segundo Cuerpo del Ejército de Rosario “remita los libros de guardia y planillas de visitas”, para que conste que Constanzo visitaba a Navone, “a fin de probar la relación que había entre ellos”. Igualmente, solicitó que se adjunten “los registros telefónicos” de las conversaciones entre ambos.

Más adelante, como parte de su defensa técnica, amplió el pedido de nulidad de las acusaciones y remarcó la “desigualdad” de las indagatorias. “Hay un evidente perjuicio en el ejercicio de mi autodefensa, porque no pude estar presente en la indagatoria de Guerrieri y de lo que me indicaron que dijo me surgieron algunas dudas”, remarcó.

También apuntó a la presunta “animosidad” de Constanzo con Guerrieri, “porque se habría quedado con un dinero destinado a su familia”. De todos modos, el Tribunal dio lugar al pedido de las partes acusatorias de que se desestimen las “denuncias cruzadas” relatadas por el represor.

Los hechos que se investigan en la causa

La causa tuvo su inicio en la denuncia realizada el 18 de mayo de 2005 por el entonces coordinador del Registro Único de la Verdad, Guillermo Germano. En la presentación hizo referencia a dos clases de hechos: la internación de mujeres en estado de gravidez en el Hospital Militar de Paraná, quienes se hallaban privadas ilegítimamente de su libertad; y el asesinato y entierro clandestinos de personas en el Escuadrón Comunicaciones

En ese contexto, se investiga la apropiación de los hijos de la desaparecida Raquel Negro, quien fue detenida ilegalmente al igual que su pareja Edgar Tulio Valenzuela y su hijo menor Sebastián Álvarez, el 2 de enero de 1978 en Mar del Plata. La mujer fue trasladada desde la Quinta de Funes en Rosario hasta el nosocomio castrense, donde dio a luz a los mellizos, uno de los cuales, Sabrina Gullino, recuperó su identidad en diciembre de 2008.

La joven fue abandonada el 27 de marzo de 1978 en la puerta del Hogar Huérfano de Rosario, desde donde fue dada en adopción por Raúl Gullino y Susana Scola. De su hermano mellizo no se ha logrado aún determinar su destino.

Foto: Mesa Juicio y Castigo

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