Silvio Méndez
Ya pocos tienen dudas a esta altura de que la obra e implementación de la nueva planta potabilizadora de Paraná es un desastre. A las continuas fallas de infraestructura, ahora se le ha visto consumado un temor que todos anticipaban. La antigua red de cañerías de la ciudad no soporta la presión de las bombas de impulsión colocadas en la central de Rondeau y Echeverría. Esta vez el último daño fue de significación, ya que se rompió un caño maestro de 750 milímetros que lleva agua cruda a la actual procesadora en Avenida Ramírez. El daño, se advirtió, fue con suerte: no afectó la salud de la población y no se produjo en verano. El diseño de la red es seriamente cuestionado y nadie pronostica qué pasará cuando se comiencen a utilizar las viejas cañerías del casco céntrico con la alta presión de bombeo. La falta de previsión es tal que la cesión en comodato del predio del subcentro distribución que se debe construir en Avenida Ejército estaría vencida, ya que se habría realizado tan sólo por tres años.
Hace poco más de un mes se conoció públicamente una serie de desperfectos producidos en las principales cañerías de distribución de agua de la ciudad, producto de la prueba y puesta en marcha de algunas etapas de la red que forma parte de la nueva planta potabilizadora. Las roturas del tendido se produjeron en varios tramos de las tuberías que reventaban sucesivamente al tiempo que iban siendo reparadas. Estas averías obligaron a sacar de funcionamiento la red que llevaba agua potable hacia los subcentros Parque del Lago (en la zona de Barrio Gazzano) y Lola Mora (Barro AATRA III) e inyectar nuevamente fluido salobre. Según la empresa contratista, las roturas se pudieron haber debido a múltiples factores en el transporte, depósito y colocación de los materiales. Pero lo llamativo fue que este tipo de inconvenientes no son los primeros de la inconclusa planta de agua. A fines de 2007 se advirtieron grietas en el hormigón de la cisterna mayor de la infraestructura ubicada en Echeverría y Rondeau. Luego, a principios de este año se conoció que el tanque de distribución del subcentro Seminario se desfondó, así como se constataron innumerables rajaduras en otras cañerías de impulsión y distribución. Tan es así que según estadísticas recientes se producen unos 100 pedidos de reparación de caños a la Dirección de Obras Sanitarias de Paraná. Una demanda que se ha visto desbordada en el último tiempo.
Ahora, el último gran desperfecto se produjo en un caño maestro a gran profundidad que transporta agua cruda a la vieja planta del Cristo –situada en Avenida Ramírez– y que en el nuevo esquema pasará a transportar agua ya procesada cuando la vieja procesadora pase a ser subcentro. En rigor, no se descarta que precisamente esta falla, que resintió notablemente el flujo en toda la ciudad, se deba al cambio de sistema.
El conducto que se rompió es relativamente nuevo. Su colocación data de la gestión del ex intendente Mario Moine (1987-1991). Se trata de una pieza de 750 milímetros de diámetro de un material plástico, de poliéster reforzado en PRFV.
Este caño es uno de los dos que transporta agua cruda al Cristo pero que, con el nuevo diseño, pasará a tener otras funciones. Con la nueva planta más cercana al río, se colocó otro caño de 1.100 milímetros, de unos 7 kilómetros, que lleva agua cruda a la estrenada potabilizadora. Esta línea que se rompió entonces se desvincula de esta función original y pasa a llevar agua potable de la nueva planta a la vieja, que pasará a ser un subcentro distribuidor. Existe un segundo caño maestro, aún más viejo ya que data de la primera construcción, de 600 milímetros de hierro fundido, mediante el cual se sigue enviando por el momento agua cruda a la planta de Avenida Ramírez y que se reservará para una emergencia en caso de que se deba reactivar la antigua planta.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)