Roberto Ayala, marca registrada

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El paranaense de mayor trascendencia a nivel mundial entró en la historia grande del fútbol argentino

Pablo Rochi

A pocas horas de comenzar una nueva edición del Mundial de Fútbol, ANALISIS homenajea a Roberto Fabián Ayala, que días atrás cumplió 100 partidos con la camiseta de la Selección Argentina. Su extraordinaria carrera deportiva y su magnifica trayectoria sin dudas hacen de Ayala el deportista paranaense de mayor trascendencia a nivel mundial. Actualmente es el tercer jugador que más veces vistió la camiseta de la Selección, detrás de Diego Simeone (106) y Javier Zanetti (102). Si Argentina llega a la final y Ayala dice presente en este camino, se transformará en el futbolista con mayor presencia en la historia de la Selección Argentina. La vida de aquel pibe que formó una dupla defensiva sin igual junto a su papá, Roberto Camilo Ayala, en San José por la Liga Diamantina, y del extraordinario jugador por quien el Manchester United está dispuesto a pagar 50 millones de dólares por su pase, cifra inédita para un defensor.

La ciudad lo siente suyo, si bien nunca lo pudo disfrutar. Seguramente en su momento muchos hablaban de sus cualidades y de su técnica para jugar a la pelota, aunque nadie se iba a imaginar que tiempo después se transformaría en un pedazo grande del fútbol argentino.

Roberto Fabián Ayala es, sin dudas, el deportista paranaense de mayor trascendencia a nivel mundial. En su enorme trayectoria consiguió lo que muchos ídolos del fútbol nacional no pudieron, tal es así que es uno de los jugadores más respetados del planeta.

Recientemente, y al margen de que para muchos pasó inadvertido, El Ratón alcanzó nada más y nada menos que 100 partidos con la camiseta de la Selección Argentina, un logro único y enorme que sólo dos jugadores pudieron batir: Diego Simeone, con 106, y Javier Zanetti, con 102 encuentros.

Hoy, a pocas horas de comenzar el Mundial de Alemania 2006, Roberto Ayala está a punto de jugar su tercera Copa del Mundo y quién dice, si a la Selección le va bien, podría tener la chance de superar al Cholo Simeone y quedarse con un record asombroso en un país sumamente futbolero.

Como todo crack, su historia es tan particular como emotiva. Aunque parezca mentira, a Roberto Ayala de chico no le gustaba jugar al fútbol, no le llamaba la atención para nada, a pesar de que su familia paterna llevaba la “pelotita” en la sangre.

Él mismo no tuvo empacho en contar que cuando tenía siete u ocho años sus amigos lo invitaban a jugar un partido en el campito, pero su respuesta casi siempre era negativa. En sí, prefería sentarse en la vereda a mirar como los otros corrían y se divertían en el potrero. En la escuela no era un buen estudiante en sus inicios en el Colegio Juan Bautista Terán.

Por aquel entonces, Roberto Ayala ayudaba a su papá, Roberto Camilo Ayala, en el reparto de lácteos y fiambres. Cubrían casi todo Paraná y también algo de Santa Fe.

De chico también disfrutaba pasar varias horas en compañía de su abuelo Camilo, a quien ayudaba a arreglar y confeccionar pelotas. Su abuelo significó mucho para Roberto, tal es así que reconoció que le enseñará a armar pelotas a sus hijos como don Camilo le enseñó a él.

A medida que fue creciendo, y también con el entusiasmo de su papá, Roberto le fue tomando el gusto al fútbol. Fue así que se largó a jugar y a partir de allí nunca más paró.

Tenía 15 años cuando debutó en la Primera del Atlético Paraná. En 1992, en una entrevista publicada por la prestigiosa revista El Gráfico, Ayala recordó aquel momento sublime en su historia deportiva.

“En aquella época iba bastante gente a los partidos. Igualmente me acuerdo que cuando debuté no había más de 800 personas. No sé por qué. Las primeras imágenes que me vienen a la mente me recuerdan una cancha sin pasto, pura tierra y con alambrados bajitos, tan bajos que le llegaban al pecho a la gente. En un momento se armó una gran pelea, agarraron a un compañero nuestro y las mujeres, desde afuera, le mordían los brazos. Parecía Titanes en el ring...”, contó el jugador.

Mientras el pibe mostraba su temperamento y su prestancia, paralelamente en la Liga Diamantina y jugando para San José la gente se deleitaba con un tal Roberto Camilo Ayala, su padre, un central que marcó una época en el balompié local.

Tras jugar un año en Paraná, a Roberto lo convencieron para que gestionara su pase y así poder jugar en San José de la cercana localidad de Aldea Brasilera. Fue algo inédito, pero aquel equipo pudo disfrutar de dos “grandes”. Los domingos, vestidos de azul y oro, ambos formaban una dupla defensiva inigualable. En sí, los centrales eran Ayala-Ayala. Roberto Camilo de líbero, Roberto Fabián de stopper. La leyenda cuenta que fue la mejor dupla central de la historia de la Liga Diamantina.

A Roberto Camilo Ayala lo consideraban poco menos que un prócer de la Liga Diamantina. Un marcador central rudo, expeditivo, de esos que construyen leyendas de fiereza a su alrededor. Cada vez que hablaba desde la zaga central del San José, ese equipo que lo tuvo como emblema durante muchos años, el resto se hacía silencio. Entonces, Roberto Fabián era un morochito, de andar manso, que se pasaba varias horas del día armando y remendando pelotas con el abuelo Camilo. Tenía 16 años y ya mostraba un talento fuera de lo común.

“Para mí es un orgullo enorme haber jugado junto a mi papá en el Club San José, en la Liga Diamantina. Fue hace 17 años, pero son cosas que quedan grabadas por siempre, de hecho me parece que fue ayer. Mi viejo era el técnico-jugador del equipo. De chiquito siempre me decían: ‘Tu viejo es un fenómeno, es de Selección’. Lamento que no pude ver los mejores años de mi padre. Por lo poco que jugué con él se notaba que era un gran jugador, con un temperamento y un carácter únicos. Todo el mundo hablaba de cómo jugaba, de lo que era a nivel provincial, su calidad, de su por qué no llegó al fútbol grande”, dijo Roberto Fabián consultado acerca de aquellos gloriosos momentos.

Muchos lamentaron cuando la dupla Ayala-Ayala dejó de existir. Duró poco, fue breve. Es que Roberto Fabián se fue a Buenos Aires, impulsado por los elogios de quienes lo veían como un diamante en bruto, de quienes auguraban un futbolista con serias condiciones.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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