Alejo Roa
(desde La Serena, Chile)
Un intenso recorrido por la Región de Coquimbo, en Chile. Sus lugares, nuestras historias comunes, sus misterios y las extrañezas de un sitio ajeno a nuestro paisaje diario. La política turística chilena que engloba al mar, a los valles y a las estrellas de “los cielos más limpios del mundo”. Además, la relación con el futuro de la producción entrerriana: el puerto de Coquimbo, la salida por el Pacífico con destino a China.
La Serena
Los sanjuaninos y mendocinos, pero principalmente los primeros, la adoptaron como un lugar donde poder refugiarse del calor; ante las secuelas del tórrido viento zonda, que azota la región de Cuyo.
Este sitio sabe diferente. Como todos los días del año, en las mañanas, el cielo de La Serena está cubierto. Pero esas nubes negras, la camanchaca, no traen agua. Cuando llueve, en esa ciudad del norte chileno, al igual que en la región de Coquimbo, el fenómeno se convierte en un hecho social. Las escuelas permanecen cerradas, sin actividad, al igual que en otros tantos sitios.
Las horas pasan, el mediodía va promediando, y como si se tratara de un acuerdo previo, el cielo se va “limpiando”. Es el turno del sol. Nadie se encarga de difundir el porcentual de la humedad, ni las temperaturas máximas: no es necesario, nunca trepa los 30 grados y no hay cambios bruscos.
La Serena en los últimos años creció sostenidamente de la mano del turismo. Esta ciudad marítima, que dista 470 kilómetros de Santiago de Chile, es el destino de descanso más requerido, después de Viña del Mar o Valparaíso.
El legado de los primeros españoles se mantiene vivo. Se trata de la segunda ciudad más antigua de Chile. Fundada 1544, era el paso obligado, marítimo y terrestre, entre Santiago y el Virreinato del Perú. De allí que su centro, conocido como la Zona Típica, rememore el legado español, principalmente en el trazado urbano en forma de damero, y su arquitectura denominada Renacimiento Colonial en muchos de sus edificios restaurados y sus iglesias.
La brisa marina da la bienvenida a la playa que se extiende por kilómetros y kilómetros, desde el Faro hasta el puerto de la ciudad de Coquimbo, que para los ojos extraños, es como si se tratara de un mismo lugar. La Avenida del Mar, recientemente inaugurada, recorre íntegramente la playa, entre bares, pubs, discotecas y el casino, el único de la IV Región.
Este pedazo del océano, en otros tiempos, fue lugar de ataques de piratas, siendo Francis Drake quien abriría la ruta del Pacífico a los Corsarios. Según el relato histórico, la ciudad debió se fortificada hacia 1700, pero lamentablemente la puerta de la muralla no se conserva.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)