Luciana Dalmagro

A pocos meses de dejar el Congreso, se prepara para ocupar algún cargo que aún no revela en el gobierno municipal que encabezará su marido, José Carlos Halle. Además, realiza un balance positivo de su labor legislativa y manifiesta su deseo de ser parte de la Convención Constituyente, objetivo que está casi logrado. Rosario Romero cuenta detalles de su tarea como diputada, revela qué hará al terminar el mandato y repasa su vida, tanto en lo personal como en lo profesional y en lo político.

El cuentakilómetros de su coche Toyota acusa 40.000. Sucede que cada martes, desde hace más de tres años y medio, Rosario Romero, abogada, diputada nacional por el Partido Justicialista, sube al vehículo y maneja los 500 kilómetros que separan su casa de su trabajo. Durante el viaje, escucha radio, repasa mentalmente las tareas que la esperan en su despacho y recibe los saludos de los empleados de las seis cabinas de peaje que atraviesa. Ya la conocen. Cuando va con tiempo, pasa por su departamento, ubicado a pocas cuadras de su oficina, deja algunas cosas y parte rumbo al Congreso, algunas veces a pie. En ese despacho pasa más de 12 horas por día, de martes a jueves, cuando emprende la vuelta.

“Es duro salir del pago, salir del contexto. Y alejarse de la familia, ni hablar. Eso es lo peor”, confiesa. En casa deja a su marido, José Carlos Halle, futuro intendente de Paraná, y a Santiago y Victoria, los dos hijos adolescentes de la pareja. También espera con ansiedad el regreso para ver a su flamante nieto, Fermín, de seis meses, hijo de Aránzazu, su hija mayor, psicóloga.

Durante los días en los que está en Paraná atiende cuestiones políticas, tanto en su casa como en su estudio. “No es tanto cansancio físico, sino que es demasiada la exigencia si uno se aboca a la tarea legislativa y a la vez quiere estar involucrado en los temas de su ciudad, como en mi caso. Estoy muy abocada a los temas municipales por mi situación, tanto política como familiar. No me puedo sustraer de tareas que tienen que ver con la futura gestión municipal. Y hago todo a pleno, salvo ejercer la profesión, que es algo que tuve que dejar de lado”, explica.

-¿Extraña?
-Un poco sí, pero me recibí en 1978, por lo que el año que viene cumplo 30 años de profesión y es como que no tengo ninguna deuda pendiente respecto a este tema porque ejercí durante mucho tiempo.

-Elija los dos casos más importantes en los que intervino.
-El del joven Juan Carlos Cardozo, muerto a palos por la Policía en Diamante. Fue un caso que puso a prueba el sistema judicial y los controles jurisdiccionales sobre la labor de una fuerza de seguridad. Y hubo que pelear para que se abriera la cabeza del juez y del fiscal para que escucharan que había otra verdad distinta a la de la Policía. Si no hubiéramos intervenido, junto a mi colega Marcelo Baridón, el caso se hubiera archivado y la muerte de Cardozo hubiera quedado como producto de una guerra de pandillas, que es lo que se quiso hacer creer desde la fuerza. Se separó a la Policía de la investigación y eso descomprimió la situación en Diamante. Se abrió el manto de silencio que había en la ciudad, aparecieron nuevos testigos, se conoció la verdad y fueron condenados quienes habían infringido la ley penal y matado a palos a un joven de 20 años. Fue importante porque se logró desbaratar uno de esos malos acuerdos que existen en las corporaciones de tipo militarizado. Otro caso es el de Eloisa Paniagua, de 15 años, víctima del 20 de diciembre de 2001. Y la deuda en mi corazón es que no logramos esclarecer quiénes fueron los autores de la muerte de la otra adolescente asesinada ese día, Romina Iturain.

-¿Qué recuerdo tiene de esos días?
-Primero me llamaron por Romina, una parienta del papá. Ella acababa de ser internada en el San Martín, adonde llegó prácticamente muerta. Tal vez al enterarse de que estaba en el caso, me contactaron familiares de Eloisa. No dudé en aceptar ambos casos. Ya andaba de temprano por Tribunales y en la Comisaría Quinta, donde había cerca de 80 detenidos. Éramos, fácil, 15 abogados. Estos casos me marcaron la importancia de intervenir en los primeros momentos de la investigación. Los casos de homicidio que no se resuelven de entrada, luego se complican. Es fundamental controlar la prueba y meter la visión del querellante, de la familia, en esos primeros momentos. La versión policial indicaba que en ambos casos habían sido balas perdidas y sabían a ciencia cierta que era mentira, que habían sido balas policiales. Y las versiones fueron avaladas por el entonces jefe de la fuerza, Victoriano Ojeda, y por el ministro de Gobierno, Enrique Carbó, que luego felicitó a la Policía por su accionar de esas jornadas. Inconcebible.

-Mencionó dos casos que involucran a la Policía.
-Fueron situaciones en las que las dificultades en la investigación fueron muy fuertes. No tengo una opinión desmerecedora de la versión policial. Por el contrario, creo que nos hace falta una buena Policía, pero para lograrlo hay que separar de la fuerza a los malos policías. En todos los cuerpos se da ese espíritu de cuerpo y esa malsana convicción de que si uno delinque hay que protegerlo y esto es algo muy reñido con el sistema democrático. Mencioné estos dos casos, pero podría haber elegido otros en los que no tuvo nada que ver la Policía.

En el Congreso

Rosario Romero, 50 años, luce impecable a las nueve y media de la mañana. Viste un traje de saco y pantalón de invierno de tonos que van del gris al lila. Completa con botas, guantes y cartera de cuero, todo color negro. Es muy alta, usa pulseras, anillos, cadenitas, uñas pintadas y lleva el cabello lacio y abundante color castaño claro peinado al costado. El estudio es amplio y luminoso. Hay un escritorio de madera clara lleno de carpetas y papeles, almanaques, útiles. Bibliotecas, libros, fotos, una agenda de cuero marrón, un celular, un par de anteojos. Con voz algo ronca, como cansada, tras acomodarse el pelo una vez más, comienza a hablar. Parece experta en entrevistas: no mezcla los temas, se adelanta a las preguntas, habla con mucha claridad y hace pocas pausas.

-¿En qué temas se encuentra trabajando en el Congreso?
-Desde la Comisión de Legislación Penal, que presido, estamos trabajando en la reforma al Código Procesal Penal de la Nación. Vamos a terminar a mediados de agosto y el proyecto ingresará en septiembre. Antes de irme, aspiro a tenerlo por lo menos aprobado en Diputados, pero depende de si entra por la cámara baja o por el Senado. Otro tema en el que estamos trabajando es la reforma a la Ley de Ministerio Público, que adecua el funcionamiento del Ministerio Público Fiscal a un Código Procesal Penal que va a ser acusatorio. Si tuviera que elegir un proyecto de los que estoy trabajando actualmente, sin dudas sería el de derogación del viejo código de justicia militar y su reemplazo por el juzgamiento en la justicia ordinaria de cualquier delito que cometa un militar, tanto en tiempos de guerra como de paz. Haremos todos los esfuerzos para que salga este año.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)