Escribo con mucha dificultad. En parte por la tristeza, que me ha mantenido los ojos húmedos y el corazón estrujado, y en parte porque quiero evitar dramatizar (Quique nunca quería dramatizar). Sin embargo, siento que como amiga, colega, compañera de muchas tardes de aire en la radio y otras noches en la tele –aunque menos de las que nos hubiese gustado-, algo tengo que decir.
Se fue un gran tipo, un hombre valiente que habiendo notado que su cuerpo se había alterado recurrió a una bioquímica amiga y le pidió análisis de rutina que incluyeran marcadores tumorales. Dieron elevados y la tomografía posterior confirmó una lesión en el páncreas.
Es ese segundo en el que la vida da un giro.
Devino una operación delicada y seguidamente el tratamiento de quimioterapia. Entretanto, los abrazos, las oraciones, los buenos deseos, el ánimo, las preguntas. Y la vida que, trastabillada, seguía. Porque aunque necesitemos frenar el mundo al menos por un rato, nada se detiene. Descaradamente, los demás problemas siguen apareciendo y reclamando soluciones. Y Quique los solucionaba. Y se levantaba, y se informaba, y se abrigaba mucho y marchaba al canal para hacer el programa. “Tengo las piernas muy hinchadas”, me dijo una noche, segundos antes de salir al aire. Y lo admiré tanto. Lo admiré como siempre lo hice ─porque su tarea periodística y sus análisis políticos fueron impecables─, pero con más fuerza.
La idea es que yo estuviera ahí todos los jueves de noche hasta tanto él se sintiera mejor y volviera a sentarse al lado mío. Todavía tenía mucho que aprender de él. Y teníamos ganas de seguir trabajando juntos.
La manera en la que se dieron las cosas permitió que se despidiera de mucha gente. No sé si es lo mejor o si en realidad es tremendamente triste, o las dos cosas, lo cierto es que de un modo u otro a todos nos llegará ese momento. El de mi amigo fue así, con plena consciencia del final y de la cantidad de personas que lo querían. Se fue con las caricias de una mujer inmensamente dulce y fuerte a quien admiro muchísimo, recibiendo los mensajes y visitas de los amigos de la vida, con el apoyo de sus hermanos, de toda su familia... el amor de su mamá.
Pude darle las gracias por haber confiado en mí desde la época de "Neuronas a mil", por los consejos, por el oído, por los discos de Sabina, de Aute y de Guerra. Trabajar con Enrique Benvenaste fue una gran experiencia, y ser su amiga, un hermoso regalo de la vida.
Queda pendiente encontrar la respuesta a una pregunta evidente y lógica que Enrique hizo horas antes de aquella cirugía: ¿Por qué no incorporar en los protocolos a los marcadores tumorales? ¿Por qué si dan elevados descartar que haya un mal mayor que una simple inflamación y de esa forma llegar antes al problema mayor? ¿Qué lo impide?
"Observadores" saldrá al aire por última vez el próximo jueves. La gente del canal ha sido muy generosa con él y Caro Panelo sabe lo agradecido que estaba Enrique por eso.
Infoner, el otro de sus productos que delegó en mí, seguirá marchando. Continuarlo fue uno de sus últimos consejos, y como sus consejos siempre fueron buenos, propios de un hombre intuitivo y muy inteligente, le voy a hacer caso.
Gracias a los oyentes, a los televidentes de los jueves, a los lectores de esta página, a todos quienes confiaron en la palabra y en la manera de abordar los hechos de la realidad de mi amigo. Han hecho bien.
Los abrazo,
Sabina Melchiori.